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Congo, donde guerra es igual a violación de mujeres

Por Redaccion

La primera vez que conocí a Marta, en República Democrática del Congo (RDC) se veía radiante y se encontraba rodeada de niñas y niños de todas las edades que gritaban alegremente y la tomaban desu enagua. La próxima vez que nos vimos, su sonrisa ya no estaba allí, y sus ojos estaban vidriosos, relata un comunicado de Visión Mundial de México.

Visión Mundial de México es parte de la Confraternidad Internacional de World Vision, organización fundada en 1950 y que actualmente tiene presencia en más de 100 países en tres líneas básicas: Desarrollo transformador, Promoción de la Justicia y Prevención, emergencia y rehabilitación para responder ante desastres y conflictos en las regiones que así lo requieran, independientemente de la religión, raza, grupo étnico o género.

La noche anterior, continúa el texto de Visión Mundial, había llevado al hospital a una niña de diez años de edad que había sido violada delante de su familia por unos rebeldes que peleaban en la República Democrática del Congo (RDC). La niña murió sobre la espalda de Marta en el camino.

En el transcurso de los últimos meses, el teléfono de Marta timbra a diario. Son las mujeres y las jóvenes que han sido víctimas de una violación, patrón familiar en la región del Kivu Norte de la RDC, quienes llaman en busca de ayuda.

«Si hay pelea, hay violación. Ayer recibí a dos mujeres y a una bebé. Violaron a las mujeres, otras fueron asesinadas, y a otras se las llevaron. Siempre es lo mismo».

El Congo ha estado en guerra por más de una década. De acuerdo con el Comité Internacional de Rescate, cada mes mueren cerca de 45 mil personas, y desde que dio inicio la guerra, han muerto 6 millones de personas, y 1.4 millones han quedado sin hogar.

En el último estallido de peleas violentas, 25 mil personas más se quedaron sin hogar en un lapso de tres semanas. El alto del fuego del mes pasado, y el acuerdo de paz realizado en enero, firmado por el líder rebelde, Laurent Nkunda, fracasaron.

Sin embargo, las atrocidades nunca antes divulgadas de esta guerra son las historias de miles de mujeres, jóvenes y niñas que sufren de una violencia sexual despiadada, la cual es la peor en el mundo según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

LA HISTORIA DE MARTA

La misma historia de Marta es increíble y aterradora. A la edad de treinta y dos años, cuando dio inicio la guerra, su pueblo fue atacado por los rebeldes.

«Vinieron y se llevaron todas nuestras pertenencias y le dijeron a mi esposo que era hombre muerto. Tomaron el machete y empezaron a cortarlo en pedazos al igual que se corta a una cabra o una vaca en el mercado».

«Cuando terminaron, me gritaron que recogiera los pedazos de su cuerpo y que los pusiera todos juntos. Había sangre por todo el cuarto. Me dijeron que si gritaba, me mataban».

Cuando ella terminó de juntar todas las partes del cuerpo de su esposo, tomaron un cuchillo y empezaron a hacerle a ella cortadas en el rostro, el cuello, los brazos y las piernas.

«Luego, me dijeron que me acostara encima de todas las partes del cuerpo de mi esposo, y me violaron. Eran diez hombres, y me iban violando uno por uno».

Mientras la violaban, otros dos soldados violaban a sus hijas mayores de catorce y dieciséis años de edad en el otro cuarto.

«Yo escuchaba a mis hijas gritar y no podía ayudarles. Luego, de repente dejé de pensar, y mi mente ya no estaba ahí».

Marta no recordó nada, sino hasta seis meses después.

«Le pregunté a mis vecinos sobre lo que había sucedido. Yo pensaba que mi esposo se encontraba en un largo viaje de negocios. Nadie me decía nada. Pero, un día fui a la casa y me di cuenta que dos de mis hijas estaban embarazadas, y no sabía qué había pasado. Fue cuando la comunidad me dijo lo que había ocurrido».

La ferocidad del ataque de Marta destruyó su cuerpo. Su útero se desgarró Y colgaba entre sus piernas. No podía caminar con sus piernas juntas, y tuvo que padecer esta condición de dolor y espanto durante dos años hasta que visitó a un médico en Heal Africa, un hospital que trata a las víctimas de violación.

De repente, su rostro carente de expresión despareció, y la profundidad de su dolor era notoria, «no puedo tener más hijos. Me quitaron todo».

En Congo, hay violaciones agresivas por todas partes. Hay balaceras, saqueos y violaciones. Van mano a mano con la guerra. Los rebeldes y los soldados tomaron todo de las personas que no tenían casi nada.

«Hay tiroteos y violaciones. No se pueden detener las violaciones hasta que no se termine la guerra», afirmó Clarisse Kasaza, una trabajadora de Visión Mundial que trabaja con las víctimas de violación. «En el 2006, muchas familias empezaron a esconder a sus esposas, madres e hijas en el techo. Pero, finalmente, los bandidos empezaron a sospechar, y si no veían mujeres, empezaban a disparar hacia el techo. No hay lugar en donde las mujeres se puedan esconder aquí».

Marta, quien ahora tiene 40 años de edad, dedica su vida a ayudar a las víctimas de violación y a cuidar de las niñas y niños nacidos de esas violaciones. «Tres veces al mes hablo en las comunidades para ayudarles a las personas a entender el crimen de la violación, y les doy enseñanzas a otras mujeres para que puedan ayudar en sus comunidades».

En el transcurso del último año de enfrentamientos, Marta formó un grupo conformado por 90 mujeres para que se den apoyo mutuo. Se reunían una vez a la semana, y aquellas cuyos esposos rechazaron después de haber sido violadas, se fueron a vivir juntas.

«También tenemos préstamos revolventes, de modo que podemos desarrollar un negocio y ahorrar para el grupo, y así logramos tener los medios económicos para alimentar a nuestros hijos y enviarlos a la escuela».

«Venacia, la hija de dieciocho años de edad de Marta, cuida de los doce niños y niñas huérfanos que ahora comparten su casa. Somos como hermanos, dice ella. «Jugamos juntos; les enseño como ayudar en la casa, y les preparo la comida».

Todos los días Venacia es testigo de la peor parte de todo esto. «Cuando mi mamá recibe una llamada, por lo general, siempre después viene una mujer o una joven a nuestra casa. Algunas veces llegan sangrando horriblemente».

«Hace un mes vi a los soldados violando a dos jóvenes. Y uno de ellos le metía palos en la vagina de una de ellas y le decía cosas espantosas. Ella sangraba muchísimo. Corrí a donde mi mamá, y cuando regresamos, una de ellas había muerto. La otra la llevamos a la casa para cuidarla».

«Me enojo cada vez que mi mamá trae mujeres a nuestra casa y las veo sufrir. Muchas están muy heridas, sangrando. En todas partes les hacen esto a las mujeres, no es solo a una. Y estoy asustada porque sé que me podría pasar a mí», afirma Venacia.

Cada mes, se reportan más de 2 mil casos de violación en la región del Kivu Norte. Una comunidad en Rutshuru, ahora bajo el control de los rebeldes, reportó 150 casos en un mes. No obstante, la mayoría de las violaciones no se reportan.

«Las mujeres le tienen miedo a la discriminación, al aislamiento de la comunidad, o al que sus esposos las echen de sus casas», afirma Clarissa.

NO HAY DENUNCIAS

De todas las mujeres que he conocido, ninguna ha reportado oficialmente la violación. Muchas temen al estigma y a las repercusiones, y se sienten muy humilladas al hablar del tema.

No todos están contentos con la ayuda de Marta. El mes pasado, ella fue violada otra vez mientras recolectaba leña, y hace un par de semanas los soldados atacaron su casa y le exigieron que dejara su trabajo con las mujeres. Pero ella no puede desalentarse. «Esto es lo que me hace seguir viviendo. He pensado en terminar con mi vida en muchísimas ocasiones. Pero luego veo a los niños y a las niñas que tengo, y a las mujeres que necesitan de mi apoyo, y no lo hago».

Una mujer daba vueltas por el lugar cuando terminábamos de conversar. Ella representa el último avance en esta espeluznante guerra. Llegó anoche después de que los rebeldes atacaran su pueblo, la violaron no sólo a ella, sino a muchas otras mujeres delante de todo el mundo. Sus hermanas fueron raptadas. No sabe donde están, pero sabe que lo peor es la realidad.

«Escogen a las jóvenes y se las llevan como sus esposas. Las tienen como juguetes sexuales hasta que las embarazan y entonces las tiran. Siempre hacen esto», afirma Marta.

La historia de Marta ocurrió cuando dio inicio la guerra. La última ronda de derramamiento de sangre no es diferente. Las violaciones continúany son tan crueles y consistentes como siempre…

Marta y Venacia son pseunónimos, aclara al final Visión Mundial México.
08/GG

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