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Cristina Fernández, en boca de todas

Por Luciana Rosende

¿Votaría por Cristina Fernández de Kirchner? ¿Ha demostrado ella tener un perfil de género? En tanto mujer, ¿estaría en mejores condiciones que un presidente de desarrollar un programa de igualdad de oportunidades? ¿Qué implica tener una presidenta mujer? ¿Qué efectos tendría si se concreta? Mujeres de diferentes sectores sociales respondieron estos interrogantes, en el marco del lanzamiento de la campaña de la Primera Dama y senadora Cristina Fernández de Kirchner.

En un escenario político marcado por fuertes cuestionamientos a dos ministras y una secretaria de Estado de la gestión Kirchner, la conversación gira, inevitablemente sobre la condición de esposa de la candidata a presidenta, la inevitable cuestión de si tendrá o no voz y voto propios, si aprovechará su condición de mujer que ocupa el sillón de Rivadavia para encarar políticas de género, o si para desempeñarse como presidenta tratará de actuar como presidente, informa la agencia Artemisa.

Cuatro preguntas y cuatro respuestas nos dan un panorama de lo que el movimiento de mujeres espera de una de las candidatas a ocupar la presidencia de los argentinos y argentinas, Cristina Fernández de Kirchner.

Dora Barrancos, directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, dice que debe meditar todavía mucho su voto, «pero si la pregunta se refiere a prevenciones porque es mujer, como puede imaginarse debido a mi filiación feminista, decididamente no es la cuestión. Apoyo con mucha fuerza la presencia de mujeres en la arena cívica disputando los cargos que siempre han estado en manos de los varones, con independencia de su identidad política».

Sobre el perfil de género de la candidata, «se presta a interpretaciones muy disímiles: si se trata del ‘estereotipo’, es una copia fiel; pero si se trata de la modificación del ‘perfil histórico del género femenino’, hay aspectos en los que su personalidad promete avances, y muchos otros en los que sin duda no».

Avanza, dice, por el mero hecho de contender con los varones, y hasta creo que con su propio marido. Discrepo con algunas compañeras feministas: ella ha contribuido al poder del marido, tal vez más que lo recíproco. Ella se debe en gran medida a una construcción propia, tiene un largo recorrido militante, no es una personalidad débil y mucho menos sujetada. Pero por otra parte, su carencia de subjetividad feminista, el escaso interés por los derechos femeninos, ciertas formas de su actuación, revelan ángulos francamente no innovadores.

De sus posibilidades para desarrollar un programa de igualdad de oportunidades, asegura la feminista que «eso no está garantizado». Tener cuerpo de mujer no significa subjetividad feminista, compromiso con un programa que cambie la vida de las mujeres. Luchamos por la participación equitativa de los géneros más allá de los méritos de las mujeres que trajinan la arena política: es una cuestión de derechos y no de las ventajas comparativas de la ética femenina.

Desde luego, agrega, toda vez que una mujer se lanza al ruedo, para disputar el poder masculino, no deja de haber una expectativa acerca de una posible «representación» del conjunto femenino. Pero es sólo una expectativa.

Tener una presidenta, explica, «en principio es un paso notable, una señal de que la propia sociedad avanza, de que aumenta la participación femenina en los lugares estratégicos y esto sirve además como ‘efecto demostrativo’. Anima a otras mujeres, y puede haber muchas más posibilidades para quebrar el estereotipo de la división sexual. Tengo optimismo acerca del desempeño de una mujer en el alto comando del país».

UN DISCURSO DE MUJERES AUSENTES

Por su parte, Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer, asegura que no votaría por Cristina, «porque creo que no tiene un programa de gobierno que promueva la inclusión de los hoy excluidos y marginados en la Argentina».

Creo, agrega, que continuará con las políticas asistencialistas y paternalistas que son necesarias en la emergencia, pero que si se perpetúan son negativas porque generan conductas de dependencia política basadas en la necesidad económica. Además, si bien tiene un discurso pro derechos humanos, no incorpora realmente los derechos de las mujeres.

Opina asimismo que la candidata «no tiene a mi criterio perspectiva de género. Si bien luce un aspecto muy femenino y cuidado, no tiene en otras conductas, ni menos aún en sus planteos, perspectiva de género. Incluso su forma de hablar y de actuar es muy masculina, hace política en forma más similar a los hombres que a las mujeres».

Sobre las posibilidades de que desarrolle un programa de igualdad mejor que un presidente, dice que sí, «en principio», «pero esto es relativo en función de su compromiso con las mujeres y de su perspectiva. Isabel Perón fue un ejemplo de que ser mujer no alcanza, ella vetó la ley que el Congreso aprobó modificando la patria potestad, asignándosela indistintamente a la madre o al padre, dejando vigente la patria potestad o sea el derecho solo del padre a esta decisión».

Sin embargo, tener a una mujer como presidenta «puede ser muy importante para demostrar la igualdad real en una sociedad. El modelo de Michele Bachelet en Chile es lo que uno imagina como modelo de mujer feminista ejerciendo la Presidencia de la República. Tiene imagen de mujer común, actúa y hace política como mujer, aunque corresponde a un modelo no habitual porque ha sido madre sola y sin esposo».

Michele, explica, «no usa la coquetería como arma de seducción sino que se remite a expresar sus opiniones sin querer atraer o convencer al otro con otras armas que no sean las racionales. Así se puede esperar que tener una mujer Presidenta ayude a lograr la igualdad».

Los argentinos ?agrega- ya tuvimos una presidenta: Isabel Perón, si bien llegó por fallecimiento de su esposo, y ella no fue la elegida y votada en forma directa por la gente, sirve para análisis. En ese momento tener una mujer no fue algo positivo, demostró debilidad, no porque lloró públicamente, sino porque carecía de opiniones y posiciones propias y dependió totalmente de algunos de sus colaboradores. Creo que en el caso de Cristina no será así, pero sí que puede ser muy autoritaria y tal vez menos flexible en sus posiciones que un hombre y con poca capacidad de negociación como lo ha demostrado en el Senado.

«Esto, creo, ocurrirá, no por ser mujer sino por su característica de personalidad. Pero lamentablemente todo la malo se lo adjudicarán por su condición de mujer, y lo bueno quedará como algo no sexuado», concluye.

07/LR/GG/CV

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