Inicio Cuotas mínimas: espacio de legalidad, no de legitimidad

Cuotas mínimas: espacio de legalidad, no de legitimidad

Por Lucía Lagunes Huerta*

La carrera por lograr un lugar dentro de las listas partidarias para ocupar una curul en la Cámara de Diputados Federal entró a su recta final, ya que a finales de este mes, cada partido registrará en su interior sus candidaturas. Las aguas se están moviendo, desde hace rato las reuniones chiquitas y grandotas para intentar articular una acción y garantizar la cuota de género están ahí, dentro y fuera de los partidos, en el movimiento feminista, entre legisladoras.

Lograr que lleguen las feministas es, sin duda, más que una necesidad una urgencia. En momentos oscuros, las feministas con habilidad política, de negociación y suma de esfuerzos son indispensables.

Las feministas han ensayado muchas formas para ingresar a la política legislativa, han creado distintas instancias, han propuesto leyes, como la cuota de género, han peleado dentro de las instituciones políticas para ser reconocidas en la aplastante política masculina, donde el interés personal se vuelve el faro de sus decisiones y actuaciones.

Lo que siempre nos ha salvado es la reflexión, el análisis no sólo del cómo sino del para qué. Y en estas épocas se hace más que necesario saber para qué se ingresa a la política, para qué se quiere ser candidata, para qué se quiere representar a las mujeres, para qué… Y la segunda pregunta: con quién. Pregunta no menor cuando de alianzas se trata, pues al equivocarse, los costos que hay que pagar son altos.

Al hacer este análisis es necesario hacer los balances, la situación actual y la correlación de fuerzas, y no olvidar que la cuota de género o acción afirmativa ha sido utilizada vulgarmente para lograr los intereses de corrientes y grupos.

Se ha presionado a las mujeres y, en otros casos en acuerdo con ellas, a ser titulares para cumplir el requisito, bajo el pacto de renunciar una vez logrado el cargo para que el suplemento quede.

En la legislatura pasada vimos a las madres renunciando para que el hijo quedara. Por ello recientemente dentro de las resoluciones del IFE se vigilará los parentescos representados en las candidaturas. Práctica que desvirtuó la lógica de la acción afirmativa.

Cuando las feministas plantearon estipular cuotas mínimas para lograr que las mujeres ingresaran a los ámbitos de decisión y de representación popular, partieron del reconocimiento de la desigualdad en la cual las políticas se desarrollan. Garantizar un número mínimos de ellas se veía como el camino viable para construir la paridad.

Sin embargo, aquello que se pensó como el piso mínimo, poco a poco, gracias a las prácticas antidemocráticas de los partidos políticos, se revirtió contra las mujeres, volviendo en techos blindados, en espacios de legalidad, pero no de legitimidad, en muchas de los casos. Son espacios donde los partidos creen cumplir con las mujeres y la democracia si cumplen formalmente el número, sin transformar ni la visión ni la lógica electoral interna y externa.

El reto sigue siendo lograr que dentro del imaginario social, que dentro de la lógica política y su praxis, se reconozca a la población femenina como igual. Que en el momento de la negociación no seamos consideradas «grupo», y en ridícula definición «grupo minoritario», cuando somos la mayoría de la población.

Creer que la cuota de género es un trámite burocrático, que se concibe como «dar concesiones a las mujeres», y no como un instrumento para garantizar el ejercicio de un derecho –el de la participación política femenina– sigue siendo un modo de pensar de los políticos del siglo XXI, los políticos «modernos».

Recordemos la argumentación del diputado panista Diódoro Carrasco el año pasado al momento de elegir a las y los nuevos consejeros electorales: a él la cuota no le importaba, porque decía que el tema era un asunto de «capacidades». Por desgracia, como él todavía hay muchos que no entendieron la propuesta.

A lo largo y ancho de nuestro país, hemos visto cómo los partidos políticos encuentran la forma para saltarse la cuota y nominar a mujeres como candidatas, hemos visto cómo la competencia política sigue siendo un terreno desigual, en donde la desventaja sigue estando del lado de las mujeres, quienes cuentan con menos recursos económicos al momento de hacer campañas, por ejemplo.

Hay quienes, ante la presión del grupo, aceptan ser la «titular», a sabiendas que al momento de ganar deberá dejar el lugar a su suplente, porque en el fondo se sigue creyendo que quien merece el puesto es el hombre, por ser el «líder».

¿Cómo se logrará revertir esta lógica perversa en la cual se desarrolla la política hoy en día, cómo lograr el respeto del movimiento feminista al momento de la negociación política, cuando de exigir una representante se trata?

Es urgente, si realmente queremos dar pasos sólidos para la construcción democrática del país, lograr no sólo el discurso a favor de las mujeres y de los compromisos «indudables» que los políticos tienen con las mujeres y su participación política; dejar atrás la simulación y construir una verdadera lógica democrática, donde la paridad sea una realidad cotidiana. Se sabe: ninguna democracia puede basarse en la exclusión ni la discriminación.

Nuevamente estamos antes el reto, nuevamente los partidos se enfrentan a escrutinio público, veremos de qué siguen estando hechos y hasta dónde la democracia tiene cabida en ellos.

* Periodista y feminista mexicana, coordinadora general de Comunicación e Información de la Mujer, AC (CIMAC).

09/LLH/GG

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