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El tiempo de Norma Merlo, video homenaje a la actriz

Por Helen Álvarez Virreira

Norma Merlo se sentía un «patito feo» al que nadie quería ver, pero ella sabía que podía hacer reír y llorar a la gente. Lo que desconocía era que también podía arrancarles aplausos y robarles el corazón con esa su forma de ser sencilla, inquieta, solidaria, apasionada y esa voz profunda, con un lejano acento gaucho.

Así es la «dama del teatro boliviano», cuya trayectoria quedó plasmada en «El tiempo de Norma», un video con el que la Fundación Simón I. Patiño le rindió homenaje por sus más de 30 años en las tablas nacionales y casi medio siglo dedicado a la actuación.

La ceremonia fue emotiva y colmada de gente que la admira y la quiere. Con la humildad que la caracteriza y al borde de las lágrimas, compartió ese momento con dos actrices, compañeras suyas, que «acaban de partir», Laly Anker y Nancy Tejada, para quienes pidió un minuto de silencio.

El ex presidente de la República Carlos Mesa estuvo allí para hablar de la amiga, de la mujer que «construye humanidad» y que a él le ha «permitido transitar desde ese femenino inconsciente que tenemos (los varones) hasta ese femenino consciente que construye otras sensibilidades».

El movimiento feminista Mujeres Creando le dedicó un graffiti, pintado con aerosol, delante de la artista, en una gran tela roja: «Eres la única Norma que seguimos». Las lágrimas, que hasta ese momento pugnaban por salir, se transformaron en una sonora carcajada que acompañó a la del público.

Boliviana «porque le da la gana», dijo de ella Mesa. La actriz nació y creció en Argentina y comenzó a actuar en Buenos Aires, en 1960. «Recibí cosas de Argentina, pero no me ayudaron mucho», cuenta en el video realizado por la productora Nicobis y estrenado la noche del martes 17 de julio.

En 1975 llegó al país con su esposo Pedro Susz, el cineasta boliviano que la conquistó. «Los directores a mí me han ayudado aquí en Bolivia, me han aceptado», aunque nada fue fácil. Pero Norma no sólo recibió, sino que contribuyó mucho al país que eligió como suyo, especialmente en la creación de la Cinemateca Boliviana, en la cual trabajó arduamente junto a su compañero.

«Que a uno le dé la gana de amar algo que originalmente no fue suyo, por las razones que fueran, es algo extraordinario, un poco para que en este debate de quién es originario de qué, entendamos que en la voluntad del alma? hay mucha más fuerza, muchas veces, que en aquel azar que te ha traído a nacer en un lugar y tener que ser de ese lugar, te guste o no», enfatizó Mesa, quien también es fundador de la Cinemateca.

Norma ama este país y le ha entregado su vida. Su trayectoria ha transitado por el teatro, el video, el cine y los cuentos. Ella padece diabetes y su enfermedad la impulsó a promover la actuación entre sus compañeros de la Escuela de Diabéticos del Hospital San Gabriel, para quienes se convirtió en su maestra.

La directora del Espacio Patiño, Micaela Pentimalli, augura que «el tiempo de Norma» continuará mucho tiempo más. «El actor, mientras tenga memoria, puede seguir trabajando ?dice la actriz?, si uno puede hacer de anciana?, haré de anciana? tengo ganas de seguir trabajando, realmente».

07/HAV/GG

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