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Cuatro mujeres gobernadoras en México

Por Silvia Magally

A veces en la soledad, y todo el tiempo blanco de ataques y con una gran responsabilidad a cuestas, cuatro mujeres comparten historias similares en la vida política, en la lucha por el poder que les permitió alcanzar una gubernatura, con una preocupación constante: sus congéneres, que hoy al igual que hace 24 años -cuando llegó la primera mujer al gobierno de Colima-, siguen siendo víctimas de la injusticia social.

Griselda Alvarez, Beatriz Paredes, Dulce María Sauri y Rosario Robles son las únicas mujeres que han logrado gobernar en este país, en medio de grandes obstáculos, exacerbados debido a su condición femenina.

Como gobernadoras, estas mujeres no pudieron evadir los grandes problemas de las mujeres de los que ellas mismas han sido víctimas aun estando en el poder.

La pionera, Griselda Alvarez, a la fecha la única en concluir el sexenio, relata que tres meses después de aquel 1 de noviembre de 1979, cuando asume la gubernatura del estado de Colima, conoció a una mujer embarazada quien tenía un hematoma de grandes dimensiones en el vientre, producto de los golpes propinados por su pareja. Esta situación dio origen al Centro de Apoyo a la Mujer Golpeada en su estado.

La primera gobernadora que tuvo México, recuerda los cambios que impulsó en el código penal para que ninguna mujer en Colima diera a la luz en la cárcel o bien para que las mujeres mayores de 75 años de edad que cometieran algún delito cumplieran su sentencia en arresto domiciliario.

«En la Escuela Normal –prosigue-, encontré una aberrante situación en contra de la mujer: la prohibición de estudiar a mujeres casadas o madres solteras. Eso tenía que cambiar, y en los últimos años de mi gobierno entregué su título profesional a mujeres en estas condiciones».

Estas fueron las primeras acciones a favor de las mujeres a partir de una gubernatura femenina, que hoy en día están presentes en el quehacer político ante las demandas permanentes de las mexicanas.

En la política como en otros ámbitos a las mujeres «nos cuesta el doble», advierte la mujer que animada por el entonces priista Porfirio Muñoz Ledo tocó todas las puertas, hasta las presidenciales en tiempos de José López Portillo, para lograr su objetivo: la gubernatura del Estado de Colima.

La soledad fue uno de los costos que Griselda Alvarez tuvo que pagar por tal «atrevimiento».

A los 33 años de edad, la también priista Beatriz Paredes fue gobernadora en el estado de Tlaxcala; al igual que el resto, fue víctima de la cultura machista y enfrentó los problemas familiares como consecuencia de su investidura.

El primer reto fue enfrentar un mundo masculino, el de la política, de donde obviamente las mujeres estaban excluidas.

Durante cinco años y dos meses Paredes gobernó su estado natal. Paredes reconoce que las mujeres ejercen el poder de manera distinta, favoreciendo los intereses de la población femenina.

Criticada por su forma de vestir y seguramente por la de gobernar, reconoce que por ser mujeres han gobernado de forma distinta a la de los varones. Una de las prioridades de su gobierno fue la educación, especialmente para las mujeres.

Su compromiso, durante su gestión, fue el que todas las mujeres tuvieran oportunidades para desplegar todas sus potencialidades. Una de sus grandes preocupaciones, fue la condición de las jornaleras agrícolas.

La historia para Dulce María Sauri, quien fuera gobernadora interina en Yucatán, no fue muy distinta.

Sauri, quien en los actos públicos prefería que su marido se quedará en casa, también fue descalificada en su tiempo, pues existía la creencia que tras sus decisiones en el gobierno había un hombre.

Los hombres perciben como anormal la participación política de las mujeres, opina Dulce María Sauri, quien durante su trayectoria política ha tenido que vencer resistencias al interior de su partido para ocupar distintos cargos.

La actual senadora, acepta que la mujer política debe pagar costos familiares «porque no somos aceptadas socialmente».

Las mujeres entienden el poder de distintas maneras y de acuerdo con su contexto y sus propias aspiraciones. Sin embargo, concluye que el poder es tener capacidad para realizar acciones vinculadas a la transformación de condiciones ante las cuales existe un compromiso.

La legisladora advierte que actualmente se está creando una masa crítica en la sociedad para que se produzca un cambio cualitativo en la participación de las mujeres, para que haya reconocimiento social de que no sólo están transformado su entorno sino que tienen capacidad para hacerlo.

«Absolutamente, las mujeres estamos listas para el poder. La sociedad mexicana tiene capacidad para discernir si quiere a un hombre o a una mujer en la Presidencia de la República, pero hace falta saber si los partidos políticos está preparados para lanzar la candidatura de una mujer».

Reconoce que algunas mujeres de otros países han llegado a poder por herencia o como resultado de un acontecimiento trágico, porque sigue prevaleciendo una cultura que margina a la mujer del ámbito público.

Sauri dijo que el buen gobierno no es una cualidad intrínseca de las mujeres, «lo que sucede es que como hemos sido pocas hemos tenido menos posibilidades de incurrir en errores».

Asegura que la mayoría de las mujeres políticas se preocupan por las otras mujeres y desde la gubernatura yucateca «traté de emprender acciones a favor de ellas, en especial para que las campesinas tuvieran oportunidad para desarrollar actividades productivas a través de financiamientos».

La única perredista de la corta lista de gobernadoras, Rosario Robles, al frente del gobierno capitalino, es reconocida por su audacia al enfrentar al conservadurismo y la Iglesia católica y proponer la ampliación de las causales del aborto legal en el Distrito Federal, iniciativa que tuvo éxito, tras la polémica que desató.

Las mujeres organizadas reconocen en Rosario Robles a la defensora incansable de los derechos de las mujeres, la que igualó los salarios de las mujeres policías en la capital con los de los hombres, y también la que redujo los impuestos para las mujeres jefas de familias.

Pero sin duda su mejor batalla fue la reforma al Código Penal para que las mujeres capitalinas pudieran interrumpir un embarazo de manera legal.

Para la otrora dirigente estudiantil e integrante del Comité Ejecutivo del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (Stunam), «las mujeres hemos abierto espacios, el reto es demostrar que somos capaces».

Desde sus partidos y sus propias ideologías, las cuatro coinciden en que pese a las dificultades las mujeres deben tener mayor participación política reinvindicando su derecho a aspirar al poder para así poder servir.

03/SM/GMT

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