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El «sombrero» de los motivos personales

Por Teresa Mollá Castells*

Una amiga me informa sobre la dimisión del Rector de la Universidad de Salamanca por sorpresa y por motivos personales y me pide que realice una revisión de las notas periodísticas aparecidas en los diferentes medios sobre este tema.

Llevo un par de días en este trabajo y creo haber leído casi todo lo aparecido y de verdad que hay cosas que siguen sin cambiar.

Voy a resumir los «hechos» según los narran los periódicos que consulté, puesto que de lo contrario puede no entenderse mi opinión:

Presuntamente existe un parte de lesiones por las agresiones que recibió la compañera sentimental del Rector y que fue emitido por el servicio de urgencias de un hospital, y aunque esta mujer decide no denunciar a su agresor, sí lo identifica y por esa identificación se conoce que el agresor es el, hasta entonces, Rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso.

La víctima que, insisto, no quiso presentar denuncia, es una mujer argentina que trabajaba dentro de una asociación universitaria vinculada a la propia Universidad de Salamanca, por lo que era dependiente, económicamente hablando, del Rector.

Por causas que ella misma conocerá, aunque son fácilmente deducibles, esta mujer, al parecer, se encuentra en Barcelona.

Evidentemente, el parte de lesiones emitido desde el hospital puso en marcha la maquinaria judicial y el agresor deberá comparecer en sede judicial, si no lo ha hecho ya.

Ante la magnitud de los acontecimientos el Rector dimite de su cargo para no dañar la imagen de la institución que dirige, pero el daño ya estaba hecho, me refiero al daño infringido a una mujer a la que decía amar y con la que convivía.

Y aunque todo el mundo lo sabe, casi nadie habla abiertamente del parte de lesiones y todo se camufla por una serie de silencios y de posicionamientos de «echar balones fuera» y de no tratar con la seriedad que merece este caso de presuntos malos tratos a una mujer que, además de dependiente económicamente, es extranjera y quién sabe si con su situación regularizada.

Y encontramos causas de la dimisión del Rector de todo tipo: profesionales, basadas en desencuentros con sus más allegados colaboradores, etcétera, y todo el mundo, incluida la Universidad de Salamanca, calla los verdaderos motivos de la renuncia. No me parece justo.

Lo veo totalmente injusto porque la víctima está siendo de nuevo agredida por la grandeza que se le quiere imprimir al hecho de la dimisión en sí mismo y no a las causas que, aunque todo el mundo conoce (al parecer han circulado incluso fotocopias del parte de lesiones entre las redacciones de los medios de la zona) casi nadie expone abiertamente.

Al parecer, para los medios de la zona e incluso para algunas personalidades políticas, resulta mucho más importante que los proyectos previstos tengan continuidad y lleguen a buen fin, antes que interesarse por la situación de la víctima, que al fin y al cabo es una mujer.

Y este tipo de cosas se repiten. El histórico pacto de silencio entre caballeros para protegerse mutuamente de nuevo ha funcionado. Sobre todo si son hombres influyentes y cultos como es el caso, se ha de desviar la atención hacia asuntos que realmente sean considerados como importantes dentro de los códigos que el sistema androcéntrico ha generado y entre los cuales no está el hacer público que una personalidad académica puede ser un agresor.

Pero, además, atreverse a escribir en un foro de uno de los medios digitales que todo lo relacionado con la verdad del caso, o sea que el ya exrector ha maltratado a su pareja es mentira y que lo único que se pretende es, por parte de ella, sacar partido de la situación, puesto que todo el mundo conoce que la mayoría de las denuncias son falsas, es el colmo de los colmos en una sociedad en la que somos muchas las personas comprometidas en erradicar esta situación, en la que incluso perdemos la vida como consecuencia sólo de haber nacido mujeres.

Pero es que además el sesgo clasista que se le ha querido imprimir al tema es de lo más deleznable. Y me pregunto, ¿acaso un hombre con una alta formación académica es diferente en cuanto a su condición de maltratador precisamente por esa formación frente a otro hombre que tenga menos formación o menos poder? Ya vemos que no, que los maltratadores no entienden de clases sociales, y este es un buen ejemplo para desmontar esa hipótesis.

* Feminista de Ontinyent.

[email protected]

09/TMC/LG

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