«Las expresiones artísticas de las mujeres por miles de años han sido relegadas a las formas de la cultura subalterna: el tejido, el bordado, el trenzado, la cerámica; formas de arte con una función de entretenimiento, o la realización de objetos de uso cotidiano, que por eso mismo han sido calificadas despectivamente como formas de arte menor: «artesanías», aseveró la filósofa, actriz y cantante Margherita Pavía.
Al presentar la conferencia que organiza el Instituto Michoacano de la Mujer, «Silencios disonantes: un acercamiento a la Historia de la música femenina», ofrecida como parte del Café Cultural Feminista (Cafem), comentó que hubo un tiempo en que las mujeres eran sujetos activos de la historia humana, a la par de los hombres que las acompañaban.
Detalló que en México existe el registro de una gran cantidad de compositoras de los siglos XIX y XX, pero no hay estudios exhaustivos sobre el tema, sólo a partir los años 60 y 70 algunos documentos comienzan a destacar tímidamente la labor musical de las mujeres, mientras otros estudios ni las mencionan.
Margarita Pavía dijo que a pesar que no existen razones musicales que justifiquen la ausencia de la obra de las compositoras mexicanas dentro de las fuentes documentales, tanto las casas editoras de música como la crítica musical consideraban que las obras compuestas por mujeres eran menores, tan sólo por ser creaciones femeninas y no por la calidad del resultado.
Explicó que los restos arqueológicos del Neolítico son un testimonio de la existencia de sociedades «solidarias» dedicadas a la agricultura y las artes, donde las figuras femeninas destacaban en la vida política, religiosa y artística. Eran sociedades simbolizadas por el cáliz: el dar, alimentar, compartir, y por el uso colectivo de las tierra cultivadas.
La fundadora del grupo de teatro Jirones en México y Estados Unidos indicó que la cultura de la espada ha construido el mundo social, artístico y religioso a su imagen y semejanza. Las expresiones de la cultura dominante son las que todo mundo conoce y han sido producidas por hombres para un público masculino con mensajes que reflejan sueños, expectativas y fobias de los varones.
Margherita Pavía, italiana residente en Michoacán desde hace 20 años, expresó que la ausencia de mujeres en la vida artística de la sociedad machista produjo el aberrante fenómeno de los «castrati», es decir varones que desde niños venían «capados» para que conservaran la voz infantil y pudieran interpretar voces femeninas.
Mientras el acceso al desarrollo profesional de las mujeres, en los hechos, ha estado limitado, restringido y hasta castigado desde la antigüedad. A pesar de que a lo largo de toda la historia subyacen asombrosas excepciones, surgidas de la rebeldía, a contracorriente, a veces encumbradas por el anonimato o un pseudónimo masculino.
Desde la antigüedad se conocieron escritoras, compositoras, intérpretes, pintoras, filósofas, pero los historiadores ni las mencionan. En cualquiera de las formas del arte, raras son las mujeres que han destacado y se recuerda el lugar que ocuparon en la historia.
La ponente sostuvo que en la historia de la música las ausencias, a veces, hablan tanto o más que las presencias, y afirmó: «Es un hecho que siempre ha habido mujeres compositoras a pesar de que las mujeres han sido excluidas de la historia de la composición musical por la idea misógina de que ellas no son capaces de una creatividad tan abstracta como la musical, y por lo tanto cualquier aportación de las mujeres a este campo de la creación ha de ser algo insignificante y de escasa calidad».
Finalmente, habló de la conveniencia de que las y los responsables de difusión cultural, contemplen en sus programas conciertos de mujeres compositoras, que faciliten la investigación de los archivos históricos y que apoyen la edición de partituras y textos teóricos de las mujeres compositoras.
05/CE/GM
