Todos los miércoles desde hace una década, la sexagenaria Kim Soon Duk y otras siete mujeres protestan frente a la embajada de Japón en Seúl porque el gobierno japonés se niega a asumir la reparación del daño a las esclavas sexuales de los soldados nipones durante la Segunda Guerra Mundial que sobreviven hasta hoy.
Desde que Kim sale a protestar, ocho primeros ministros japoneses han pasado por alto las demandas de las siete mujeres.
Sus compatriotas sudcoreanos han perdido el interés en este movimiento, en vísperas de la Copa Mundial de Futbol, especialmente ahora que Corea comparte el evento millonario con Japón.
«Esta bien compartir la sede del Mundial con Japón, pero no pueden hacer a un lado nuestras peticiones sólo por el bien del deporte» declaro Kim Soon Duk a la prensa local.
Muchas mujeres dicen que nunca podrán perdonar a Japón, donde se acaba de aprobar un libro de texto de historia, escrito por historiadores de derecha que ni siquiera mencionan a las esclavas sexuales.
Corea fue colonia japonesa de 1910 a 1945 y en ese tiempo forzó a miles de personas a trabajar en las minas. Kim Soon Duk es una de las dos mil mujeres que reclutó el ejercito japonés de Corea, China, Filipinas y otros países de Asia, para servir sexualmente a los soldados, a fin de mantener el «orden» y que éstos no fueran a buscar sexo en otros lugares.
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