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Dorothy Stang

Por Erika Cervantes

Dicen que hacer la defensa de la madre Tierra es hablar de feminismo. Muchos son los esfuerzos que la humanidad ha hecho por restituir y preservar los recursos naturales, y también son muchos los que el poder económico realiza por destruirlos.

La hacedora de esta historia es una mujer que defendió con su vida el derecho a una vida mejor con respeto a la selva amazónica; su nombre, Dorothy Stang.

Nacida en Ohio, el 7 de junio de 1931, eligió la vida religiosa, que profesó en la orden de la Congregación de las Religiosas de Notre Dame. En la década de los setenta se trasladó a la Amazonia para trabajar en la Comisión Pastoral de la Tierra en la promoción de un proyecto ecológico para los pueblos indígenas.

A su llegada a Brasil, Dorothy se estableció en Anapú, una pequeña localidad del estado de Pará, al norte de Brasil, e inició su trabajo en las comunidades rurales. Su esfuerzo se materializo en 22 escuelas y un centro de formación de profesores.

Más tarde, Dorothy comenzó a cambiar su enfoque: De promotora de la educación pasó a ser defensora de la reforma agraria y de la preservación del Amazonas. Su mayor ambición era el Proyecto de Desarrollo Sustentable La Esperanza, con el que se planeó repartir 130 mil hectáreas entre 600 familias campesinas.

Esta intención chocaba directamente con los intereses de los terratenientes y grandes hacendados que explotan ilegalmente los recursos forestales de la Amazonia; sobre todo árboles exóticos y en extinción, como caoba, cedro y jatobá, que se pagan a muy buen precio en el mercado negro.

Stang debió aprender a convivir con las constantes amenazas de muerte, al igual que varios de sus colaboradores. En el 2004 se registraron diez denuncias ante la Justicia del Estado de Pará por amenazas de muerte contra Stang. Según el coordinador de Greenpeace en la Amazonia, Paulo Adário, «el Gobierno de Pará no tomó ninguna medida para garantizar la seguridad de la religiosa».

Dorothy no logró ver su sueño: balas mercenarias le arrebataron la vida el 12 de febrero de 2005 mientras leía la Biblia en compañía de un grupo de amigos; dos pistoleros le dispararon a quemarropa, pero ella alcanzó a heredarnos su lucha por la defensa del medio ambiente y el derecho a la tierra.

Hoy a un año de su asesinato, frente a su tumba, 772 cruces blancas nos recuerdan la muerte de las y los campesinos que han sido asesinados por defender su tierra, mientras 48 cruces rojas representa las amenazas que las y los defensores de la comunidad han recibido.

06/EC/YT

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