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De casada a divorciada: un asunto de género

Por Alejandra Buggs Lomelí

El divorcio, del latín “divortium”, es la disolución del matrimonio y se refiere al proceso que tiene como intención dar término a una unión conyugal**.
 
En este proceso, tanto mujeres como hombres viven una serie de emociones que en muchos momentos son difíciles de resolver por todo lo que está implícito en ellas, sin embargo no es un proceso que asuman de la misma manera mujeres que hombres.
 
Es un hecho que las diferentes religiones aún en la actualidad rechazan el divorcio, en parte por la posibilidad de libertad personal que implica especialmente para las mujeres.
 
El gran miedo de las mujeres a perder su identidad es porque desde el imaginario social y cultural ellas consiguen su identidad de mujer cuando se casan y es el cura, rabino o reverendo quien le otorga su “título de mujer” cuando les dice “los declaro marido y mujer”.
 
Es entonces cuando el hombre que ya es hombre se convierte además en marido y la mujer que parece que no lo era se convierte en mujer.
 
Partiendo de esta base podemos comprender entonces por qué cuando una mujer cambia su estatus de casada a divorciada se siente socialmente desvalorizada, porque siente que pierde  subjetivamente además de otras cosas, su identidad de mujer.
 
Aun cuando algunas cosas han cambiado, la sociedad sigue siendo la juez más implacable y discriminatoria con las mujeres divorciadas, independientemente de si fue la mujer o el hombre quien decidió la separación.
 
Existe una diferencia de género entre mujeres y hombres en cuanto a los motivos que les llevan a separarse. La experiencia en la consulta psicoterapéutica refleja que los hombres tienden más a tomar la iniciativa de separarse cuando han ya iniciado otra relación de pareja, o cuando optan por un estilo de vida en pareja sin compromiso afectivo.
 
Por el contrario, las mujeres cuando deciden separarse lo hacen después de mucho tiempo de pensarlo y de darle varias oportunidades al matrimonio, y como última opción ante una relación destructiva o violenta.
 
Enfoquémonos específicamente a las emociones que vive una mujer ante un proceso de divorcio en una sociedad patriarcal y machista como en la que vivimos.
 
Cuando una mujer experimenta un proceso de separación y/o divorcio, las implicaciones emocionales se enfocan en la afectación de su autoestima por el duelo que vive al perder no sólo a su pareja, su matrimonio y a veces a sus hijas e hijos, sino también vive la gran pérdida de dejar de ser la mujer en la que se “convirtió” al unirse a esa pareja que le dio su “lugar” de mujer.
 
También puede sentir un profundo fracaso personal al enfrentarse a su falta de autonomía especialmente económica y al darse cuenta de su dependencia emocional, lo que lleva a la mujer a vivir su soledad de una forma muy negativa.
 
Cuando la mujer decide separarse de una relación de abuso tiende a sentir miedo para enfrentarse a su nueva vida, tiene miedo también a ponerle límites a su ex pareja, y experimenta mucho enojo al darse cuenta de todo lo que aguantó en esa relación.
 
Por otro lado, cuando es la pareja quien decide separarse, la mujer se ve obligada a aceptar la separación sin así desearlo, sintiéndose más anclada al sentimiento de amor, y generando culpa por haber sido abandonada, lo que le obstaculiza el desarrollo de una actitud más asertiva y activa para retomar o rehacer su proyecto de vida.
 
En la consulta he podido constatar que hay mujeres que ante el proceso de divorcio se les ha dificultado la adaptación a los cambios que enfrentan y continuar con su vida. Cuando esto  sucede se presentan un sinfín de síntomas emocionales como depresión, ansiedad y baja autoestima, presentes constantemente en un conflicto interior sin resolver.
 
Es bien claro que las consecuencias del divorcio son sumamente dolorosas tanto para mujeres como para hombres y afectan todas las áreas de la vida de la persona que se está divorciando: personal, social, familiar, emocional y sexual.
 
Sin embargo, la mujer por su condición de género se enfrenta ante la vivencia de emociones mucho más profundas como dependencia, culpa, rabia, miedo y soledad cuando está pasando por un proceso de divorcio.
 
Es entonces necesario que para que este duelo lo vivan con más fortaleza, se permitan buscar un espacio psicoterapéutico donde sean capaces de trabajar con todas las emociones generadas no sólo por la pérdida emocional, sino por la carga social que esto implica especialmente para las mujeres.
 
**Fuente: Wikipedia en español.
 
www.saludmentalygenero.com.mx
 
*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial y especialista en Estudios de Género.
 
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