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Deshilando condenas, bordando libertades

Por Soledad Jarquín Edgar

Una luz distinta hay sobre sus rostros: la sombra de la prisión es cosa del pasado. Deshilar condenas y bordae libertades es el signo de sus nuevas vidas y de otras esperanzas.

Ganador del premio videográfico José Rovirosa de la UNAM, el video Deshilando condenas, bordando libertades, basado en la investigación de Concepción Núñez Miranda, da, además, de la libertad, otros beneficios. La investigadora distribuye entre ellas, las reclusas, el dinero.

La mayoría de ellas se miran en el video, algunas por primera vez; se reconocen, aunque el recuerdo es fuerte y la sensación se revive con una punzada en el corazón, pero también se ríen: es historia pasada. Saben que nunca más volverán a prisión. No se lo van a permitir.

Concepción Núñez Miranda, autora de la investigación entre mujeres presas por narcotráfico comparte el dinero, como todavía comparte sus esfuerzos para terminar con la injusticia de la prisión que detiene la vida de cientos de mujeres y hombres en el país.

El video Deshilando condenas, bordando libertades, habla de la libertad de las mujeres, pero Núñez Miranda tiene esa sensación sobre la piel; como si fuese su propia libertad, se emociona y llora de alegría, entrecorta sus palabras y pide a la presidenta del Grupo de Estudios sobre la Mujer, Martha Aparicio Rojas, «que la salve».

Deshilando Condenas, bordando libertades, es una realización de 35 minutos que logra condensar las historias de mujeres presas por la pobreza, por la marginación, por la ignorancia; presas por uno de los lastres de nuestra era: el narcotráfico, señala la socióloga e investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional.

Estela, Alicia, Angelina, Francisca, Tomasa, María, Ana, Zoila, Antonia, Juana e Isabel son algunos de los nombres de las 13 mujeres que hoy pueden mirar sus rostros en la luz de la libertad.

Con ellas, Concepción Núñez Miranda, se abraza y forma lazos de solidaridad, tal y como los que aprendió a tejer Francisca, indígena zapoteca de la Sierra Sur quién, tras cinco años ocho meses de prisión, aprendió de la solidaridad con las otras mujeres.

Hoy, en Ejutla cuida a los hijos e hijas de su comadre, quien emigró a Estados Unidos, tal y como ella lo hizo con sus hijos mientras estuvo en prisión. Luego vino Concepción, con quien tejió otras redes; con quien aprendió a «deshilar su condena y bordar su libertad».

Angelina salió del penal hace apenas un mes, después de dos años y medio, cuando la detuvieron por delitos contra la salud. «Me enfermé mucho, me quería morir. Sólo mi hija me mantuvo viva; por eso le voy a dar este dinero a ella, porque ella sufrió tanto como yo».

Del mismo modo, Francisca y su hermana María decidieron darle a Feliciana, su madre, el dinero que esta tarde les han entregado por su valiente testimonio en el video. «La abuela se quedó con todos los hijos e hijas», sólo vamos a devolverle algo de lo mucho que nos dio», dice María.

Antonia, como la mayoría de ellas, ocupará el dinero para comprar más hilos, para bordar libertades…

Núñez Miranda sostiene que «la lucha por la libertad» no ha terminado: «seguiremos buscando una ley de amnistía para las mujeres y hombres que por la pobreza e ignorancia, incluso por no hablar bien el español, son víctimas del narcotráfico».

Así, anuncia que el video abre corazones y razones hacia la justicia en diferentes escenarios del país, y también lo hará fuera, en el extranjero, porque, reitera, «estas mujeres no pueden ser culpables, independientemente de lo que hayan hecho», y plantea que quienes han fallado han sido las instituciones.

En entrevista, considera que las opresiones no sólo se viven dentro de una prisión: a veces están dentro de nosotras mismas y a veces son las instituciones quienes las provocan.

Por ejemplo, explica que las mujeres indígenas se enfrentan a la opresión genérica, lo que implica social, histórica y culturalmente violencia, humillación, imposición, discriminación, subordinación, obligaciones impuestas, prohibiciones y desigualdad entre los géneros.

La investigadora y catedrática universitaria indicó que estas mujeres son juzgadas en una lengua que no comprenden, con leyes que no entienden, con términos jurídicos totalmente desconocidos y con abogados de oficio que jamás harán una auténtica defensa, pues sólo cubren un requisito que dicta la ley, mientras ellas carecen de dinero o recursos para demostrar su inocencia.

Por ello, puntualizó que mientras las cárceles de Oaxaca y de otros estados del país se sigan llenando de mujeres por delitos contra la salud -muchas veces fabricados- se estarán rompiendo las redes familiares y de solidaridad de las comunidades.

05/SJ/YT

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