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El padre Maciel

Por Marta Guerrero González

Maciel; si no es culpable, por fuerza, es lo contrario.

Estoy convencida; si la iglesia tuviera el más mínimo resquicio de duda, sobre los delitos de abuso sexual en contra de niños y adolescentes seminaristas, no sólo bajo su tutelaje, también en países diversos y lejanos, separados de sus padres y familia, la Congregación para la Doctrina de la Fe, de ninguna manera le habría aplicado la máxima suspensión canónica divinis, (Código de Derecho Canónico, en su norma 1333) con lo cual se le imposibilita para oír confesiones, absolver, oficiar misa, predicar, ocupar cualquier cargo de gobierno dentro de la Iglesia, dentro de su orden religiosa, e incluso impartir sacramentos.

Es la pena máxima que un sacerdote puede recibir, por parte de la iglesia, naturalmente. Sin embargo, en 1945, el padre Marcial Maciel recibió una pena igual por parte del entonces obispo de Cuernavaca, Francisco González Arias, por haber abusado sexualmente del niño Carlos de la Isla (no se sabe cómo se reincorporó a sus funciones. Antes de eso, Maciel fue expulsado por el obispo de Jalapa, del seminario de Veracruz ¿la causa? Se «suscitaron incomprensiones».

De ahí en Montezuma, New México, en los estados Unidos, 18 meses después de haber ingresado al seminario, durante la noche del 17 de junio de 1940, Marcial fue, otra vez, expulsado y fue tan tajante y súbita la orden de expulsión esa misma noche, que el rector del seminario, Don Agustín Walter, S.I. se negó totalmente a la solicitud del ya ex seminarista para hablar con él.

Años más tarde, abogados de por medio (Kirkland and Ellis) ya afrontando a la prensa norteamericana y el escándalo sobre las denuncias en su contra, fue obligado por el Vaticano a mantenerse alejado de la Institución de 1956 a 1959, sin mediar documento exoneratorio.

En la carta abierta enviada al papa Juan pablo II, en noviembre de 1997, por ocho ex miembros de los legionarios de Cristo, donde acusan a su fundador de haber abusado sexualmente de ellos cuando eran adolescentes, dice textual:
«… sería espiritual, psíquica y éticamente funesto en sumo grado para cualquier alma, conducir su vida privada siguiendo el patrón de conducta íntima del padre Marcial Maciel, con respecto al sexo, al placer del narcótico (morfina) y a su negativa actitud ante la verdad y ante otros valores espirituales y humanos.»

No podemos olvidar el voto de silencio, la prohibición de no hablar de absolutamente nada de la legión, con nadie, incluso con los mismos legionarios. Tampoco podemos, menospreciar, que el propio Maciel fue el confesor de sus víctimas, a quienes, desde luego, les otorgó el perdón divino y mandó comulgar, tantas veces como abuso hubiere.

No es la orden de los Legionarios de Cristo, no son todos los sacerdotes, es Maciel y eso el, él responsable. Coincido con los denunciantes, no basta el castigo; debe existir el reconocimiento de la falta para que haya remordimiento, salga la verdad y, entonces sí, sólo entonces llegue el perdón y el olvido.

Mientras la impunidad reine, la amenaza y el dolor persistirán.
* Periodista mexicana

06/MG/LR

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