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Cuba: familia en tiempo de cambio

Por Sara Más

Más uniones libres y mujeres jefas de hogar, pocos hijos y cierta inclinación a vivir en pareja -no importa si es con boda o sin ella- se han convertido en rasgos habituales de la familia cubana, cada vez más pequeña en pleno siglo XXI.

«La familia tradicional todavía existe, pero queda atrás», asegura Marta Menéndez, una profesional de 42 años que dice reconocer en su historia personal «los altibajos» por los que ha pasado, en los últimos años, «cualquier familia de este país».

En su casa, explica, vivieron siempre seis personas. Pero después que falleció su abuela y sus padres se divorciaron, quedaron sólo ella, su mamá y sus dos hermanos.

«Luego mis hermanos se fueron de la casa: uno se casó y fue a vivir con su esposa. El otro emigró, se fue en una balsa ilegalmente a Estados Unidos, en l994. Yo me quedé con mi mamá», relata.

Menéndez nunca se ha casado, pero hace 13 años que vive con su pareja en la capital cubana y de la unión nació una niña que hoy tiene nueve años. «Lo importante no son los papeles, sino quererse, entenderse. A fin de cuentas, llevamos una vida igual a la de cualquier matrimonio legalizado», comenta.

Entre viejas y nuevas formas de hacer vida en familia, cubanas y cubanos comparten muchas de las tendencias por las cuales transita la institución familiar en el mundo y en América Latina y el Caribe, aseguran expertos de acuerdo con el Servicio de Noticias para la Mujer de Cuba.

Especialistas identifican algunos rasgos comunes en la región, como la reducción del tamaño de los grupos familiares, heterogéneos y fundamentalmente nucleares; el aumento de las relaciones prematrimoniales; el embarazo adolescente; los hogares monoparentales; las separaciones y las uniones sucesivas, así como la coexistencia del matrimonio formal y las relaciones consensuales.

A todo esto se suman las familias reconstituidas, en las que se unen algunos integrantes de los grupos de origen y familias precedentes, como los hijos de matrimonios anteriores.

Aunque algunas personas se alarman ante lo que consideran una «crisis» que socava los valores más duraderos y sólidos de la institución familiar, otras consideran que esta situación es parte del desarrollo y la evolución necesarios de la llamada célula básica de la sociedad.

«La familia existe sólo como proceso y únicamente podemos analizarla a través de sus transformaciones», asegura María Elena Benítez, investigadora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana y autora de dos libros sobre el tema en Cuba.

Tradicionales históricamente en zonas rurales y entre clases más humildes, las uniones consensuales se han incrementado, lo mismo en áreas urbanas que rurales, según reportan estudios e informes estadísticos del país caribeño. «Este tipo de relaciones no excluye el matrimonio, que a veces se da antes o después», comenta Benítez.

Actualmente, la mayoría de los nacidos vivos en la isla son hijas e hijos de mujeres unidas o acompañadas que no han contraído matrimonio. Mientras que en 1990 el 60 por ciento de los nacidos vivos correspondía a madres en esa situación, hace dos años ese grupo poblacional alcanzaba 73 por ciento.

Se trata de mujeres con un alto nivel educacional e hijos que son reconocidos por sus padres, por lo que llevan los apellidos de ambos. «No tienen significación los reconocimientos forzosos de la paternidad», considera Benítez.

Para Juan Carlos Alfonso Fraga, director del Centro de Estudios de Población y desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas, el incremento de las uniones consensuales merece un estudio más profundo. En su criterio, «se trata de un nuevo tipo de relaciones familiares. No se unen sólo para probar: en Cuba la gente puede casarse y divorciarse si el matrimonio no sale bien, porque el divorcio no es caro», reflexiona.

«Creo que existe un nuevo tipo de unión, internacionalmente, que no se parece a las de hace 40 o 50 años, cuando dejaba de formalizarse el matrimonio por un problema económico, porque casarse costaba», señala el investigador, quien estima que se trata no sólo de un nuevo tipo de pareja, sino de un nuevo tipo de relación familiar que encuentra acomodo en la sociedad y las propias familias.

A la vez, estudios del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente señalan que el matrimonio sigue siendo un ideal de las parejas cubanas, aun cuando en la práctica se opta por la unión consensual.

Con una población de 11 millones 177 mil 743 habitantes, la isla exhibe un equilibrio por sexos, una marcada tendencia al envejecimiento, más de un cuarto de siglo de una fecundidad por debajo del reemplazo y una mortalidad muy baja.

Un tema aparte, con muchas aristas pendientes de análisis, es el aumento de la presencia femenina al frente de las familias. Las cubanas representan 40.6 por ciento de los jefes de hogares, según el censo de 2002, «pero la mayoría de ellas, 65 por ciento, está sola», comenta Alfonso Fraga.

No obstante, el dato habla también de una presencia femenina muy alta en la dirección del hogar, «lo que supone un reconocimiento por parte de los demás miembros de la familia».

Para Marta Menéndez esa historia no es tan novedosa, «porque la vivo en el día a día, en mi casa», asegura. Ella trabaja en un hospital donde ejerce como enfermera, su esposo es pintor independiente y su madre secretaria en una oficina.

Los tres contribuyen a la economía familiar, además de la ayuda económica que, cada vez que puede, le manda su hermano desde Estados Unidos. «A fin de cuentas, si es unida, la familia se sigue ayudando donde quiera que esté», asegura.

*Periodista

05/SM/YT

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