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El sexenio de la atención a la violencia

Por Lucía Lagunes Huerta*

Tras leer el informe que presentó Felipe Calderón el pasado lunes, es evidente que la política pública para garantizarle a las mujeres una vida libre de violencia es sólo un recuento de acciones, una lista de actividades y no una política de Estado, desde una lógica de asistencia y no de transformación.

Después de revisar el apartado 3.5 sobre igualdad entre mujeres y hombres, sigue quedando la duda: en estos seis años qué logró cambiar en la vida de las mexicanas que nos muestre que todo lo hecho valió la pena. La misma duda que las expertas del Comité de la CEDAW intentaron despejar en julio pasado sin lograrlo.

Lo que sí queda claro es la opacidad en el manejo de los recursos públicos como una de las herencias del gobierno calderonista, además de las actividades descritas en el Informe no sabemos cuánto se gastó en ello. Sólo rubros globales como las guarderías y aquellos proyectos que provienen de las convocatorias públicas cuentan con los montos destinados.

«La atención a la violencia» contra las mujeres es sin duda uno de los apartados con mayor descripción de actividades, y el más decepcionante ante la falta de resultados claros y medibles.

El personal médico puede medir la efectividad de la atención a través de sus pacientes, si éstos resuelven los males que le aquejaban cuando acudió al servicio médico, si se detectó oportunamente un mal mayor y si intervino a tiempo para garantizar su bienestar físico, emocional y restaurar su salud, sin duda la atención fue buena.

En el caso de las acciones de gobierno para atender la violencia cuál es el indicador de éxito.

El informe no explica qué pasó con las 161 mil 998 mujeres mayores de 15 años que recibieron «atención» a través del programa de Prevención y Atención a la Violencia Familiar y de Género, tampoco que ocurrió con las 324 mil 938 consejerías dadas, los 346 mil 273 apoyos psicoemocionales, ni las 68 mil 337 atenciones en los servicios de salud.

Acaso se tiene un seguimiento para saber de qué sirvió la «atención» a esas mujeres. ¿Dejaron de vivir violencia? ¿Lograron desarrollar herramientas personales que las fortalezcan y empoderen?

Si dependía económicamente de su agresor, ¿consiguieron empleo digno? Si decidió terminar la relación matrimonial, ¿percibe una pensión económica digna para ella y su prole? Si no tenía vivienda propia, ¿ahora la tiene o está en un programa especial para ello?

Y la «atención» que se les dio exactamente a qué se refiere, qué de todos los «males» fueron atendidos.

Qué significan los incrementos de 28.7 por ciento en el número de «mujeres atendidas», el aumento de 26.8 por ciento en los servicios de consejería, y el crecimiento de 16.9 por ciento en los servicios médicos especializados en violencia, todo con relación al mismo periodo del año pasado.

¿Eso quiere decir que hay más violencia contra las mujeres como lo afirman las organizaciones especializadas?

El enumerar actividades demuestra la lógica asistencial del gobierno actual: no es importante la transformación de la situación de discriminación que viven las mujeres, sino la cantidad de cosas que hago para ellas.

Twitter: @lagunes28

*Directora general de CIMAC.

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