Inicio Cuba: familias y mujeres, entre cambios y retrocesos

Cuba: familias y mujeres, entre cambios y retrocesos

Por Sara Más

Sostén de cubanas y cubanos, albergue de sus afectos y una red inestimable de apoyo en la vida cotidiana, la familia siempre ha sido, para los habitantes de esta isla caribeña, un espacio muy apreciado.

Sean apacibles o tempestuosos, casi gregarios o divididos y repartidos por los más distantes puntos del planeta, sus integrantes sienten alta estima por la vida en familia, según estudios sociológicos de diversas épocas.

Refugio también frente a las adversidades, fue el nicho de supervivencia para la población de la nación caribeña cuando empezaron los años más duros de la crisis económica, tras la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del campo socialista europeo.

Entonces, en casa lo mismo se fabricaba un jabón que se inventaba, casi de la nada, el desayuno de cada día. Las carencias y necesidades llevaron a potenciar la función económica de la familia, de forma muy generalizada.

Ahora, sin embargo, otras circunstancias económicas, también complejas, le imprimen un sello diferente. Al punto de que no puede hablarse, en singular y de modo general, de la familia cubana, sino de muchos tipos de familias, precisa la psicóloga y profesora universitaria Patricia Arés.

Reconocida estudiosa del tema en Cuba y doctora en Ciencias Psicológicas, Arés conversó con SEMlac acerca de lo que sucede puertas adentro del hogar, donde la vida se ha visto atravesada, desde varios puntos de vista, por el complejo panorama económico.

– ¿Cómo definiría a la familia cubana actual?

– Estamos –responde Patricia Arés– en un momento en que hay una gran diversidad de estructuras, arreglos familiares y heterogeneidad con relación a las formas de reinserción socioclasista.

«Es difícil hablar de tendencias que representen a la mayoría de las familias cubanas y esa es una primera realidad que interfiere un poco en la manera en cómo hablábamos antes de la crisis.

«Entonces muchas características apuntaban a ser homogeneizantes, en un contexto social donde las políticas trataban de representar a una gran mayoría. Posterior a la crisis, varios signos indican que hay configuraciones familiares cubanas que hasta cuesta trabajo clasificar».

– ¿Como cuáles?

– En la última caracterización, acorde a cómo se da la combinación entre el capital económico, el cultural y el social de las familias, encontramos diversidad de relaciones. Hay grupos de alto capital económico y bajo capital cultural y social; las de alto capital económico, cultural y social; las que poseen un alto compromiso social y capital cultural, pero escasos recursos económicos; y aquellas con bajo capital en todos los sentidos.

«Los rasgos de identidad se generan según se van dando esas combinaciones y se aprecian entonces cambios en el papel de las mujeres al interior de estos grupos».

AQUÍ TAMBIÉN, FEMINIZACIÓN DE LA POBREZA

– ¿Es el caso del incremento de las jefas de hogar?

– Las de bajo nivel cultural, educacional y económico son las familias de la vulnerabilidad, que están en la franja de lo que podemos llamar ‘pobres o de la marginalidad’. Sí, hay muchas familias monoparentales al interior de este grupo, de mujeres solas a las que se les asigna entonces la jefatura. Pero ellas sostienen una realidad compleja, difícil económicamente, con pobre cobertura de las políticas sociales.

«Es un tipo de liderazgo desde la precariedad, organizado en torno a mujeres ya sean madres, tías o abuelas que sostienen la presión doméstica, hacen pequeños trabajos por contrataciones o en la economía sumergida y, de alguna manera, están muy pegadas a la subsistencia, a la función económica.

«Aquí aparece mucho el embarazo adolescente, la reproducción intergeneracional de algunos patrones de género que parecían superados, como el abandono paterno; la pluripaternidad de mujeres solas, pero con dos o tres hijos de padres distintos; la maternidad soltera.

«Desde un lugar son jefas, toman decisiones, pero no lo veo como conquista o avance social, porque están muy ligadas a la precariedad.

«Lamentablemente, muchas son de la raza negra o mestiza y su índice de dependencia es elevado, pues sus hijas e hijos apenas tienen pensiones y ellas tienen que trabajar, sin capital acumulado de ningún tipo.

«Estas familias son contratadas muchas veces por otros grupos de familias como sirvientas, empleadas domésticas, limpiando escaleras de edificios, planchando, cocinando. Las mujeres sirven así de mano de obra barata a otros grupos familiares.

«Ha habido una realidad social que ha atado mucho a la mujer en este tipo de familias vulnerables. Estudios diversos dan cuenta que estas familias con bajos capitales pertenecen a asentamientos marginales, con condiciones socioeconómicas desfavorables. Las políticas no han podido favorecerlas y la movilidad social ha sido muy lenta, aun cuando en ese grupo hay estudiantes universitarias.

«Aunque no igual que en otras partes de Latinoamérica, es parte de la feminización de la pobreza. Frente a ese hay otro grupo extremo, que es el de los nuevos ricos».

MEDIOCRACIA: RIQUEZA Y MAL GUSTO

– ¿Y qué sucede entonces con las mujeres de esas otras familias?

– Ahí tampoco veo adelantos de la mujer. Se trata de grupos que, por determinadas razones laborales, han tenido una economía ascendente, no por la vía del desarrollo universitario o profesional, sino por el trabajo por cuenta propia (sector con pequeños negocios y servicios por iniciativa privada), desde sectores emergentes, los vinculados a las empresas mixtas, entre otros.

«Es lo que hemos llamado la ‘mediocracia’: de repente tienen un poder económico considerable, con bajo potencial cultural. Estas familias contratan a las vulnerables, y así aparecen subordinaciones y hegemonías de poder al interior de estos grupos, de manera espontánea.

«Hacen un uso diferente de la ciudad, son una clase naciente, sin un capital cultural elevado ni un compromiso social. Son las familias del mal gusto, una clase social muy chocante para la sociedad cubana.

«Ahí se está dando una situación social muy delicada, son los que digo que se están exiliando al interior de Cuba, con muy poca implicación social.

«Hacen uso incluso de la cultura más kistch, de importación.

«La posición de la mujer, en estos grupos, es la de tener un patriarca que la mantenga y represente, es el paradigma de la mujer de la familia tradicional burguesa. Sin embargo, hay familias donde sí se observan rasgos de desarrollo».

– ¿Cuáles serían esos grupos donde hay indicadores de progreso?

– Hay un grupo de profesionales que tenían salarios oficialmente altos, que ahora tienen un capital económico bajo. Son las personas de los grupos de la llamada ‘generación del protagonismo’, muy vinculadas a los proyectos sociales. Como rasgo de identidad, a este grupo se les van las y los hijos que emigran porque han visto la frustración de la madre y el padre y ahí la posición de la mujer sí muestra rasgos de desarrollo, en cuanto a sus estrategias de conciliación de la familia y el trabajo.

«Se apoya mucho en su madre y su propia familia para defender la profesión a toda costa, con cierta necesidad de mantener su protagonismo, incluso por encima de la relación de pareja. Por eso en ese grupo hay muchas mujeres divorciadas, dos, tres veces.

«La nueva generación ha incorporado de forma diferente al esposo, que tiene otro lugar dentro de la pareja, y ha postergado la maternidad para defender su profesión. La generación anterior tuvo un costo grande en divorcio y la joven no: está incorporando a la pareja, hay otro nivel de diálogo y posicionamiento dentro de la pareja.

«Pero ese sector profesional ha tenido un costo muy grande, sobre todo la generación que ronda los 50 años de edad, por el tema del desprendimiento de las y los hijos. Son mujeres que han estado entre dos emigraciones, la de sus padres y la de los hijos.

«Pero cuando lees la valoración de la familia, la legitimación que va haciendo del desarrollo social, reconoces el avance de la mujer, con un tremendo compromiso social con su profesión, que va armando estrategias que van consolidando cada vez más su lugar dentro de la familia y de la sociedad.

«Las profesionales jóvenes se van posicionando no desde la jefatura de la precariedad, sino del verdadero protagonismo. Si bien son familias que han vivido una frustración porque tenían salarios altos y descendieron económicamente, hay una continuidad generacional de compromiso y participación. Al igual que hay una reproducción de la precariedad, hay una reproducción del interés profesional y del espíritu de estudio y superación».

07/SM/GG/CV

Este Web utiliza cookies propias y de terceros para ofrecerle una mejor experiencia y servicio. Al navegar o utilizar nuestros servicios el usuario acepta el uso que hacemos de las cookies. Sin embargo, el usuario tiene la opción de impedir la generación de cookies y la eliminación de las mismas mediante la selección de la correspondiente opción en su Navegador. En caso de bloquear el uso de cookies en su navegador es posible que algunos servicios o funcionalidades de la página Web no estén disponibles. Acepto Leer más

-
00:00
00:00
Update Required Flash plugin
-
00:00
00:00
Ir al contenido