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Elba Esther tiene miedo

Por Lydia Cacho

Sin temor a equivocarme puedo asegurar que Elba Esther Gordillo es uno de los cánceres más perniciosos del país. Si bien es cierto que varios presidentes han sido responsables de fortalecer la enfermedad mortal que sufre el sistema educativo en México, es ella la que ha sido capaz de mantener al país arrodillado ante la corrupción magisterial. Lo que sucedió esta semana parece llevarnos al límite.

Durante la sesión extraordinaria de su Consejo Nacional, Gordillo propuso ante las y los 300 líderes y consejeros del sindicato aprobar un resolutivo para «aplazar» la evaluación, lo que se aprobó por unanimidad.

Con mirada iracunda y la voz agudizada por la indignación, arengó a sus líderes asegurando que la Secretaría de Educación Pública (SEP) no les informó a tiempo cuales serán los mecanismos de la evaluación.

Casi de la misma manera en que un grupo de estudiantes de secundaria se rebela en el salón ante un inminente examen para el que saben no están preparados, la líder sindical acusó al secretario de educación de no haberles dado aviso en tiempo y forma que serán evaluados.

Lo que en realidad Gordillo ha negociado durante sexenios, equivaldría a que a un grupo de niños les entreguen los exámenes por adelantado y a la vez se les prometa que sin importar que tan mal respondan la escuela no podrá reprobarles. Así de sencillo, así de grave. Además se niega a la evaluación ahora porque son tiempos preelectorales.

En su sesión, la que ha sido calificada como la más corrupta y enriquecida líder magisterial, aseguró ante sus agremiados que no se oponen a ser examinados.

Aquí la cita textual: «Estamos dispuestos a la evaluación, pero con el garante irrestricto de que ninguna medida de éstas puede atentar contra los derechos de trabajo que tienen los integrantes del SNTE».

Y como si no fuera suficiente el cinismo, da la estocada: «La evaluación es para estimular salarialmente y socialmente al maestro que trabaja, no para castigarlo y mandarlo al desempleo».

Una Elba Esther impetuosa dijo: «No podemos, conforme al compromiso adquirido sobre la Evaluación Universal, cumplir con que se aplique en este año escolar. ¡No! Porque la SEP no ha cumplido con su obligación de informar cómo será. Y aclaramos que no es un examen, es una evaluación al desempeño docente».

En pocas palabras la líder sindical advirtió que no aceptarán ser evaluados este año, que si aceptarán la evaluación eventualmente, pero bajo sus propios términos y no los de la autoridad (SEP e INEE). Y que una vez evaluados, se debe negociar para no despedir a los reprobados.

Como en todo lo que hace Gordillo, los matices son importantes. Esta no es una simple pifia contra el Presidente, la maestra defiende que permanezcan sus reglas: el 92 por ciento de las plazas son otorgadas o vendidas por el sindicato sin mediar evaluación y meritos académicos.

El otro 8 por ciento obtuvo su plaza por concurso, pero bastaba acreditar tres de 10 puntos. Se oponen a la evaluación universal y autónoma porque destruirá el sistema de corrupción educativa y a la vez debilitaría a la masa crítica que la maestra tiene para procesos electorales y presiones políticas.

Es decir, Elba Esther y sus cómplices se oponen a que el Estado otorgue autonomía técnica, presupuestal y de gestión al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), para asegurar que, en el futuro, esta institución no sea manipulada, ni secuestrada por los actores que quedarán sujetos a la evaluación, en particular, autoridades y maestros.

Por eso es tan importante que la sociedad civil exija a Felipe Calderón derogar el Decreto de 1946 y acuerdos posteriores celebrados entre el gobierno federal y el SNTE, que hoy permiten a la líder manipular las plazas y la carrera profesional de las y los maestros a partir de criterios que no tienen que ver con derechos laborales, ni con logros académicos.

El esfuerzo que encabeza la Coalición Ciudadana Por la Educación necesita el eco de toda la sociedad que exige una educación de calidad. Pero Elba no quiere soltar el poder.

Resulta inaceptable que Elba Esther Gordillo controle no sólo al sindicato y parte del proceso electoral, sino la propia reforma educativa que este país necesita. Una buena manera de restarle poder es evitando que su partido (Panal) tenga suficientes votos para mantener el registro, otra es sumarse a la exigencia de la derogación del Decreto de 1946. Ambas cosas son factibles y beneficiarán al país. ¿No lo cree usted?

www.lydiacacho.net/@lydiacachosi

*Plan b es una columna publicada lunes y jueves en CIMAC, El Universal y varios diarios de México. Su nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.

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