El pensamiento, las conductas, los regímenes políticos y las sociedades se construyen día a día y durante años, no por soplo divino. Hitler no llegó a ser líder del nacionalsocialismo ni Mussolini del fascismo en una noche de inspiración. No llegaron solos: irrumpieron en el poder con fuerza, con apoyo, con armas, con masas enardecidas y con intelectuales respaldándolos.
Esos aparentes momentos que tanto daño han hecho a la humanidad son producto de procesos incubados desde arriba y desde abajo, desde el poder y desde una suma de individuos que llevaron a la praxis esas frases; que de tanto escucharlas las convirtieron en verdad. Fue una telaraña y no labor de un solo hombre: no simplifiquemos los procesos.
Hoy podríamos encontrar un buen número de razones y factores para pensar que nos encontramos en el umbral de un neofascismo del que seremos responsables de su avance o de su neutralización.
Es preocupante que en los últimos años se hayan presentado por racismo 321 víctimas de malos tratos en España; según el informe de Amnistía Internacional, todas ellas con nombre y apellido.
Es alarmante también que mujeres como Miriam o la brasileña Rita hayan sido violadas en dependencias de la policía, sin más protección que su propio desespero de la primera y la posterior impunidad del delito en la segundo.
A los niños marroquíes, según la misma fuente, los sacan de las fronteras sin un seguimiento que compruebe que los regresan con sus familias. El maltrato a las familias gitanas o muerte de inmigrantes bajo custodia, son elementos que pueden quedarse en una cifra o desencadenar en fenómenos mucho más preocupantes.
El mal trato a los inmigrantes o a las minorías ocurre tanto por las formas autoritarias, arrogantes y populistas de gobiernos; como por actitudes de las sociedades de los países industrializados que sienten que los inmigrantes son un peligro para su seguridad.
Ese sentir es inducido por los partidos de gobierno y pequeños grupos de ultras, o por los medios de comunicación que maximizan o descontextualizan el comportamiento delincuencial de un pequeño grupo de inmigrantes.
La defensa de los derechos humanos, la denuncia permanente, el reciclaje y la consolidación de las democracias, que incluyan desde luego el compromiso social, son un fuerte bastón para dejar en un mal recuerdo esos nacientes factores de neofascimo.
Estamos condenados a no olvidar las consecuencias históricas de la Segunda Guerra Mundial. «Cerrar los ojos un instante hace que al siguiente tengamos que abrirlos con espanto.»
|
disponible para periodistas y medios de comunicación impresos y electrónicos por favor citen la fuente |