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El acoso sexual en México

Por la Redacción

Desde hace ya muchos años en Estados Unidos está penado el acoso sexual. Una mujer puede demandar a un hombre por el sólo hecho de que la mire con ojos de lujuria, o porque en una reunión le esté contemplando las piernas o los senos. Los estadounidenses han logrado lo que ningún otro país, casi desterrar el acoso sexual porque tienen leyes muy rígidas que no tenemos en México.

Aquí el acoso sexual empieza en la familia, incluso del padre a la hija; continúa en la calle en donde a las mujeres, los varones se las comen vivas; sigue en la oficina donde desde el empleadillo más humilde hasta el jefe más encumbrado lo único que quiere es «cogerse» (y estoy usando un mexicanismo muy válido) a las secretarias o a la jefa que está «muy buena», y hasta en el templo los ojos de lujuria hacen a un lado la oración y la meditación.

Los mexicanos somos así, ya que nos lo han enseñado desde el seno familiar, cuando el padre mantiene –¿mantiene?– dos o tres mujeres además de su esposa, y le enseña al hijo varón cómo «ser hombre» llevándolo a lugares «non sanctos», precisamente porque es varón y debe «conocer», hecho que ocurre en todo el país, hasta en los estados más conservadores como Jalisco o Puebla, o ciudades más mochas como San Cristóbal de las Casas.

Por un lado está la moral y por el otro la inmoralidad del padre, y a veces de la madre. Es por eso que las mujeres en este país nunca viven tranquilas –a no ser las «locochonas, drogadictas, alcohólicas»– porque en todas partes son acosadas por el varón.

Para el hombre, y perdónenme el adagio poco edificante, sólo hay dos clases de mujeres: «las que cogen y las muertas». Eso es lo que dice la mayoría de los varones. No todos por supuesto, pero los que respetan a las mujeres son muy pocos.

El hostigamiento sexual en México es uno de los problemas más frecuentes, y se presenta en cualquier sitio –hogar, escuela, trabajo y calle– pero no se le da la importancia requerida a pesar de los graves trastornos que puede ocasionar, tanto físicos como psicológicos, de acuerdo con la académica Susana Roldán Matías.

Para la especialista de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, de la Universidad Nacional Autónoma de México, el hostigamiento es una imposición de conductas no deseadas, verbales o físicas con fines sexuales que siempre tienen un tipo de retribución, en el que se ofrecen privilegios aunque en caso de rechazo se imponen reprimendas con el objetivo de que el hostigador consiga su propósito. Esa situación se manifiesta de diversas formas, según la intención del agresor.

Uno de ellos, el verbal, puede consistir en piropos obscenos, groserías, bromas y comentarios sexuales de «tipo libidinoso»; el abuso visual se refiere a las miradas lascivas y agresivas; mientras que la agresión física se puede dar de diversas formas, ya sea mediante el roce y el contacto directo con alguna parte del cuerpo de la víctima. Existen casos extremos, los cuales pueden llegar a la violación o relaciones sexuales sin consentimiento.

La mayoría de los acosos los comete el hombre a la mujer, sin descartar el de la mujer hacia el hombre o el de dos personas del mismo sexo. El primero de los casos es consecuencia de la ideología patriarcal mediante la cual el varón cree que tiene el poder de dominar a la mujer, conocida o desconocida, actitud que en muchas ocasiones es reforzada por los medios de comunicación.

Entre los principales daños que sufren las víctimas de hostigamiento sexual es el psicológico, latente en una conducta de alerta, inseguridad, autohumillación, sentimientos de indignación e impotencia y baja autoestima.

A ello se suman el daño conductual que radica en cargar con la culpa de lo ocurrido y aislarse de la gente; actitudes evasivas, como no asistir a la escuela o al trabajo, dejar de salir a la calle y el rechazo al sexo masculino. En el caso del perjuicio interpersonal, se crean sentimientos de rechazo social, pues la víctima cree que no es aceptada por la sociedad y por la familia.

Algunas precauciones que se deben tomar para no ser víctima de hostigamiento sexual son: estar siempre alerta para detectar a tiempo acciones sospechosas; marcar límites con las otras personas, ya sea mediante una distancia prudente o en el caso de lugares concurridos con objetos como bolsas, mochilas o libros.

Otras medidas preventivas son mantener la calma y no mostrar nerviosismo; comunicar en voz alta y firme al agresor su molestia, para que la gente que está alrededor se entere de lo que ocurre, explica Susana Roldán.

Las autoridades no han tomado en cuenta esa situación porque también ellas están involucradas –los funcionarios, el presidente de la República, el presidente de la Suprema Corte de Justicia y, sobre todo, los diputados y senadores, que son los que tendrían que legislar sobre esta materia que es vital para la convivencia humana y social.

Pero habría que imponer una severa reforma constitucional y leyes muy rígidas, que parezcan mochas, para acabar con este mal que atenta contra la dignidad de las mujeres. Es decir, hacer una revolución cultural mediante el castigo a los acosadores que causan severas lesiones sicológicas a las mujeres, aunque también, pero en poca monta, a los hombres.

México es un país bronco, también es un país profundo y dinámico, como dijera un gobernador amigo mío, porque siempre hay conflictos y uno de ellos, y muy grave, es el acoso sexual. Imagine que su esposo acose sexualmente a su hija mayor, ¿qué haría? Si hubiera leyes usted podría acusarlo y enjuiciarlo hasta meterlo en la cárcel, para que purgue una pena que tiene muy bien merecida. Pero si los jueces son los primeros acosadores cómo estarán los demás.

Yo trabajo con alcohólicos y la constante de sus historiales es la violación, desde una hija hasta la esposa y otras mujeres. Podríamos quitarles culpa porque lo han hecho al calor del alcohol y no supieron lo que hicieron, pero hay muchos que en su pleno juicio acosan y violan.

       
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