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Economía feminista: contra las desigualdades y la exclusión

Por Berta Blanco
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Organizaciones feministas de todo el mundo están uniendo sus fuerzas para promover “Propuestas Feministas para una Economía Justa”. Con esta campaña, buscan soluciones a los problemas derivados del modelo neoliberal imperante: las desigualdades, la pobreza y la exclusión.
 
El modelo liberal dirige la economía global y demuestra día a día que no es capaz de hacer frente a las causas estructurales de la pobreza, las desigualdades y la exclusión. Y es que, además de acentuarlos, también los está creando.
 
Por ello, la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID), el Centro para el Liderazgo Global de las Mujeres (CWFL) y la Red de Mujeres Africanas para el Desarrollo y la Comunicación (FEMNET) se han unido para hacer frente a esta sociedad mediante “Propuestas Feministas para una Economía Justa”.
 
Begoña San José, activista por los derechos de las mujeres, considera importante que AWID, la mayor organización feminista internacional –con miles de asociaciones de 163 países–, junto con CWFL y FEMNET, lanzara esta campaña. Y es que, asegura que “si bien es cierto que hay un gran debate mundial sobre el aumento de la desigualdad social por las políticas neoliberales, no lo hay sobre su impacto en la desigualdad de género”.
 
DERECHOS HUMANOS COMO BASE
 
El Fondo Calala es una de las numerosas organizaciones que van a participar en el 13 Foro Internacional sobre economía justa, en septiembre en Bahía, Brasil, donde se debatirán todas las propuestas feministas “desde las visiones más modernas y actualizadas” comentaron a AmecoPress.
 
La declaración de estas tres grandes organizaciones no gubernamentales feministas denuncia el neoliberalismo que rige la sociedad global, basado en una economía de mercado que olvida por completo la sostenibilidad de la vida.
 
San José aclara que este trabajo es necesario “por cinco motivos: que sigue aumentando la dependencia financiera, los acuerdos comerciales nocivos –como el TTIP–, la escalada de agresión a los ecosistemas y la biodiversidad, la pérdida de soberanía alimentaria y el arraigo de una base patriarcal-capitalista”.
 
Para cada uno de ellos, considerados como obstáculos y amenazas, el documento ofrece una perspectiva feminista que trabaja no sólo para las mujeres, sino para construir una sociedad y una economía más feminista y justa.
 
Para AWID, es importante que “los Estados cumplan con los principios fundamentales de Derechos Humanos” pues solamente de esa manera se podrán realizar los derechos económicos y sociales.
 
La economía feminista, en este sentido, busca restaurar los “derechos legítimos de las comunidades a los recursos comunes”. Y se centran en el acceso a los bienes comunes porque, cuando a las mujeres y otros géneros oprimidos se les niega la posibilidad de controlarlos “se refuerza el patriarcado”.
 
ECONOMÍA DEL CUIDADO
 
La autonomía de los recursos, por el contrario, permite a las mujeres mantenerse a sí mismas, al mismo tiempo que desarrollan sistemas más igualitarios de gobernabilidad y uso de recursos.
 
La economía feminista, por tanto, “reconoce a las mujeres y, además, las coloca en igualdad de condiciones como demandantes de recursos”. A pesar de esto, San José asegura que “el feminismo no pretende un papel para el conjunto de las mujeres”, sino que quiere acabar con los roles de género “para que cada persona desarrolle su personalidad sin corsé”.
 
Para ello, advierte de la importancia de “que los cuidados se incluyan en la agenda política mucho más de lo que lo han estado –en el caso español– en las elecciones del 26J”.
 
María Palomares Arenas, directora del Fondo Calala, comentó a AmecoPress que, para la organización “el feminismo propone un modelo de sociedad donde la vida esté en el centro, por encima de intereses económicos”. De esta forma, los trabajos de cuidados pasarían a ser prioritarios, dentro de las familias pero también a nivel social.
 
Con esto, se refieren a tareas que serían básicas, como las tareas de reproducción, salud, educación o asistencia. “Sobre estas, se desarrollaría un sistema económico con nuevas prioridades”, asegura Palomares.
 
De esta manera, “las tareas que siempre han realizado las mujeres, el trabajo reproductivo que está fuera del mercado y que está devaluado, pasaría a estar en el centro”, comenta la directora de Calala.
 
Y es que la “economía del cuidado” es otro de los conceptos con los que el feminismo trabaja. La aportación de AWID en este sentido pasa por “redefinir y revalidar el trabajo no remunerado y remunerado, de cuidados y en el mercado”.
 
Todo ello, superando los estereotipos tradicionales de género, así como las brechas laborales y las desigualdades en los cuidados. Desde una perspectiva feminista, se critica la concepción binaria de género, entendiendo que ésta “deja poco espacio para un análisis más profundo del heteropatriarcado y de las relaciones de género disidentes”.
 
BUEN VIVIR: LA SOCIEDAD COMO UN TODO
 
A pesar de que el concepto del “buen vivir” no esté muy interiorizado en nuestra sociedad, sí lo está en la teoría económica latinoamericana que consiste en “vivir en armonía contigo misma, con las personas cercanas, con tu comunidad y con otras comunidades”, explica Palomares.
 
Y continúa: “El buen vivir me remite al concepto de Judit Butler, de las vidas dignas de ser vividas, y cómo en el sistema actual, sólo las vidas en las sociedades occidentales son dignas de ser vividas y poco a poco vamos arrebatando la dignidad y el derecho a la vida al resto”.
 
Magdalena León, economista feminista, centra su trabajo, desde hace tiempo, en el concepto del “buen vivir” y asegura que las propuestas feministas están orientadas al “cuidado por la vida, basada en la cooperación, complementariedad, reciprocidad y solidaridad”. Estos pilares son los que sostienen esta idea, que es otra de las que AWID defiende.
 
Este concepto indígena también “apuesta por la agroecología y la soberanía alimentaria, por el concepto de bienes comunes o compartidos, y por pasar a un nivel más bajo y sostenible de producción y consumo”, explica San José.
 
Sin embargo, el principal aporte de este principio es que la igualdad deja de ser el paradigma de los derechos individuales y, en su lugar, pasa a ocupar la transformación de la sociedad como un todo.
 
Esta idea rompe con un modelo neoliberal en el que muchos sistemas comunitarios –con sus ambientes, prácticas y medios de vida– están en riesgo por los “cambios vertiginosos que se dan a nivel económico, político y cultural”, derivados de la globalización que arrasa por donde va.
 
La directora de Calala pone de manifiesto que “el cuidado del planeta [en este modelo] también sería prioritario, por lo que se tendería a decrecer e intentar revertir a huella ecológica sobre el planeta”.
 
El feminismo, como explica San José, denuncia que este modelo “dinamita la economía, porque impide que cada persona aporte según sus potencialidades y las desarrolle, usando mil instrumentos de segregación sexual y social”.
 
La economía feminista, por el contrario, es la “demostración de la necesidad y del valor del trabajo de cuidados, y la reivindicación de que se reconozca, se reparta por sexos y se pague, sobre todo el cuidado de la infancia y de las personas dependientes”.
 
La dependencia financiera tampoco tiene espacio en este modelo, pues es algo contra lo que luchan mediante una economía solidaria. Como defiende la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS), se trata de una idea que tiene en cuenta “las personas, el medio ambiente y el desarrollo sostenible y sustentable, como referencia prioritaria, por encima de otros intereses”.
 
El próximo foro que se realizará en Brasil es la oportunidad para que las participantes forjen redes, alianzas y fortalezcan los movimientos por los derechos de las mujeres y la justicia de género.
 
La economía feminista, con el reparto de empleo y los cuidados, haría que más de la mitad de las mujeres que quieren y no pueden trabajar en España pudieran “trabajar, aportar y cubrir dignamente sus necesidades”, asegura San José.
 
Pero el modelo va más allá, y busca que estos cambios sean compatibles con la justicia económica y la sostenibilidad de la vida. Con la economía feminista, tampoco alimentaríamos “el monstruo de la economía financiera que no está al servicio de la economía real o de las necesidades de las personas”, advierte San José, sino que está para el 8 por ciento de la población que acumula el 82 por ciento de la riqueza mundial.
 
En 2012 ya se llevó a cabo en Estambul el Foro Transformando el Poder Económico para Avanzar los Derechos de las Mujeres y la Justicia, con la participación de 2 mil 239 activistas de 141 países fue el foro que más participación ha recibido. En esa ocasión, el foco estaba en la transformación del poder económico para promover los derechos de las mujeres y la justicia.
 
Por este y muchos más motivos es necesaria esta nueva edición del Foro Internacional y la implantación de una economía feminista que luche contra las desigualdades, la exclusión y la pobreza que derivan del modelo neoliberal y del libre mercado. La sociedad será más justa cuando mujeres y hombres trabajen en igualdad de condiciones, por un bien común, dentro de un marco que potencie la sostenibilidad.
 
16/BB/AGM

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