Inicio El «trajín» de María del Carmen, madre de 11 hijas e hijos

El «trajín» de María del Carmen, madre de 11 hijas e hijos

A María del Carmen no le gusta celebrar el 10 de mayo, porque es «puro trajín», prefiere quedarse en casa, mientras la mayoría de sus 11 hijas e hijos se quedan con la abuela.

Sudorosa, acalorada y quemada por el sol, María del Carmen Montesinos de la Cruz, 43 años, nos recibe en su humilde casa, acompañada de dos hijas y nueve hijos. Ha pasado 23 años de su vida entre embarazo y embarazo. El primero, un hijo de 22 años y el último, un bebé de año y 4 meses. Se dice feliz y da gracias por la descendencia que Dios le ha dado, «porque muchas quisieran tener aunque sea uno».

Fuerte y erguida, a María no la ha doblegado la maternidad, pero se siente culpable porque los embarazos continuos no le permitieron atender a cada uno de sus hijas e hijos. Si tuviera tiempo, dice, sería para dedicárselo a ellos. Hace apenas 6 años aprendió a leer y escribir.

Fue madre por primera vez a los 21 años y ha tenido embarazos casi cada año. En total suman 13 de familia, algo ya no tan común hoy en día, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), cuyos datos indican que el número de hijas e hijos descendió a partir de la década de los 90.

Ella reside en una vivienda de la loma de la histórica Colonia Kilómetro 4 de Tuxtla Gutiérrez, lugar de luchas de centenares de familias que se enfrentaron al gobierno para demandar un terreno y donde hoy tienen una vivienda en obra negra.

— ¿Qué tan difícil es ser madre de una descendencia numerosa?

— Bastante difícil, hay que mirar a los más grandes y cuidar a los más pequeños, es un gran descontrol.

Con el bebé que aún amamanta, María, no se da abasto para atender a los demás, pero asegura que se siente contenta y protegida por ellos. «No me voy a quedar sola». Todos, dice, llegaron al mundo con partos naturales y los embarazos los disfruté. «Al momento de aliviarme (sic), pensaba cómo será su carita, y cómo van ir creciendo todos, pues son varios. Entonces me ponía a pensar si iba a nacer normal, que no les hiciera falta algo, eso era un trastorno para mí, porque entre más niños son, uno tiene menos fuerzas y vitaminas, y no gracias a Dios, todos estos están bien», señala la entrevistada.

Revela que «ya no habrá más hijas o hijos», aunque si se embaraza de nuevo sería bien recibido. No tiene salpingoclasia (ligadura de trompas), ni utiliza anticonceptivos.

— ¿Usted decidió tener las dos hijas y los nueve hijos?

— Sí, porque no me cuido, no me ha gustado, más bien ni sabemos cuidarnos y a mi esposo no le gusta, él siempre dice que sean los que Dios quiera darnos y pues yo estuve de acuerdo con él.

— ¿Usted está dispuesta a tener otro?

— Pues sí, si ya tuve once, pues otro más sería como un regalo más.

SALUD DEPLORABLE Y ALIMENTACIÓN INSUFICIENTE

Un día habitual para María es levantarse a las 5 de la mañana, para que le dé tiempo de preparar almuerzos para el que va trabajar.

«¡Ay Dios, y este niño comienza a llorar y lo tengo que abrazar porque a esas horas nadie quiere levantarse», exclama al narrar su rutina diaria. Termina sus labores a las 23 horas, y si ya están todos, se va acostar y si no será hasta que estén los más grandes que en ocasiones llegan a la una o dos de la mañana.

— ¿Cómo fue su primer parto?

— Me atendieron parteras y ‘dilaté’ seis días en «aliviarme» y hasta que me dio calentura y ya con infección, me internaron en un hospital donde se negaban a recibirme y ahí estuve del 5 al 12 de marzo. Fue mucho sufrimiento, pero nació normal mi primer hijo aunque con mucho dolor.

— ¿Y en el último parto cómo le fue?

— Mejor, porque lo tuve más rápido. Este último hijo varón nació también en un hospital, y el parto duró 5 horas (de las 12 de la noche a las 5 de la mañana) y sin dolor.

LA COMIDA ALCANZA «A VECES SÍ, A VECES NO»

— ¿Cómo le hace para darle de comer a toda la familia?

— ¡Cuesta mucho!, porque así como lo ve usted, me gasto entre 200 hasta 250 pesos diarios para comer.
En la mañana, gasta entre 50 y 60 pesos para comprar tres kilos de tortillas y tres kilos y medio en la tarde, y no alcanza. Se combinan con el kilo de frijoles que cocina cada tercer día y eso, si no hay otra cosa, porque se aburren de estar comiendo lo mismo.

Cuando prepara sopa de pasta, utiliza entre tres a cuatro sobres con un kilo y medio de pollo, le agrega un cuarto de zanahoria, un kilo de papas, tres chayotes y así para que la comida rinda más, «y a veces alcanza y otras veces no», dice. Hace también agua de naranja o limón.

Es lo que comen Rafael de 21 años (marzo), Luis Alberto de 19 años (octubre), Mauro Alonso 17 (noviembre), Ángel 16 (noviembre); Carlos 15 (septiembre), Karen 12 (diciembre), Héctor 10 (Mayo), Osiel 8 (Mayo), Brayan 6 (junio), Natalia 3 (Enero), y el niño año y 4 meses (diciembre), que aún no tiene nombre, pero le llaman Pablo Emmanuel, además de la madre y el padre.

SERÍA BUENO TENER DOS O TRES

Tres de los niños van a la primaria; dos a la secundaria y uno al preescolar. Uno de los mayores, Luis iba a la preparatoria pero nada más fue tres meses y ahora trabaja. Ya no quiso acudir porque se le hacía difícil, necesitaba de 30 a 50 pesos diarios, se iba caminando y como trabajaba, salía a la una o una y media, se venia a bañar y se iba. Esto lo desanimó para seguir, cuenta María.

— ¿Qué le gustaría que estudiaran sus hijos?

— Lo que ellos decidan, pero que hagan algo, aunque sea un carrera pequeña, porque a pesar de mi pobreza, pues yo los apoyaría –responde entre sollozos María, quien no pierde la esperanza de que su familia salga adelante y confiesa que a veces se siente impotente por la falta de recursos económicos.

María se sostiene de las ventas que hace en el Parque Central, de dulce de chilacayote, chilacayote, cocadas, empanadas de mangar, «Y no me quejo porque sale para la comida, para pasar el día, para sobrevivir». No vende diario, porque los sábados sus hijos cobran y le ayudan ese día. Puede descansar el fin de semana.

Ella reconoce que las mujeres tienen derecho a decidir sobre el número de hijos que quieren tener. Dos o tres sería lo mejor, afirma, porque no se complica la vida, si son muchos, a la hora de salir o hacer algo no se puede. Si sale de paseo con sus hijas e hijos se gasta más de 500 ó 600 pesos y eso sólo en la convivencia o en el parque del Oriente entre pasajes y refresco, porque suele llevar comida preparada.

Dice que le hubiera gustado estudiar pero nunca tuvo oportunidad. «Me casé a los 20 años, pero no estudié porque mis papás no me dieron estudio y ya vine aprender más o menos con mi hijo el más grande que comenzó a estudiar. Ahora ya les dije que les voy a demostrar que sí se puede estudiar. Me voy a inscribir y se los voy a demostrar, porque tengo dos que se me salieron de la secundaria; uno ya iba a recibir el certificado y no fue a recogerlo; el otro se salió del segundo año lo dejó tirado, que porque no puede, que le da flojera y por el calor, y es por eso que le digo que me voy a inscribir y le voy a demostrar que a mi edad se puede, y cuando vean mi diploma se lo voy a refregar en la cara, eso les digo. Pero con tanto quehacer no me da tiempo».

DÍA DE LAS MADRES, CELEBRACIÓN «TRAJINOSA»

— ¿Cómo celebra el 10 de mayo?

— Mi mamá hace convivio, se reúnen mis hermanos, a veces voy o me quedo aquí, no salgo, y mis hijos se van con la abuelita, la celebran a ella, no a mí, compran regalitos para la abuelita.

María no celebra su cumpleaños que es el 15 de mayo, tampoco otra fiesta, sólo a sus hijas e hijos cuando cumplen años. En la navidad, dice conteniendo el llanto, se prepara una comida, pero se trabaja un poco más para poder celebrar.

Los domingos, explica María, es un día en que se reúne la familia, pero es un poco difícil, porque como «tengo dos muchachos que toman, es más mi preocupación porque a veces pelean con sus hermanos o los amigos, y llegan corriendo y tengo que salir para hablarles y me hagan caso, pero gracias a Dios me hacen caso.

A veces ellos me piden que me vaya, pero no lo hago hasta que se van conmigo, pero les advierto que si me llegan a golpear ellos tendrán la culpa y entonces ya logro llevármelos.

— ¿Cómo le gustaría que le celebraran el 10 de mayo?

— La mera verdad, no me gustan a mí los festejos porque se me hace más trajín, hacer un convivio requiere de trabajo, hay que atender a la gente, quien cocina es una. Es como festejar mi cumpleaños, ¿quién va hacer la comida?, pues yo. En vez de que yo descanse voy a trabajar el doble, y después de todo me dejan todo el basurero, y así no.

— ¿Pero si le celebraran el 10 de mayo, como le gustaría?
— Con música, y refresco. Que estuvieran mis hijos, mi familia, sentada, que me sirvan, que no me dejen el trajín. A eso es lo que le corro, al trabajo, por eso aquí me la paso tranquila.

— ¿Qué mensaje manda a las hijas e hijos para el Día de las Madres?

— Quieran a su mamá mucho. Que ellas se den un tiempecito, porque una como mujer necesita tiempo. Que las hijas y el esposo valoren lo que realmente es una madre y lo que puedan dar que se lo den ahora en vida y no después.

María confiesa que le gustaría convivir más con sus hijas e hijos, porque no ha podido. Con ojos llorosos cuenta: «me encerré con ellos, deje que crecieran y no los pude disfrutar y los grandes tampoco, porque siempre estaban cuidando al más pequeño».

09/CR/LAG/GG

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