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Desde la oscuridad, podemos generar luz e ignorar la muerte

Por Aurora Sansores Serrano/enviada

La cuarta mesa del Primer foro internacional de poesía «La mujer rota» se convirtió en un día doloroso, pero también de resurrección de la libertad, al hacerse patente la problemática de las mujeres en temas como la violencia familiar, violación sexual y el abandono, en vivencia propias de las participantes.

«¿Cuándo opté por rotar para dejar de ser rota?», se preguntó Patricia Velasco y se contestó «no tengo la fecha exacta, solamente fue, comenzó a ocurrir un día cuando vi en el espejo a una mujer que me repetía, como en oración: es tuyo el amor y la «complitud» que de él emana solo puede traerte perfección en lo que emprendas, fuerza en tu paso, poder de dar, armonía en tu misión de amar, amándote. La obra suprema eres tú y de tu interior parte lo que quieras repartirle al mundo».

Recalcó que si las mujeres son dadoras, las que encienden la luz, aun en la oscuridad más aterradora, en la utópica debilidad que culturalmente les ha sido asignada, y desde el suelo en el que muchas se han arrastrado, estiran el brazo para alcanzar el interruptor de luz.

Consideró que la marginación, la injusticia, la violación y el maltrato son realidades que han heredado las mujeres, generación tras generación, un abuso que devino de las estructuras sociales establecidas para dar «seguridad» a la continuación de las especies dentro de normas que controlan a ser humano, las cuales pretendieron minimizar el poder de un género que supusieron competencia.

Afirmó que ella vivió muy de cerca, desde que tuvo uso de razón el feminismo de su madre y sus contemporáneas, las roturas que heredaron de la rigidez, de la aridez en el contacto físico, de la falta de muestras de amor de los dadores de su vida. «Y no hablo del padre ni de la madre, ya no voy a dividirlos, porque de esas «perfectas estructuras», a mí y a las de mi generación nos ha tocado parte de esa partida de madre».

La poeta recalcó que a las madres de las mujeres de su generación les tocó pelear una gran batalla, la de exigir de vuelta los derechos que les fueron arrebatados, pero esa batalla aún no termina, porque, aunque ciertamente ellas llevaron la peor parte, la de las uñas y los dientes, la de la ruptura y la del juicio, las nacidas justo en esa batalla y durante los siguientes 25 años, han de replantear la pelea.

Significó que las mujeres de su generación nacieron sabiendo que tienen derecho a muchas cosas por la que sus madres pelearon, por eso les toca reconocer el origen, tomar conciencia de que hacen y siguen haciendo lo mismo que sus bisabuelas, abuelas y madres han hecho: amar.

Señaló que nacieron en un terreno de batalla ya caminado y su batalla no es contra el mundo sino por el mundo y por reconocer el amor en su propio ser, en su inteligencia «repetimos el dolor y lo estamos proyectando como realidad una y otra vez. Hay un período de reconocimiento del dolor, luego viene la catarsis; pero pienso que debemos enfocar nuestra energía más en el amor y menos en el dolor para comenzar a nombrarnos restauradas, sanas y nuevas».

Finalmente reafirmó su creencia en el poder de la palabra, en el verbo que significa movimiento, que se origina al interior de cada una, agradeció a sus antecesoras que abrieron la brecha para la libertad que hoy goza y porque gracias a ellas hoy sabe que el amor, la que a su sustancia origina el movimiento, «lo reconozco, lo nombro sin miedo, y presiento que es este el camino para continuar pugnando por la libertad de muchas otras mujeres, porque desde el amor no hay competencia, hay justicia.

ABUSO Y SILENCIO

Quizá una de las ponencias más realistas y dolorosa, pero también muy valerosa, fue la de la psicóloga Rosa Chávez Cárdenas, con el tema del abuso sexual, tema que, dijo, no se aparta de su motivación personal porque ella fue abusada en su infancia.

Dijo que la esa experiencia marcó su vida al grado de convertirla en una especialista en su trabajo profesional como psicóloga, lo que, de alguna manera, la empatía con las afectadas constituye una casualidad que motiva a los que han sido víctimas a manifestarse y expresarlo, liberando la carga que representa reprimir un trauma tan doloroso que deja cicatrices en su vida.

Explicó que el 80 por ciento de sus pacientes han sufrido abuso sexual, sin necesidad de publicitarse como especialista en ese rubro, y cuando comparten sus tristes historias de vida: entradas y salidas al psiquiátrico, cuentas enormes en fármacos que les causan efectos colaterales y no mitigan el dolor, la dificultad para sentir placer sexual y las relaciones de abuso con sus parejas, confirman que el fenómeno de sincronisidad actúa.

La también homeópata y terapeuta familiar, significó que quienes han sufrido esta violencia sexual de pronto rompen el silencio por años guardados, ese dolor que los mecanismos de defensa inconsciente como la negación, la racionalización o la intelectualización permiten «olvidar» el suceso como medida para evitar el dolor «la negación convierte en una amnesia total que guarda el hecho en lo más recóndito del inconsciente para que nadie se entere».

Reconoció que la teoría y la práctica a su servicio y el amor a la escritura le permiten compartir el sincrodestino, porque son la red de coincidencias las que forjan su historia personal.

«A pesar de que los hechos dejaron huellas profundas y por tal motivo padezco de dolor crónico, agradezco a la vida que me diera una oportunidad de encontrarle el sentido y trascender el dolor».

Contó el caso de doña Mary, una mujer que vende tamales, quien la primera vez que abandonó a su marido por golpearla, se escondió pero cuando la encontró volvió porque él se lo pidió y volvieron los golpes hasta que la dejó, entonces se puso a arreglar casas y planchar ropa para mantener a sus hijos, pero tuvo que dejar la casa donde trabajaba porque le pasó «algo muy grave»

Y contó la historia: Un día que regresaba de trabajar pasaron unos tipos en una camioneta, la agarraron, la subieron y la llevaron a un lote baldío de una colonia desconocida y la violaron y la dejaron tirada. No sabía dónde estaba, cuando iba caminando una pareja se conmovió de ella y la llevaron a su casa.

«Me moría de vergüenza, estaba preocupada por mis hijos, no les dije lo que había pasado, a los pocos meses me sentía muy mal y cuál fue mi sorpresa cuando fui al médico y me dijo que estaba embarazada».

El doctor le dijo que abortara, pero eso era pecado y no se atrevió, a la única que se lo dijo fue a su hija mayor, todavía siente vergüenza, el producto de esa violación no sabe el origen de su concepción».

El día que preguntó si tenía papá, ella se lo negó y nunca volvió a preguntar, hoy ya tiene 40 años, es trabajador, aunque ya va por la segunda mujer, su hija más grande, la de 15 años vive con la abuela, quien aseguró «a nadie le había contado esta historia, me daba tanta vergüenza, gracias a Dios que me la puso en el camino, me quitó un peso de encima»

La escritora señaló que, de acuerdo a la OMS, se estima que en el mundo una de cada 5 mujeres en algún momento de su vida ha sido forzada a tener relaciones sexuales contra su voluntad.

Manifestó que la violencia basada en género es un concepto que engloba diversas manifestaciones: incesto, abuso sexual, violación, hostigamiento sexual y prostitución forzada, está presente en todas las culturas del mundo y en todos los estratos sociales, porque las creencias socio-culturales niegan la igualdad de derechos con el hombre, y esto hace que la mujer sea más vulnerable al maltrato físico, psicológico y a la violencia sexual.

Señaló que la violencia se ha intentado explicar como un problema de naturaleza sexual en la que el hombre satisface sus impulsos irrefrenable, pero ya se está analizando como un fenómeno que atenta contra la integridad psicofísica de la mujer y es considerada como una manifestación extrema de la desvalorización y discriminación de las mujeres y de la falta de respeto por sus derechos humanos.

Recalcó que no solo se trata de la desvalorización de lo femenino como justificación, sino también del sentido de culpabilidad que adquieren las víctimas, además de la vergüenza, y el autocastigo que se infieren.

Señaló que a veces las madres o parientes cercanos se convierten en cómplices al saberlo y permitirlo y hasta justificarlo, que con el tiempo la afectada le tiene más coraje por ese silencio, que al propio agresor.

He hizo una petición a las víctimas de violación sexual «si te jodieron en la infancia, no sigas jodiéndote tú. Deja el sufrimiento, la victimización y trasciende. De corazón te lo suplico»

¿QUÉ ES UNA MUJER ROTA?

«¿Qué es una mujer rota?, ¿qué significa? Al hacerme la pregunta y ahondar en mi mente, surgieron muchos rostros mirándome, inclusive el mío. Yo soy una mujer rota, mi madre lo es, aquellos ojos buscando en los míos una respuesta lo son…».

Así inició su ponencia la poeta argentina Sandra Klein, quien se abocó en las niñas que no solo sufren la violencia del abandono sino que además han tenido que soportar ser víctimas de abuso sexual.

Como el caso de Vitalina, alias «la campeona», a quien encontraron en la selva chaco salteña, a los tres años de edad, abandonada con su hermanito. Desde ese encuentro comenzó su paseo por instituciones donde no solo la torturaban sino también abusaban sexualmente de ella. «Para escapar, cuan un curioso nexo, uso la cárcel, de la cual ostentaba un enorme tatuaje en el pecho».

Ella la conoció cuando la poeta era una niña y «La campeona» repartía chocolate caliente y tortas de conmemoración del Día del niño, en el patio de su casa, para todos los niños del barrio «para alguno de nosotros era la única oportunidad en el año de probar algo rico y como premio recibir un juguete que ella misma de su bolsillo solventaba».

El otro rostros que vino a su mente, fue el de su madre, con los brazos morados, su sumisión ante el dolor por el solo hecho de defender a sus hijas, de protegerlas de un pseudo nazi que buscaba redención de sus errores, en la violencia.

Señaló que la pobreza y el dolor que le tocó vivir, muchas veces incomprendido, hoy transmutan en la riqueza del espíritu. Agradeció a la mano generosa tendida por mujeres con historia, a las mujeres rotas que se ofrecían al día y a la vida con la tenacidad de un valiente guerrero.

Manifestó que ese don de la escritura es ahora su bandera de esperanza «es lo que traigo en mis manos a un país desconocido, es lo que ofrezco a mis colegas que escuchan atentamente, es lo que dejé a mis seres queridos que hicieron el esfuerzo para que yo viajara, es lo que les regalo a aquellos que no creyeron que una persona de procedencia tan humilde pudiera llegar a estas instancias».

Y es que, vale decirlo, la poeta tuvo que recurrir a la ayuda de amigos, préstamos que la mantendrán endeudada por lo menos un año, para poder viajar desde la provincia de Santa Fe, Argentina, hasta Guadalajara, México, y poder recibir un libro en el que logró que su poesía sea reconocida, aun cuando tuviera que vestir con ropa prestada.

El gobierno municipal de San Genaro no solo no le dio apoyo, sino que le negó un permiso para que se realizara una obra de teatro para recaudar fondos para su viaje, ¿Dónde estuvieron las mujeres que apoyan a mujeres?

Con la frente en alto, continuó afirmando que mujer rota son, en su caso, dos palabras que usará para hablar de la mujer rota que ha sido reconstruida, la mujer rota que tuvo el coraje de levantar la cabeza por encima de las cavilaciones para hacerse presente en el mundo, desde un pequeño lugar para hacer grandes cosas «porque es cierto y doy prueba que se puede cortar la cadena, es verdad que uno, desde la oscuridad más extrema, puede generar luz y hasta, incluso, ignorar la muerte».

Subrayó que puede hablar de las mujeres del interior de su país, que no pertenecen a grandes urbes ni a monótonas organizaciones, que cada mañana se lavan con agua el pasado del rostro y amanecen a un nuevo día, dando las gracias por el simple hecho de respirar vida por sus pulmones.

«En su quehacer cotidiano no recuerdan cárceles, los abusos, los golpes, porque es preciso hacer las compras para el almuerzo, cambiar la lámpara…. Más allá de eso, entre las paredes humildes de sus hogares, salen de las grietas de su alma, atadas con alambres, las leonas que hacen su historia sin que muchos se enteren».

Y concluyó señalando «un vientre lacerado no les impide criar niños desamparados, marcas en la piel no les impide buscar trabajo, iniciar una carrera universitaria, el tremendo dolor no le dificulta el camino a sus sueños, la pérdida de la cordura no les hace olvidar que pueden amar a un hombre. Y esto, es maravilloso, porque lo mejor para esas mujeres rotas… aún no ha acontecido».

08/AS/GG

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