Inicio Cruzada cubana por los árboles, desde la casa hasta el Gobierno

Cruzada cubana por los árboles, desde la casa hasta el Gobierno

Por Raquel Sierra

Según los cronistas, cuando Cristóbal Colón llegó a Cuba, la isla podía caminarse de punta a punta sin ver el sol: los árboles se erguían en túneles de refrescante sombra. Pasados los siglos, varias son las vías para incrementar el área boscosa, que alcanza actualmente 24 por ciento del territorio cubano.

La Habana, con solo 0.4 por ciento de la superficie total, alberga a la quinta parte de los 11.2 millones de habitantes de la isla y tiene particularidades sociales y espaciales, que en ocasiones tornan complicado el programa de reforestación.

Para Isabel Russó, jefa del Servicio Estatal Forestal en La Habana, cada árbol es como un niño: lleva sus atenciones y cuidados, en dependencia de la edad.

La capital dispone de 13 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, mientras los municipios del perímetro urbano tienen 33. La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación considera aceptable 10 metros cuadrados por habitante, explica.

Desde 2000 hasta hoy, los índices de boscosidad de la provincia (áreas pobladas por árboles) crecieron de 4.03 por ciento hasta 5.53, dice Russó. Sin embargo, uno camina por calles y calles de Diez de Octubre, una barriada densamente poblada, y raras veces encuentra un árbol, pese a la existencia de espacios para su crecimiento.

Existen algunos parques en los barrios, privilegiados por la sombra, pero en la mayoría de los espacios hay un resplandor que molesta. No entiendo por qué tal rechazo hacia los árboles, se queja Yolanda Armas, licenciada en Letras.

Resulta incongruente que las personas amen las plantas de jardín, mientras que al árbol hasta lo taladran y le echan queroseno para que muera. Se salva la ceiba, por el respeto que hacia ella inspira la religión yoruba; ni los podadores de la Empresa Eléctrica se atreven a tocarla, comenta.

Creo que en los países fríos de Europa la gente cuida los árboles porque la mayoría del tiempo no ve nada verde; aquí, que los tenemos todo el año, no les prestamos la atención que merecen, dice Mayda Anido, graduada como técnica textil en la desaparecida Unión Soviética.

Según los expertos, no hay uniformidad en la presencia del arbolado, lo que está relacionado con el desarrollo urbanístico de la ciudad. En los primeros barrios, donde hoy está La Habana Vieja y Centro Habana, no hay espacio para los árboles. No sucede así en otras zonas, como El Vedado y Miramar, donde se concibieron paseos arborizados, al estilo francés, explica el master en ciencias Pedro Torres, profesor de la Escuela de Formación para el Turismo (Formatur).

De acuerdo con Russó, hay que ver el árbol como un diamante verde. Es preciso saber cuáles especies deben plantarse y en qué lugares. Por eso, trabajamos en la capacitación de los decisores y la población, para que sepan los por qué de las cosas, considera.

En la actualidad, una parte importante del arbolado de la capital es maduro. En no pocas ocasiones, los árboles están huecos y hay que saber manejarlos, porque una manipulación inexperta puede provocar accidentes fatales, explica la jefa del Servicio Estatal Forestal de La Habana.

El plan de reforestación de la ciudad, conocido como Mi Programa Verde, incluye las principales nueve vías de acceso a la metrópolis, parques, avenidas, espacios vacíos, portales y áreas cuyos suelos no tengan condiciones técnicas para producir alimentos.
El programa es participativo y contempla el concurso de vecinos, colectivos obreros, organizaciones de masas, entidades locales del

Ministerio de la Agricultura y la dirección de Servicios Comunales, que se incorporarán a la plantación de las posturas de árboles y a velar por su supervivencia, indicó.
No son importantes solo los pequeños espacios, hasta en un sitio pequeño se puede crear un espacio verde. Hay que ver los múltiples beneficios de los árboles: producen oxígeno, absorben el polvo y el ruido y, en las zonas próximas al mar, el salitre, explica.

Las personas rechazan los árboles a los que no les ven utilidad, a nadie se le ocurre cortar uno de mango o de aguacate, cree Sonia Peña, técnica forestal. La reforestación está respaldada por la Empresa Forestal, de nueva creación, encargada de la producción de posturas, así como del manejo de unas 2 mil hectáreas forestales que, hasta ahora, estaban en manos de nadie.

Una de las quejas más notables son las podas mal hechas. Cada árbol tiene su arquitectura, es preciso podarlos para evitar el contacto de las ramas con los cables eléctricos, pero no es cortar por cortar, agrega.

EXPERIENCIAS PEQUEÑAS, PERO VALIOSAS

En la barriada del Cerro, una de las más antiguas de la ciudad, no fueron concebidos parterres (jardines con pasto y flores) para el arbolado. En su lugar, se acudió a portales para proteger a los transeúntes del sol.

Los espacios vacíos, en ocasiones resultado de derrumbes de viejas edificaciones, generalmente no se convierten en jardines o parques, sino en basureros, a diferencia del proyecto de rescate que se desarrolla en el Centro Histórico de La Habana, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Algunas iniciativas individuales, que devienen proyectos comunitarios, intentan salvar situaciones medioambientales desfavorables y así, colateralmente, contribuyen a solucionar otros problemas. Dalia Reyes, de 61 años, decidió crear su propio jardín cerca del muro frente a su casa, que bordea el único tramo al aire libre del acueducto de Albear, considerada la obra más importante de Cuba en el siglo XIX y concluida en 1893 para llevar por gravedad el agua a La Habana, función que todavía realiza.

Limpié los escombros y desyerbé. Salí a perseguir posturas, otras me las regalaron. Cada vez que encontraba un pedazo de ladrillo, lo cargaba y lo traía, para hacer una especie de barrera. Vivir en un barrio que no es de los más bonitos de la ciudad no quiere decir que uno deba estar rodeado de suciedad, dice Reyes, escoba en mano.

En el Jardín de Dalia, como lo bautizaron los vecinos, hay rosas rojas, blancas y rosadas, mar pacíficos, lenguas de vaca y otras que ni sé cómo se llaman. Lo fui extendiendo y llegué a la cerca de una escuela vecina. Sembré framboyanes enanos y el año que viene debe parir el tamarindo, agrega Reyes.

Habla con modestia, pero reconoce que mucha miradas se han vuelto al lugar, después de empezar a cambiarlo. Con este proyecto le pusieron luces a la calle, nos aprobaron dinero para hacer la acera y se dice que pavimentarán la calle. Es algo pequeño y alguien pudiera decir `no es para tanto´, pero si muchas personas lo hicieran, la capital se vería más bonita y con una mejor higiene ambiental, asegura.

A pocas cuadras de allí, el proyecto comunitario creado por Justo Torres ha hecho posible que hoy crezcan, en la Plaza de Reyes, una majagua y una palma. Son pocos, pero hay espacio para más y queremos hacer que la gente se sume, dice este entusiasta de la naturaleza.

Con solo esos dos árboles, vuelve la vida: han regresado las lagartijas, las abejas y hasta zunzunes (ave muy pequeña), cuenta.

Una experiencia parecida emprendió Elías Martínez, en la periferia de la capital. Hace 35 años, cuando nadie hablaba de agricultura urbana, inició una finca en las áreas de una antigua fábrica de ladrillos. Sembré palmas, aguacate, guayaba y café. Mi familia creció allí. La tierra es mi madre, afirma.

DETENER EL DETERIORO

Cuba detuvo la deforestación de sus bosques a partir de 1959, cuando la cobertura boscosa alcanzaba 14 por ciento, luego de siglos de sobreexplotación y manejo inadecuado de sus reservas forestales. En la actualidad, la isla exhibe dos millones 700 mil hectáreas de cubierta forestal, lo que representa 24.5 por ciento del territorio, proceso favorecido mediante la estrategia de sembrar más del doble de la cantidad de árboles que se talen.

En 2007, en el contexto de la campaña mundial Plantemos para el planeta, Cuba se comprometió a sembrar más de 135 millones de árboles. Al terminar el año, se informó que fueron plantados 136.6 millones de árboles. Registros de la Organización de Naciones Unida para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ubican a esta nación caribeña entre los pocos países que incrementan los bosques, proceso desarrollado a un ritmo de 67 mil hectáreas anuales y con el cual se pretende alcanzar, en 2015, un área equivalente a 29.3 por ciento del país.

La prioridad del Estado cubano ha sido la reforestación de las cuencas hidrográficas, con el objetivo supremo de proteger sus caudales y hacer retornar a las zonas afectadas toda su biodiversidad. Uno de los proyectos más sobresalientes en este campo fue el del Río Cauto, el más largo del país, que presentaba un elevado estado de deterioro.

Obel Carrazana, residente en la oriental provincia de Granma, una de las bañadas por las aguas del Cauto, sostiene que durante años la gente vio al río como algo inmortal: talaba cuando quería o lavaban ahí los camiones, pero nunca se pensó que todo eso le hacía daño al río y sus orillas.

Uno casi ni se daba cuenta. Las alertas de los científicos nos hicieron abrir los ojos y, poco a poco, la gente aprende a cuidar los árboles, que es también cuidar al río, dice este campesino de tez apergaminada por el trabajo bajo el fuerte sol.
08/RS/GG

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