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Demandan trabajadoras sexuales reconocimiento

Por Silvia Magally


Trabajadoras Sexuales Independientes demandaron a la Subsecretaría del Trabajo y Previsión Social el registro y reconocimiento de su actividad como trabajo no asalariado tras exigir el cese de operativos de la policía capitalina.

En conferencia de prensa en Casa Talavera, integrantes de este movimiento -que surgió a raíz del Cierre del Centro de Atención Integral a Sexoservidoras (CAIS) en la zona de La Merced- denunciaron la represión en su contra a través de operativos selectivos para obligarlas a comprar protección de las mafias policíacos, los juzgados cívicos, madrotas y padrotes.

Tras informar que solicitaron audiencia con el secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Joel Ortega Ayala, para tratar la problemática, Jessica Ramírez pidió que en la Ley de Cultura Cívica esta actividad deje de ser considerada como falta administrativa.

En una misiva dirigida al funcionario capitalino, las trabajadoras sexuales dijeron tener propuestas de solución justas e integrales a la situación que viven en la ciudad como el cuidado de las calles donde trabajan, buscando la convivencia respetuosa con la vecindad y denunciando los actos que generan intranquilidad y molestia en las calles .

Denunció la extorsión por parte de los juzgados cívicos que les exigen hasta 400 pesos para dejarlas en libertad en lugar de pagar multas hasta por 900 pesos y los llamados «politour» durante los cuales los patrulleros «pasean» a las trabajadoras sexuales, las presionan psicológicamente hasta que les paguen al menos 200 pesos a cambio de dejarlas en libertad.

Jessica señaló que los operativos se han incrementado, principalmente en la delegación Iztapalapa y en el Sistema Colectivo de Transporte Metro, en las estaciones de Revolución, Chabacano y San Antonio Abad.

Argumentó que las trabajadoras sexuales generan una fuerte derrama económica, son sustento principal de muchas familias así como de hoteleros, taxistas y a cambio son castigadas en una sociedad donde la sexualidad es satanizada.

Muchas veces hay que estar parada hasta ocho horas –expuestas a vejaciones ya que les llegan arrojar hasta orines-, para trabajar un rato por 100 pesos respondió ante la inquietud de una de las reporteras con relación a sus percepciones.

EL MACHISMO DEJA CICATRICES

Cubierta con un velo negro, al igual que otras de sus compañeras, Corina relató su historia, triste como la de las demás. De muy joven, dijo haberse dedicado al trabajo doméstico.

Yo quería estudiar, quería ser enfermera, pero debido a la cultura machista me negaron el apoyo para mis estudios, en cambio a mi hermano, por ser varón, le pagaron una carrera, «pues tendría que mantener a una familia».

Mi destino fue un marido borracho e irresponsable. Con llanto, Corina recuerda esta etapa de su vida, momentos en que sus deseos de estudiar sólo o causaron la burla familiar. «Yo quería ser diferente, quise ser mejor, pero no tuve de otra».

«Mi niñez, mi adolescencia y mi adultez fueron un fracaso, por eso ahora cobro bien como sexoservidora para asegurar mi vejez», dijo Corina.

Víctimas de los abusos policiacos y de constantes amenazas viven estas mujeres entre ellas, Lorena Cruz, quien cuenta que muchos clientes las golpean e incluso las asaltan para quitarles el poco dinero que llevan consigo. Nos consideran lo peor de la sociedad.

Alex Rojas comentó que como independientes, estas trabajadoras y están tratando de evitar pagar por la seguridad. ¿El costo? Hasta 36 horas de arresto o el pago de multas de 900 pesos.

Detrás del velo negro se oculta el rostro de Ana, quien criticó a la sociedad machista y conservadora que condena a las mujeres que se dedican al sexoservicio.

No obstante, como el resto del grupo se dijo dispuesta a defenderse y a no continuar siendo explotada. Todas se mantienen firmes en su lucha por lograr independencia y porque ninguna trabajadora sexual «tenga un padrote».

Por último, reivindicaron la dignidad del movimiento y mostraron a la prensa el video «Las calles también son nuestras», realizado por la feminista Ruth Frolich.

2005/SM/SJ

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