Inicio Difícil que Cristina Kircher «abra frente» en el tema de género

Difícil que Cristina Kircher «abra frente» en el tema de género

Por Luis María Otero

El núcleo más duro de asesores de la candidata oficial a la presidencia Cristina Fernández de Kirchner (CFK) está conformado por las llamadas «Generalas», un grupo de dirigentas políticas que abonarán la campaña electoral con propuestas de género.

Sin embargo, todo hace suponer que CFK no estará dispuesta a abrir un nuevo frente en este tema, donde nadie del actual gobierno se muestra interesado en diferenciar la campaña.

Salvo la excepcional circunstancia de un tornado político que arrasara con las hasta hoy eficaces estructuras de relación entre el gobierno y los movimientos sociales, el próximo mensaje de Navidad al pueblo argentino lo dará la primera presidenta elegida por el voto popular.

Aunque el hecho parezca poco significativo (al menos en términos de impacto institucional), no lo es: el Informe mundial de Social Watch revela que en el mundo sólo hay una docena de mujeres elegidas entre 200 jefes de Estado.

Esta casi singularidad, sumada al hecho de que 80 años atrás ninguna mujer tenía derecho a votar en Latinoamérica, y que la primera en llegar a la presidencia en el continente -la nicaragüense Violeta Chamorro- lo hizo recién hace 17 años, impone en la agenda periodística la pregunta: la posible llegada de Cristina Fernández al gobierno ¿preanuncia algún cambio en la concepción de poder desde una perspectiva de género?

No en abstracto. Como bien dijo la presidenta del Instituto Nacional contra la Discriminación y el Racismo (INADI), María José Lubertino, en el Seminario «50 y 50: Paridad de Mujeres y Varones en el Poder, el Trabajo y la Casa», una cosa son las mujeres que hacen uso de su condición para acceder a niveles de poder, y otra las que están dispuestas a llevar la agenda del movimiento de mujeres.

En una nota premonitoria publicada el año pasado, la investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires, Diana Maffía afirmaba que CFK «no quiere ser Eva sino quiere ser Perón, porque su modelo de identificación es con el liderazgo del primer conductor justicialista».

UN FRENTE NO DESEADO

En principio, todo hace suponer que la candidata oficialista no está dispuesta a abrir un frente allí donde nadie del actual Gobierno se muestra interesado en diferenciar la campaña: «Ustedes saben que nunca he concebido al género como un espacio de confrontación ?ha dicho en el acto de lanzamiento de su candidatura-, considero ridículo eso, yo creo en el espacio del género como en un espacio de articulación y cooperación del otro. Ya la vida es demasiado dura y difícil como para buscar en quien es el compañero casi un contrincante».

Pero la política es extremadamente dinámica, y la lucha por el poder es transversalizada por el género desde su mismo origen, habida cuenta de que la más monumental plusvalía en la historia de la explotación humana es la extraída a las mujeres por su trabajo impago al frente del hogar.

El modelo peronista de legitimación de la mujer en la política, a partir de su vinculación afectiva y sentimental con un líder, no ha impedido que se produzcan evidentes cortocircuitos entre los intereses de una y otro en ocasión de disputarse los espacios. Baste mencionar los que caracterizaron la apasionante relación entre Eva Perón y el entonces presidente de la República.

En la presente campaña electoral, algunos hechos resultan significativos. Si bien nadie duda que el cuartel general esté instalado en los despachos de Casa Rosada que miran al Río de La Plata, han surgido «núcleos duros» vinculados tangencialmente al poder desde representatividades que llegan de otras vertientes.

LAS GENERALAS

Tal es el caso de las llamadas «Las Generalas», un grupo de dirigentas que a tres días de anunciada la candidatura de CFK, convocaron a un acto por «Cristina presidenta» en el emblemático Museo Eva Perón, en el barrio porteño del Botánico.

Sus referentes son la interventora del PAMI, Graciela Ocaña; la vicepresidenta de la Cámara de Diputados de la Nación, Patricia Vaca Narvaja; la senadora nacional y amiga personal de Cristina Fernández Marita Percival; la diputada bonaerense Juliana Di Tullio; la dirigente Vilma Ibarra, hermana del ex jefe de Gobierno porteño, y la diputada porteña Mercedes Marcó del Pont, a quien algunos medios mencionan como posible ministra de Economía.

Ellas aseguran a quien quiera oírlas que el nombre del grupo proviene del bar temático «El General» de San Telmo, donde las precursoras se reunieron en 2005 con el propósito de apoyar la candidatura a senadora bonaerense de Cristina Fernández, aunque nadie que las conozca puede negar que en la intimidad se sienten identificadas con los atributos de mando que el sustantivo original posee.

Duras, luchadoras, conocedoras de «la política de los hombres» y del enorme espacio que la torpeza de los mismos (por decir lo mínimo) deja abierto a nuevas miradas del escenario nacional, «las Generalas» son respetadas en los círculos áulicos (palaciegos) donde se pergeña el Proyecto K en términos de una década.

Un vistazo a los antecedentes del grupo fundador nos exime de mayores comentarios. Graciela Ocaña, titular del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI INSSJP), fue el ariete de Alternativa por una República de Iguales (ARI) en su cruzada contra la corrupción. Fraguada en la áspera escuela del frepasista Darío Alessandro, pronto tomó vuelo propio como diputada nacional en un bloque cuya heterogeneidad dejaba brechas para la visibilización de un tema muy sensible a la piel argentina de fines de los 90: el lavado de dinero y la fuga de capitales.

Su particular relación con Elisa Carrió la convirtió en el verdadero cerebro de las investigaciones que catapultaron al ARI como fuerza nacional de principios de siglo: como secretaria de la Comisión Investigadora de Hechos Ilícitos del Parlamento generó decena de causas judiciales, como por ejemplo, la abierta contra el Banco General de Negocios.

La cordobesa Patricia Vaca Narvaja es la primera mujer que ocupa la Vicepresidencia 1º de la Cámara de Diputados de la Nación. Con portación de apellido revolucionario, carácter enérgico y cualidades de mando, fundó y presidió la Asociación Civil Consumidores Argentinos, lo que le permitió una relación fluida con sectores del movimiento de mujeres vinculados al desmadre celular de la sociedad argentina, luego de la caída del menemismo.

Si bien llegó a ocupar una subsecretaría en el Ministerio de Economía, sus cualidades de liderazgo se consolidaron en esa penosa caldera que es el Congreso Nacional, llegando hasta la vicepresidencia.

Pero quizá la más notable del grupo por su militancia de género sea la diputada peronista Juliana Di Tullio, autora de proyectos tales como la introducción de modificaciones al Reglamento de Diputados para adecuar su redacción e incluir el género femenino; la creación de un Observatorio para el Seguimiento de la Situación de la Mujer (con la vista puesta en un «think tank» que propicie políticas de integración) y un objetivo muy caro al movimiento de mujeres: otorgar jerarquía constitucional a la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, mejor conocida como «Convención de Belem do Pará», aprobada por ley pero sin status en la Carta Magna.

El fin de semana intentamos entrevistar a Ocaña y Di Tullio sin éxito, pese al esfuerzo de algunos de sus colaboradores. De todas maneras, los más observadores no dudarían en jurar que de este «núcleo duro» surgirán las propuestas de género que abonarán la plataforma electoral de CFK, pero por ahora durante la campaña de «género no se habla». Pero? ¿habrá propuestas políticas de género?, ¿por qué no quiere hablarse de ese tema, como se habla de economía o de industrias?

ARGUMENTOS EN CONTRA

«A algunos asesores muy cercanos al Presidente no les gusta mucho la idea ?nos confía un hombre que transita los pasillos de Jefatura de Gabinete- y esgrimen argumentos dispares. Los más sólidos objetan que hacer hincapié, por ejemplo, en la paridad de las mujeres en reductos históricamente machistas, como el Poder Judicial, podría traer más dolores de cabeza que ventajas. Recuerde el escandalete que armó el ?establishment? cuando hicieron correr la voz de que Carmen Argibay defendía el aborto?

– ¿Y los menos sólidos? ?le preguntamos.

– Los más desopilantes auguran que un buen gobierno de Cristina bajo las banderas del posicionamiento de la mujer, podría llevar la campaña electoral del 2011 a terrenos impredecibles.

-¿Y Cristina Fernández qué dice?

– Cristina quiere ser presidenta, así que por ahora no dice nada- responde lacónicamente.

– ¿Tampoco en temas como violencia de género o salud reproductiva?

– Bueno, ahí hay menos objeciones porque la cuestión de poder medida en representatividad no es tan fuerte. (Daniel) Filmus y Ginés (González García) hablan con «Las Generalas». Algo va a salir pronto? pero creo que con poco ruido.

Rosendo Fraga, analista del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, afirmó hace muy poco que «es innegable que (Néstor) Kirchner les dio más cargos a las mujeres. Pero una cosa son los cargos y otra muy distinta, los espacios. Creo que las mujeres que llegaron al gabinete están muy condicionadas».

– Y si no que lo diga Romina Picolotti? ?acota nuestro anónimo interlocutor.

– ¿Influyeron mucho estos casos, sobre todo el de Felisa Miceli, para cuestionar la presencia de la mujer en los más altos niveles de gobierno?

– Muchos funcionarios se acordaron de María Julia Alsogaray, Claudia Bello y Matilde Menéndez? pero el Presidente fue más cauto, los llamó a silencio.

Todavía habrá que esperar. La debilidad actual de los candidatos opositores y los números de las encuestas, dicen que CFK puede llegar al Sillón de Rivadavia sin necesidad de instalar este tipo de debates. Pero es bien sabido que un presidente no llega sólo por la simpatía que despierta entre los ciudadanos, sino por los movimientos sociales que lo sustentan.

Todo indica que «las Generalas» no están dispuestas a dejar pasar la oportunidad de introducir una agenda de inclusión y paridad en la plataforma electoral, y esgrimen un poderoso argumento: La población actual es de 51.30 por ciento de mujeres por sobre 48.70 por ciento de hombres.

«Y las mujeres no sólo votan, sino que también aprendieron a votar», se las escucha decir en la intimidad.

07/LMO/GG

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