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El sistema de poder y control global

Por Argentina Casanova*
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Cuando el feminismo plantea la necesidad de derrumbar el sistema económico-político-social y transformarlo en uno diferente, el escepticismo es lo que responde; no son pocos ni pocas las personas que consideran como “un sueño”, una utopía, la aspiración feminista.
 
Sin embargo, cuando vemos lo caótico y destructor que es el sistema de poder y control global heteropatriarcal en el que vivimos, como ocurre hoy día en Grecia, empezamos a considerar otras formas posibles de convivencia.
 
Todas y todos sabemos que el sistema no puede más, le apostó al consumismo y con ello a la depredación y destrucción del planeta, a la oferta y la demanda, el control y el poder, una suma de todas las bondades que hemos aprendido como única vía y forma desde el capitalismo, hijo del patriarcado.
 
Las mujeres fueron despojadas de sus tareas artesanales para ser comercializadas, los hombres contratados para realizar jornadas para hacerlo, y ellas confinadas a realizar los trabajos del hogar sin una remuneración. El resultado ha sido nefasto para las mujeres de todo el mundo.
 
Algunos economistas, entre ellos Amartya Sen, plantearon la posibilidad de un mundo mejor donde las mujeres tuvieran acceso a los medios de producción y organización, mediante pequeñas empresas que pudieran generar ingresos para mejorar el nivel de vida de las familias en los países en vías de desarrollo, pero el mal ya estaba hecho.
 
Los hombres habían sido imbuidos por un sistema que les enseñó que eran ellos los que tenían el control de la economía, de la política, de los espacios públicos, del cuerpo de la mujer al que podían acceder a cambio de unas monedas, y para ellas años de este sistema derivaron en entender que su cuerpo era la única moneda de cambio.
 
El sistema ha fallado y pese a su estéril predicción de que todo se resolverá de alguna manera, que lo que hay que seguir haciendo es garantizar los mercados de consumo para sostener al monstruo, lo cierto es que el planeta no da más.
 
Ni las economías de algunos países, particularmente aquellos que han sido históricamente saqueados pueden afrontar con las mismas condiciones la oleada de efectos catastróficos del medio ambiente como sequías, granizadas, lluvias intensas o la depredación de especies, zonas boscosas y ampliación de zonas de cultivo a costa de la estabilidad de la tierra.
 
Todo está ligado. El planeta es un ser vivo, pero eso no lo entienden ni lo quieren saber los economistas, y mucho menos de la Unión Europea, que pretende vivir aislada del efecto de todo lo que históricamente ha saqueado del mundo.
 
Grecia no es la excepción. Gobernantes corruptos, sistemas de deudas impagables aceptados al calor del interés del efectivo por encima del futuro de los pueblos. ¿Nos suena conocido? ¿Cuándo hemos sido consultadas y consultados en México a la hora de solicitar un crédito al Banco Mundial?
 
No es necesario, el poder funciona de manera vertical, unidireccional y sin reconocer la opresión que viven los pueblos, y en los que se agudiza un exterminio contra las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad.
 
En medio de esta crisis global recrudecida por el alza al dólar, la caída del euro, y la presión sobre la democracia griega, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Cristine Lagarde, expresó sin anestesia; “Los ancianos viven demasiado y hay que hacer algo al respecto”.
 
Denominado el “impacto financiero de la longevidad”, este tema no debe sorprendernos frente a una política de exterminio: los africanos ahogados en el Mediterráneo, los asesinatos en masa de migrantes de Centroamérica, las desapariciones de estudiantes, pobres y mujeres, las víctimas cotidianas del Estado omiso.
 
Y frente a esto el feminismo se plantea el reto de transformar, de encontrar el camino hacia sistemas en los que las mujeres vivan, y no sobrevivan a la violencia, que nos apropiemos de nuestros derechos y que transformemos el feminismo en un camino hacia la igualdad social.
 
Aparejar la lucha de la transformación social del Estado heteropatriarcal hacia nuevas hegemonías, nuevas formas de discusión y vida, horizontalidades bidireccionales, hacia consensos construidos entre todas y todos, hacia el respeto a la madre tierra, hacia un modelo económico no basado en la explotación y el dominio de nadie, basado en la compartición, el reciclado y aprovechamiento de los espacios y los recursos, en compartir las tareas de cuidado de las y los hijos y de las personas adultas mayores, y de aprovechar la suma de los recursos y evitar los desperdicios de alimentos para cuyo aprovechamiento se ha impactado al planeta.
 
Un feminismo útil para las mujeres y sus hijas e hijos, para los pueblos.
 
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
 
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