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Destacan organización y productividad de mujeres en Oaxaca

Por Soledad Jarquín Edgar

Aunque las mujeres no sean las dueñas de las tierras que producen, ni las titulares de los cargos en sus comunidades, ellas participan, se hacen visibles y necesarias transformando paulatinamente los espacios característicos de los hombres y contribuyen a forjar el reconocimiento de la ciudadanía femenina, sostuvo la investigadora Leticia Martínez Legaria.

En un estudio titulado «Lo intangible de la migración y la visibilidad de las mujeres en el campo. Una experiencia con mujeres de comunidades mixtecas en Oaxaca», afirma que la participación de las mujeres contribuye a la construcción de una nueva identidad en el ámbito de las comunidades e inciden en las relaciones sociales de género y también las estructuras de poder.

Becaria del Programa de Estudios Microeconómicos y Sociales Aplicados, auspiciados por la fundación Ford /Rockefeller, Martínez Legaria indica que las mujeres de los migrantes que participan en procesos de organización destacan por su intervención y contribución al desarrollo local y familiar.

En entrevista con Cimacnoticias, indica que mediante este estudio que se realizó en las comunidades migrantes de Zaragoza y Miramar, del municipio de Santa María Yucuiti, en la mixteca oaxaqueña, se buscó contextualizar el entorno socioeconómico y cultural en el que se insertan las mujeres campesinas indígenas.

Estas mujeres cafetaleras, a través de un proceso de organización, reflexión y práctica inician el recorrido que las está llevando a constituirse como un sujeto social, capaces de generar estrategias ante lo incierto de ser productoras de café y esposas de migrantes.

Asociadas a la Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca (CEPCO), las mujeres de Zaragoza y Miramar han tenido que asistir a asambleas y encuentros estatales y regionales, talleres de reflexión y análisis, congresos, a participar en nuevos espacios y a tener una presencia en lugares en donde las mujeres no figuraban.

«Son las mujeres que se quedan, quienes están generando esas estrategias para estar realmente en la comunidad, son ellas quienes a través de los proyectos de su organización local, de las escasas remesas que reciben y de su situación de jefas de familia, que se han dado valor para salir a la vida pública, para mejorar su autoestima, para tener mayor seguridad en si mismas, para sostener a su familia y trastocar las relaciones socioculturales de sus comunidades», lo que ha cambiado su estatus de subordinación a un plano más equitativo, enfatizó Martínez Legaria.

Las mujeres están ocupando cargos públicos supliendo al esposo, en las mayordomías, en los tequios, en las comisiones de desarrollo comunitario, en los comités de salud entre otras, funciones que además les generan un cierto reconocimiento social, abundó.

La vida organizativa más activa que tienen las esposas de los migrantes les permite que a partir de las remesas que reciben generen estrategias para complementar sus necesidades con los apoyos que a través de la organización reciben para proyectos productivos o para subvencionar la actividad agrícola, como el caso del café.

Las remesas se destinan en primer lugar para el consumo de la familia y en segundo lugar para el pago de las deudas contaídas por la pareja para financiar la migración, misma que llega a ser de 20 mil pesos.

En tercer lugar, un porcentaje es destinado para la producción de café, contrario a lo que se piensa que las remesas están sirviendo para hacer mezclas de recursos en proyectos de inversión o para generar ahorro productivo, indicó.

La investigadora destaca que son las mujeres las que sostienen la producción de café orgánico en ambas comunidades y no la han abandonado, reconociendo que esta actividad agrícola sigue siendo importante en la economía campesina.

Las remesas familiares –agrega- constituyen un mecanismo importante que vincula a los migrantes con su comunidad de origen, además de activar la economía local y regional, y por la recaudación fiscal que hace el gobierno mexicano por concepto de impuestos al valor agregado del flujo financiero que los connacionales generan.

Martínez Legaria refirió que datos de la Dirección General de Población de Oaxaca indican que las familias de esa entidad reciben entre 400 y 500 millones de dólares al año; la Mixteca basa su economía en los dólares que los migrantes envían a sus familias que son aproximadamente dos millones de dólares mensuales, ya que en la región siete de cada 10 familias tienen una experiencia migratoria.

Ante el impacto de esa participación en la organización comunitaria y el desarrollo de los proyectos productivos, cambió la vida diaria de las mujeres, en cuanto a tiempos, organización del trabajo y más cargas del mismo, ellas aprendieron a distribuir las tareas y en algunos casos a dejar «el trabajo de la casa para después».

Igualmente, se detectó que la salud y calidad de vida de las mujeres de los migrantes se ha deteriorado por el incremento de las jornadas de trabajo, por las prolongadas ausencias de los esposos, generándoles sentimientos de tristeza, abandono, preocupación y el ejercicio de la sexualidad reprimida.

Para ejemplificar lo anterior, la maestra en Desarrollo Rural cita textual el testimonio de una de las mujeres de éstas comunidades mixtecas: «Como mujer de un migrante es muy triste quedarse sola, tienes que enfrentar todo, no hay dinero, hacemos el trabajo de los hombres».

«A veces no alcanzo a hacerlo todo y entonces ocupo el mozo, mi esposo esta en café sustentable, este año hice 700 bolsas para sembrar el café y árboles de sombra.. «Siembro el maíz, voy al proyecto, a la tienda y ayudo a mis compañeras y quieren que sea la promotora de los proyectos de la organización de las mujeres, hago la comida y cuido a mis niños».

Entonces le digo a mi marido: me gustaría que vieras como trabajo, y él me dice, si puedes tu sola, ya no voy p´allá». Yo siento que puedo aún sin su dinero y sin él, yo se trabajar y soy muy mujer, porque como mujeres, nosotras tenemos más dignidad al estar organizadas».

2004/SJ/LR

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