Las autoridades municipales de 1988 mandaron a darme una arrastrada, me golpearon. Dijeron que me tranquilizara pero no lo hice. No les tuve miedo. El presidente municipal, de apellido Pabello (no recuerdo el nombre), mandó a policías y a una fulana muy allegada a él», recordó Hemerenciana López Martínez su inició como defensora de los derechos de la población femenina del municipio de Chimalhuacán.
Doña Mere, como mejor se le conoce, es originaria de Guerrero. En uno de los dos cuartos que compone su vivienda, que funciona como sala, comedor y cocina, reveló que no fue la primera vez pues un año después también la arrastraron los policías.
Bajita y de piel morena, es una luchadora social que desde hace 25 años defiende a sus congéneres. A raíz de esos acontecimiento tiene diabetes. Pero, aclaró que no porque la hayan arrastrado, sino por el coraje e impotencia que tenía. La construcción está ubicada en el Barrio Hojalateros, colonia Santa Elena Chimalhuacán, Estado de México.
No obstante, dice orgullosa, todo eso permitió que las autoridades me respetaran porque «ahora donde voy, ¡doña Mere!, ¿cómo está usted?, ahí como me ve», dirigiéndose al reportero.
RECUERDO PERDURABLE
Doña Mere recordó que su padre decía: «Orita tienes que comer, ¿mañana quién sabe?. Usted nunca se sienta patrona, siempre siéntanse la más humilde y vea al del frente. Principalmente a la mujer que no tiene marido y no tiene qué comer. ¡A usted no le importa si la dejaron!»
«Me encontré un compañero y tuvimos tres hijos, pero él empezó a andar de alegre y coscolino. Y, pues dije, ¡hasta aquí nada más! A raíz de mi sufrimiento, de cómo una sufre, empecé a ver mujeres de aquí», señaló.
LOS XV AÑOS
Doña Mere, quien antes de continuar respira profundamente, narró un asunto que le impactó mucho: «Andaba una niña en la calle porque su hermano la había violado. En ese momento, no me di cuenta qué le había ocurrido.
«La tuve en mi casa y luego la llevé al ayuntamiento, posteriormente personal de esa demarcación la canalizaron a la comandancia, en donde los policías se orinaban delante de ella. Luego, más lastimada y con hambre, me la regresaron sin que se iniciara ninguna investigación.»
Entre paredes de tabiques, que no tienen castillos o cadenas que permitan darle un soporte adecuado a la construcción, y un techo de asbesto, doña Mere, con lagrimas en los ojos refiere que desde hace 11 años aquella niña vive con ella. «Le festejé sus 15 y sus 18 años. Me duele porque tiene a su madre y, cuando le digo vamos a buscar a tu mamá, sólo dice estoy bien contigo.»
Actualmente la niña tiene 22 años y está bajo tratamiento sicológico. Fue violada dos veces y su padre la vendió una vez. Ella trabaja, pero no sabe leer ni escribir. La doctora que la atiende le ha dicho a doña Mere que ella necesita cariño.
EN LA PRÁCTICA HE APREHENDIDO ALGO DE LEYES
A pesar de que se cree vieja a su edad, conserva en todo momento su entusiasmo. A lo largo de su lucha, doña Mere ha acumulado 20 reconocimientos en ámbitos jurídicos. A cada curso que es invitada siempre es una de las primeras «en estos días voy a recibir uno de parte de las autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México».
Doña Mere, quien actualmente cursa la primaria abierta, dijo que integradas en el Consejo de Mujeres Defensoras de los Derechos Humanos y la Familia, andamos duro y duro tras de las autoridades.
Su único deseo es tener una casa (no para ella, aclaró) sino para las mujeres, para que les sirva como refugio y hagan actividades en favor de ellas pues a la mayoría las tratan mal: no se saben defender, las consideran flojas o cualquier cosa. Estando en la casa habrá gente que las enseñe a ser mujeres.
Triste dice «éste es mi mayor deseo, pero creo que me voy a morir y no se me va a cumplir».
A la pregunta de que si ha cambiando la situación de violencia de esos años a la fecha, doña Mere responde afirmativamente, «porque se nos ha quitado el miedo a las mujeres y nos atrevemos a denunciar cualquier tipo de agresión. Esto es lo que ha cambiado», concluyó.
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