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El costo del silencio

Por Lucía Lagunes Huerta*

La violación al interior de las familias es tan parecida a la pederastia y violación de monjas y feligresas que ocurre en las iglesias: todo mundo lo sabe y conoce, pero se simula desconocimiento.

Durante años, estos temas han sido eludidos por las sociedades y curiosamente con el mismo argumento, hablar de ello atenta contra las instituciones de la familia y de las religiones.

Aún cuando hoy en México el incesto se encuentra tipificado en 30 de las 32 entidades federativas (Puebla y Tlaxcala no lo incluyen) en 23 de ellas se reconoce como «delito contra la unidad familiar». Dando el peso al honor de la familia y no a la niña que ha sido violada por algún pariente.

A sus 16 años, Claireece «Precious» Jones está embarazada por segunda vez de su padre. La historia de esta chica llevada a la pantalla grande mostró lo que el sistema deja pasar, hasta que alguien abre un resquicio para romper el silencio. Pero la justicia no llega para «Precious»: el padre nunca es sancionado ni juzgado y a la madre se le exhibe como la gran maldita.

Como «Precious», están muchas otras niñas en el mundo. Hace un año, una niña maya de 10 años era obligada a tener el hijo producto de la violación de su padrastro. Su caso permaneció en los medios algunos días, después nuevamente llegó el silencio.

Cuántas hijas e hijos productos del incesto hay hoy en día, cuántas niñas son abusadas todos los días por quienes dicen quererlas y protegerlas, educándolas en la aceptación del abuso y la violación ante los ojos de familias y sociedades de buenas costumbres.

El costo del silencio lo pagan esas niñas y lo pagamos toda la sociedad. Pues el no hacer algo nos hace cómplices de la violencia dentro y fuera de la casa, violencia que se extiende y justifica todos los días con distintos discursos.

Hay casi 34 mil muertes producto de la violencia institucional disfrazada en una guerra contra el crimen organizado, la cual se sigue defendiendo con la misma enjundia que el honor de la familia cuando del incesto se trata.

El silencio social al que se ha obligado a cientos de víctimas de incesto ha dejado en las sombras un delito que nos lacera permanentemente como humanidad. A tal grado que hoy hemos colocado la discusión en el número y no en las vidas de las personas, no es la cantidad lo que hace al delito o a la violencia, una vida debe ser suficiente para detener cualquier acto que transgreda el derecho de las mujeres y de la humanidad a una vida libre de violencia.

Es necesario romper el silencio para que desde el presente construyamos el futuro de la sociedad; las niñas necesitan ser protegidas al interior de los hogares, para ello es necesario no sólo hablar del respeto con ellas, sino respetarlas todos los días.

Enseñar en la práctica que ninguna persona tiene el derecho a pasar por encima de otra, máxime cuando hoy la infancia mexicana está sometida a la violencia cotidiana, digamos Ya basta a la violencia como mecanismo de imposición del poder.

* Directora general de CIMAC A.C.

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