Aunque las maquilas llegaron como nuevas oportunidades laborales a Honduras hace una veintena de años, el drama de los operarios, en su mayoría mujeres, toma tonos cada vez más grises, señala el Especial de prensa Latina Mujeres del Tercer Milenio.
Las denuncias por malos tratos han sido una constante desde los primeros momentos de la instauración de esas fábricas ensambladoras y textiles, no sólo en este país sino en toda Centroamérica.
Según la directora del Instituto Nacional de la Mujer (Inam), Selma Estrada, las operarias aducen que los jefes no les dan tiempo suficiente para comer o no las dejan ir al baño con normalidad.
Sólo por reclamar respeto de sus jefes o cumplimiento de sus derechos, las trabajadoras pueden engrosar la lista negra, destaca la investigación Violación de las Garantías Constitucionales de Libertad de Petición y Asociación: Represión y Listas Negras en las Empresas Maquiladoras de Honduras.
Ese estudio del Centro de Derechos de Mujeres añade que, por haber pertenecido a un sindicato en una empresa anterior o querer pertenecer, también pueden estar incluidas en esa nómina, lo cual las hace candidatas entre otras afectaciones al despido.
Asimismo, las obreras de las maquilas carecen de atención médica, lo cual les provoca daños irreversibles a su salud, particularmente a mujeres jóvenes, entre 18 y 35 años, y muchas están quedando incapacitadas de por vida, sin posibilidades de trabajar en ninguna otra industria.
A este lamentable contexto –de acuerdo con la Concertación por un Empleo Digno en la Maquila– contribuye la falta de condiciones sanitarias adecuadas, en particular ausencia de máscaras o tapones para oídos, hacinamiento o irrespeto de los horarios, en aras de cumplir metas de productividad.
También han denunciado que, contrariamente a las normas establecidas, muchas empresas exigen a sus potenciales empleadas exámenes para comprobar si están embarazadas.
De acuerdo con el Colectivo de Mujeres Hondureñas, las autoridades se muestran indiferentes a esta situación. Lo más grave es que las trabajadoras son despedidas de las empresas al estar enfermas o simplemente cuando empiezan los síntomas, porque ya no representan rentabilidad para la producción.
Las denuncias por estas irregularidades no quedan dentro de los límites jurídicos del país y, desde hace años se presentan en organismos internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), instancia de la Organización de Estados Americanos.
Sin embargo, no fue hasta mediados de 2007, 20 años después de instaurarse este tipo de fábricas en la región, que ese organismo concedió una audiencia para exponer las violaciones a los derechos humanos y laborales enfrentados por obreras y obreros de la maquila.
El Informe de la delegación hondureña detalló la situación de las obreras y la frágil tutela y vigilancia estatal en ese sentido. Entre otros aspectos denunciaron la práctica de los cierres y suspensiones. En los últimos 11 años, alrededor de 142 empresas dejaron a 74 mil 300 personas sin empleo, en su mayoría mujeres.
A este rosario de atropellos laborales se suma la aprobación del discriminatorio Acuerdo Ejecutivo de Salario Diferenciado por regiones, que permite pagar menos en zonas de mayor pobreza en Honduras por término de 10 años.
Sin dudas, la situación de la mujer en la maquila forma parte del drama social de gran parte de las hondureñas, reflejado no solo en esas fábricas que producen en serie bienes y humillaciones, sino en todas las áreas de la vida como resultado de la inequidad de género.
Diversos estudios indican que al menos una de cada tres hondureñas se enfrenta con alguna forma de violencia en el curso de su vida, independientemente de su cultura, religión, clase socioeconómica o nivel de educación. La maquila es otro de estos espacios, finaliza el Especial de Prensa Latina Mujeres del Tercer Milenio.
08/GG/CV
