La Premio Nobel de la Paz 1992, la guatemalteca Rigoberta Menchú Tum, urgió al presidente de México, Vicente Fox, a promover una reunión extraordinaria de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), para detener la invasión de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Irak.
En una carta la indígena pidió a Fox que cumpla un papel histórico en defensa de la vida y dignidad del pueblo iraquí, luego de que el pasado 1 de abril el embajador de México ante la ONU, Adolfo Aguilar Zínzer asumió la presidencia del Consejo de Seguridad del organismo durante este mes.
Menchú pidió a México que convoque a sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU, para que los países que representan a más del 90 por ciento de la población mundial expresen su rechazo a la invasión de Irak y pongan fin a esta nueva aventura bélica de Estados Unidos, que será larga.
«Hoy, a casi dos semanas del inicio de las hostilidades, y fecha en que México asume la presidencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, deseo expresarle mi profunda preocupación por los resultados de esta tan ilegal como inadmisible agresión», afirma Menchú en el documento, difundido por la fundación que lleva su nombre.
«Y urgir a su gobierno a hacerse eco de los millones de voces que no cesan de levantarse contra la guerra en todo el mundo y cumplir un papel histórico en defensa de la vida y la dignidad del indefenso pueblo iraquí así como de la maltrecha legalidad internacional», agrega.
La Premio Nobel señaló que la invasión a Irak y las masacres de su población civil emprendidas por Estados Unidos y un pequeño grupo de países, representan, inobjetablemente, un acto de agresión unilateral que contraviene expresamente el Artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas, constituyendo un delito internacional.
Condenó la parálisis de la comunidad internacional, que ha sucumbido a la presión estadounidense y ya se reparte el botín «mientras el delito político permanece impune y sus perpetradores dispuestos a continuar –insaciables– derramando sangre inocente», apuntó en el documento fechado el 1 de abril.
Sostuvo que su conciencia «–como estoy segura que la suya–» se sobresalta cada vez que ve las desgarradoras imágenes que difunden los medios en la cobertura de la «carnicería en directo».
Niños mutilados, cuerpos de hombres y mujeres volando por los aires, en un espectáculo dantesco, cuya única explicación –según el presidente Bush– ya no es el desarme de Irak, ni siquiera el derrocamiento del régimen que lo gobierna sino, simplemente, la demostración autocomplaciente de que Estados Unidos puede hacer eso porque tiene con qué hacerlo, mencionó.
Esas conductas, a las que calificó de prepotentes, constituyen delitos de genocidio y terrorismo de Estado que se han convertido ya en crímenes de lesa humanidad, y –por experiencia propia-, agregó, «no hay mayor aliciente para persistir en ellos, que dejarlos en la impunidad».
Por ello, abundó, independientemente de las acciones que se puedan encaminar ante los entes jurisdiccionales y de la suerte que puedan correr dichas acciones a la luz de los recientes antecedentes, «me dirijo a Usted para instarle a que en esta oportunidad México salve la honra de la humanidad».
2003/PR/MEL
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