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Debaten mujeres de 103 países en Congreso Internacional

Por la Redacción

Promover la equidad de género y los derechos de las mujeres constituye uno de los ocho Objetivos del Desarrollo del Milenio para el 2015, establecidos por la Organización de Naciones Unidas (ONU), una meta que parece poco probable de cumplirse, señala Prensa Latina en su Especial Mujeres del Tercer Milenio, ya que persiste un elevado grado de exclusión que padecen millones de mujeres en el mundo.

Con este panorama la capital venezolana recibe, del 9 al 17 de abril, a más de cinco mil delegadas al XIV Congreso de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM), procedentes de 103 países y 212 organizaciones, quienes debatirán en torno a cómo encaminar la lucha para que la equidad de género sea verdaderamente una meta explícita de los gobiernos.

El Congreso de la FDIM se celebra por primera vez, en 61 años, en una nación de América Latina y contribuirá a acercar el debate a nuestros pueblos y estimular la unidad en la lucha por la causa de las mujeres del mundo, informa Prensa Latina.

El imperativo de la igualdad y el respeto de los derechos de las mujeres es aún una quimera en más de tres cuartas partes del planeta, con índices alarmantes de analfabetismo, desempleo y pobreza extrema.

Es elevado el grado de exclusión en América Latina y El Caribe, sureste de Asia, norte de África y Medio Oriente, sin que estén exentos algunos segmentos de mujeres del mundo industrializado, «sobre todo por la amplia brecha que todavía las separa de los hombres en cuanto a ingresos se refiere».

El mantenimiento de las diferencias de los ingresos y las posibilidades de empleo, es la principal causa de la feminización de la pobreza».

MUNDO LABORAL

Los efectos de la globalización se dejan sentir especialmente en las

mujeres, quienes en abrumadora mayoría, permanecen atrapadas en trabajos mal retribuidos, con frecuencia en la economía informal, sin amparo legal, con poca o ninguna protección social y elevado grado de inseguridad, apunta.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la participación femenina en el empleo total apenas creció en los últimos 15 años, pues de un 39.7 por ciento a principios de la década de los 90, tan sólo subió al 40 en 2006.

«Como consecuencia, las mujeres representan cada vez una proporción más grande tanto de los pobres del mundo, como de la población en edad laboralmente activa desempleada».

DIFICULTADES EN AL Y EL CARIBE

Pese a ciertos avances, las mujeres latinoamericanas y caribeñas apenas representan el 40 por ciento de la población económicamente activa en las áreas urbanas, según la OIT.

Su tasa de participación en el mercado laboral creció de 39 por ciento en 1990 a 52.4 en 2006, una alza no puede verse como elevada pues son el empleo doméstico y los servicios las bases de ese crecimiento.

Por ello, la brecha en los ingresos es una de las más grandes, ya que apenas perciben sueldos equivalentes al 68 por ciento de los salarios de los hombres, sin obviar que todavía ellas enfrentan muchas más dificultades para ser contratadas.

Incluso, aún cuando tengan niveles similares o superiores de calificación, las latinoamericanas y caribeñas ganan como promedio sólo el 72 por ciento de lo devengado por los representantes del sexo masculino.

Vergonzoso resulta también el hecho de que la mayoría de las que actualmente sobrepasan los 65 años no reciben jubilación o alguna forma de pensión debido a que han trabajado en el sector informal o en el servicio doméstico, tareas en las que probablemente apenas tuvieron horas de descanso, ni licencias pagadas.

CARGOS DE REPRESENTACIÓN

Es cierto que en AL aumenta el número de figuras femeninas en puestos claves de gobiernos y grandes empresas, lo cual no puede verse esto con un sesgo de género en las políticas de áreas claves de nuestros países, tradicionalmente dirigidos por hombres. Lo importante es, sin embargo, lograr una incidencia en políticas que realmente promuevan la equidad de género y el respeto pleno de los derechos de ellas, enfatiza Prensa Latina.

Una presidenta en Chile, una primera ministra en Jamaica, varias ministras en Argentina, Venezuela y Cuba, son algunos ejemplos que muestran avances en el camino a favor de la igualdad de la mujer. La llegada a cargos de máxima responsabilidad es apenas uno de esos derechos y, por tanto, sólo un paso.

No es suficiente para mejorar las condiciones de vida de las mujeres –278 millones en AL y El Caribe frente a 273 millones de hombres–, si no se aterrizan en transformaciones con perspectiva de género.

En 2004, el presidente salvadoreño Antonio Elías Saca sorprendió al designar a Yolanda de Gavidia como ministra de Economía.

Sin embargo, la designación de Gaviria no propició un cambio hacia la mayor equidad de género — sus decisiones no están aisladas del gobierno que la nombró—, ni se cumplieron las promesas presidenciales para impulsar el desarrollo de las mujeres a través de créditos y guarderías, entre otras. Por el contrario la gestión de Saca, favorable a los tratados de libre comercio, obstaculiza mucho más el ansiado desarrollo de las mujeres.

Otro caso es el de Cuba, donde el porcentaje de profesionales universitarias y técnicas supera a los hombres, y las posibilidades de superación y desarrollo son similares.

07/GT/CV

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