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El eje de las relaciones ya no es la procreación

Por la Redacción

Uno de los cambios más importantes en el México actual es que los arreglos familiares ya no están sólo relacionados con la procreación, afirmó Carlos Welti Chanes, adscrito al Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, al destacar que esta forma de pensar reconoce la convivencia entre los seres humanos sin fines reproductivos.

Expuso, que a pesar de las críticas hechas hoy día a las parejas no heterosexuales, en el futuro deberá reconocerse de manera más generalizada en el mundo la existencia del amor homosexual e, incluso, la conformación de familias entre individuos del mismo sexo, se destaca en boletín de prensa.

Por su parte, Noemí Díaz Marroquín, jefa del Centro Comunitario Julián Mac Gregor y Sánchez Navarro de la Facultad de Psicología, consideró que «las familias actuales deben tener mayor flexibilidad que las de antes», porque sus estructuras cambian de manera constante. En todo caso, ello representa una gran oportunidad para demostrar la capacidad de adaptación del individuo en sus relaciones íntimas.

Si bien, expuso Welti Chanes, no se trata de una situación generalizada, se hace cada vez más evidente en una sociedad como la nuestra; de hecho, la presencia de dichos vínculos marca la tendencia de los años por venir, es decir, el surgimiento de nuevos arreglos alejados de la concepción tradicional.

Hoy, en la conformación de lazos ya se reconoce a la sexualidad como parte importante de esa convivencia y, por lo tanto, no solamente tiene que ver con uniones de distinto sexo, sino también del mismo, recalcó.

A su vez, Díaz Marroquín indicó que en ambos casos el escenario familiar es igualmente complejo. «He visto que entre homosexuales el tipo de problemática como parejas es similar a la de los heterosexuales: existen las mismas luchas de poder, los conflictos económicos, de ajuste, y los problemas con sus familias políticas».

Si bien los seres humanos tienen diferentes elecciones, acotó, las necesidades afectivas son las mismas, con la salvedad de que los homosexuales, además, tienen que lidiar con un estigma social y eso les da mayor dificultad para enfrentar diversas situaciones.

La terapeuta familiar señaló que ya se empiezan a ver parejas de este tipo con hijas e hijos, sean adoptivos o de anteriores experiencias heterosexuales, «lo cual no es malo, siempre y cuando hablen con sus vástagos de su situación para evitar que lo vean como algo oculto».

Esto, aseveró, les da a las y los menores la oportunidad de advertir formas alternas de vivir y lo importante del tipo de nexo que se dé, porque en cualquier tipo de unión amorosa lo importante es el respeto, el amor, el cuidado y el apoyo hacia el otro. «Además, les da la oportunidad de rescatar lo más valioso de las relaciones».

En buena medida, explicó Carlos Welti, el contacto con otras culturas y sociedades hace que entre los sectores más informados se acepte con mayor facilidad este tipo de arreglos familiares. No obstante, esto no significa que se vea afectada la reproducción humana, porque, por lo menos en México, más del 90 por ciento de las mujeres desea tener un hijo y, por lo tanto, en una etapa, su proceso afectivo tendrá como fin la procreación.

Esto no quiere decir que se vaya a mantener la pareja conyugal sólo por este hecho, porque los núcleos serán de distinta naturaleza; incluso existen parejas no heterosexuales que ya buscan tener descendencia a través de la adopción, aclaró el demógrafo.

LA IGLESIA

Ante esta situación, refirió Carlos Welti, los grupos más conservadores están preocupados e insisten en que la familia solamente existe cuando se busca como objetivo la procreación. En la primera encíclica del nuevo Papa «la conformación familiar es la preocupación de la Iglesia ante las transformaciones».

Pero esa es la visión que sólo ve el amor y el sexo en la pareja conyugal y concretamente en el matrimonio católico, cuando esto ya no es así, insistió.

De acuerdo con el Diagnóstico de la Familia Mexicana, 69 por ciento de los hogares está integrado de manera nuclear, mientras en las últimas dos décadas los hogares unipersonales pasaron de tres a seis por ciento. Asimismo, las jefaturas femeninas aumentaron a un ritmo de 5.1 por ciento anual, mientras que las masculinas lo hicieron en un porcentaje de 2.7 al año, informó.

MATRIMONIO-RELACIONES DE GENERO

En los últimos años, la composición familiar ha cambiado de manera vertiginosa: a raíz de adecuaciones a los roles femeninos y masculinos, las funciones de género son menos estereotipadas que antes. Ambos cada vez comparten más las labores domésticas y del entorno externo, y aunque aún no existe igualdad ni equidad de género, se ha modificado dicha concepción, enfatizó Noemí Díaz.

En el papel tradicional, recordó, el matrimonio era para toda la vida: un mandato social y cultural. «La unión debía permanecer por los hijos y por la familia en general». Hoy, en el momento en el cual las mujeres salen del ámbito doméstico y empieza a tener ingresos, comienzan a ver otros horizontes y más posibilidades de independencia emocional.

De ahí que ahora se les permita una mayor libertad de acción y de toma de decisiones. Ciertamente, es un proceso social lento, en donde se percibe que el contrato matrimonila no dura «hasta la muerte», abundó la académica universitaria.

Algo que también ha influido en este cambio es el uso de los métodos anticonceptivos, en específico de la píldora. En el pasado, las mujeres estaban preñadas una y otra vez, lo cual las limitaba; ahora, emplear alguna forma de control de la natalidad les da la posibilidad de disfrutar su sexualidad, precisó.

Para Welti Chanes, cada vez más la conformación de una pareja conyugal ya no depende sólo de la posibilidad de que la mujer pueda resolver su existencia en el futuro a través del matrimonio; eso explica por qué los arreglos de pareja ya no necesariamente pasan por la formalización de la unión. Hoy día, los jóvenes que deciden vivir juntos lo hacen sin esta necesidad, asunto frecuente que en buena medida refleja la igualdad entre un hombre y una mujer.

En efecto, puntualizó Noemí Díaz, se afirma que los muchachos le temen al compromiso, no quieren esta atadura legal, y e incluso la perciben como una forma de esclavitud. Viven juntos sin casarse porque eso, simbólicamente, los hace sentirse menos atados, más libres.

Todas estas circunstancias, afirmó, han hecho que se considere la figura matrimonial de manera diferente. De ahí que desde los últimos treinta años empezara a incrementarse el número de divorcios, precisamente porque han surgido mayores diferencias y conflictos.

DIVORCIO

De acuerdo con ambos académicos, las principales causas de divorcio son la violencia intrafamiliar, los problemas económicos, los conflictos sexuales y las diferencias con las familias políticas.

Si bien es reconocido que la desintegración tiene que ver con las situaciones de brutalidad, también existen factores, como las condiciones monetarias, que agudizan las tensiones y pueden llevar a rompimientos conyugales, mencionó Carlos Welti.

Todos los arreglos institucionales reflejan a una sociedad, y el que las mujeres se dediquen a las tareas domésticas y el hombre sea proveedor demuestra el sometimiento por esta vía.

En ese sentido, enfatizó, no es un accidente que se atribuya tal crisis a que el sector femenino labore fuera del hogar; ello significa su no atadura por la vía de las condiciones financieras. No sólo es el trabajo, sino el incremento en su nivel de escolaridad, porque esto ha transformado la visión que ellas tienen de la sociedad, incluida la familia.

La psicóloga Díaz Marroquín expresó que el matrimonio es un compromiso que durará mientras se cumpla con él y se esté de acuerdo en respetarlo. En contraparte, el divorcio es un rompimiento emocional fuerte debido a que en el núcleo íntimo se dan los sentimientos más intensos, porque hay momentos íntimos y mucha dependencia entre unos y otros.

Los problemas más frecuentes y con mayor persistencia en las sesiones clínicas son económicos, sexuales y con la familia política. No obstante, apuntó, hay quienes toman la infidelidad como causal, particularmente cuando es consecuencia de una disfunción.

Sucede que desde el inicio los cónyuges no hablan sobre el ajuste o las diferencias en los encuentros sexuales, y ahí es donde se gestan las dificultades. «Cada uno puede tener distintas necesidades de frecuencia o tipo de relación, o bien diversas ideas y actitudes hacia el sexo, pero no las dicen por ser un tema delicado, el cual, si no es tratado de manera adecuada, puede lastimarlos, advirtió.

Este aspecto es tan importante que si una pareja en vías de separarse todavía tiene buen sexo, existen mayores posibilidades de arreglar la situación. Asimismo, dijo, hay otras parejas que usan el sexo para no hablar de los conflictos: cuando hay algún problema se van a la cama y parecen olvidar lo sucedido, pero el mal permanece y en algún momento vuelve a surgir.

ASPECTOS PSICOLOGICOS DEL DIVORCIO

Cuando se presenta la separación hay sufrimiento por parte de todos. Es un duelo que debe elaborarse. Uno de los retos de las familias actuales es poder deconstruir de una manera sana aquello que ya no pudo edificarse, de tal modo que no quede un resabio de rencor, detalló la académica universitaria.

La clave, sugirió, está en asumir la propia responsabilidad no sólo en el proceso de formación, sino también en el resquebrajamiento, «porque mientras se considere culpable de todo al otro, eso no permite que de manera interna se asuma una responsabilidad ni se alcance una paz interna» en donde la persona perdone y se auto perdone. «También rescato lo bueno, porque en una pareja nunca es todo malo ni todo bueno».

Quizá la mayor complejidad se presenta cuando hay hijos, porque ellos sufren al igual que los progenitores. «Aunque el matrimonio sea infeliz, los vástagos siempre van a querer que sus padres estén juntos, y sus acciones para lograrlo llegan hasta el sacrificio. Por ejemplo, si una forma de mantenerlos unidos es enfermándose, pues el niño lo hará, sobre todo de padecimientos psicosomáticos, como el asma o los problemas gastrointestinales», reveló.

De este modo, las y los hijos exponen su desarrollo y salud con tal de que la familia permanezca junta. «Esto no les hace ningún bien porque es más sano para ellos que los papás decidan separarse, elaborar el duelo y continuar la vida. Lo más sano es aislar a los niños de ese conflicto y que la pareja resuelva su separación», concluyó.

06/GV/YT

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