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Defienden en Argentina dignidad de recolectoras de basura

Por Cecilia González

Hace apenas seis meses que comenzó a recolectar papel, plástico, aluminio, cartón, vidrio y todo aquel material que pudiera ser reciclable para venderlo, pero hoy Gladys Vargas ya puede presumir de ser la vicepresidenta de la única cooperativa integrada exclusivamente por mujeres «cartoneras» que existe en Argentina.

Son 16 mujeres que cada tarde comienzan a hurgar en la basura para separar los materiales que puedan vender a las empresas recicladoras. Así, ellas se suman a los 60 mil argentinos que se dedican hoy a este oficio que se expandió a partir de la crisis política y económica que azota a este país desde diciembre del año pasado.

Gladys tiene 40 años, y con el vientre abultado por un tercer embarazo participa en el Foro Internacional de Mujeres contra la Corrupción para exponer la organización de la Cooperativa «Mujeres por la Dignidad Alicia Moureau de Justo», bautizada así en honor de quien representa uno de los principales iconos de la lucha de mujeres en la Argentina.

«Nosotras recuperamos materiales que pueden volver a servir, pero al mismo tiempo nos recuperamos a nosotras. Buscamos un lugar de dignidad, un sentimiento que en estos tiempos está tan diezmado porque el neoliberalismo nos excluyó del sistema a quienes sólo éramos amas de casa», explica Gladys.

«Somos mujeres comunes que lo único que pretendemos es mejorar nuestra calidad de vida», continúa; «no nos interesa acogernos a los programas sociales para no atarnos a que funcionarios de tercera nos den una ayuda. De esta crisis sólo saldremos trabajando y la separación de materiales es un trabajo tan digno como cualquier otro».

En mayo, bajo la asesoría del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Argentina, 16 mujeres del barrio de Lomas de Zamora, ubicado en la zona metropolitana de Buenos Aires, se organizaron como cooperativa porque, explica Gladys, las convenció la idea de trabajar con base en una política de búsqueda de consenso, en una estructura en la cual todos los cargos se van rotando entre las integrantes.

«Todo mundo piensa que la mujer no puede hacer cosas. Nosotras pensamos que la mujer debe hacer cosas, es una obligación participar en la construcción de nuestro destino personal y social. Y con la cooperativa nos apuntalamos como personas», dice.

Por parte de sus esposos, hermanos o hijos varones este grupo de mujeres no encontró grandes resistencias. Claro, en medio de la crisis, cualquier entrada económica no sobra. «Y si alguien se resistía, no le íbamos a hacer mucho caso, ¿viste?», dice entre risas.

Además del crecimiento en el número de sus integrantes, la Cooperativa ya se organiza para ampliar su trabajo. «Queremos producir algo, aún no sabemos qué, pero que el fin no sea únicamente recoger los materiales y revenderlos, sino ligarnos con otras cooperativas porque, definitivamente, nosotras creemos en la labor de conjunto».

       
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