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Empiezan candidatos campañas. ¿Y las mujeres?

Por Soledad Jarquín Edgar

Se acabó la tregua y empezó la guerra de medios por la Presidencia de la República. Así se rompió la armonía de los últimos días. Otra vez, las y los mexicanos vamos a ver las mismas noticias de cada año, con sus protagonistas de siempre, vestidos con nombres distintos y envueltos en los mismos colores de hace casi dos décadas, al menos desde aquel 1988 cuando, finalmente, la contienda política dejó de ser unipartidista.

Pero serán, y lo digo sin temor a equivocarme, los mismos discursos, las mismas propuestas, las mismas promesas: acabar con la pobreza, la delincuencia, evitar la emigración, no a la corrupción, reducir el desempleo, bienestar para las familias, no más impuestos que lesionen la economía de los hogares. ¿Le suena, le recuerda algo, lo ha escuchado antes?

Así empezaron este 18 de enero las campañas políticas y, aunque los candidatos se esmeran por darle variantes al asunto, lo cierto es que estamos ante promesas incumplidas y sueños que viajaron al norte para buscar realizarse, aunque el gobierno diga otra cosa; estamos ante un puñado de esperanzas que poco a poco se han ido resquebrajando en la gente, y se notó, se notó mucho. Nunca nada es lo mismo ante tanta promesa no cumplida.

Otra vez podría decir: «como siempre, los candidatos empezaron sus campañas políticas sin acordarse de más de la mitad de la población. Las demandas sociales y ciudadanas de las mujeres son parte de su olvido. Nada para ellas. Ni una mención especial a sus problemas concretos».

Ni por estar en la capital del país ni por haber empezado en el municipio más pobre, nadie se acordó del feminicidio o de la muerte materna. ¿A qué candidato le interesa, más allá de cuántas somos las mujeres, cuáles son nuestros problemas básicos como ciudadanas? A ninguno, y para muestra lo que ya pudimos ver y oír el pasado miércoles 18 de enero en su arranque.

Voy a poner mi ejemplo: llegué corriendo del trabajo, me senté a mirar los noticiarios de la televisión nocturna y nada. Corrí a internet, página por página web, a ver si decían algo, y otra vez, nada. Muy temprano seguí escuchando los noticiarios, y nada. Al día siguiente, creyendo que los medios impresos me darían notas más amplias, pensé que ahí vendríamos mencionadas y, tristemente, nada.

Entonces me pregunté hasta cuándo: ¿hasta cuándo los problemas de más de la mitad de los habitantes de este país serán vitales para que un aspirante a la Presidencia de la República nos tome en cuenta? ¿Hasta cuándo los señores Calderón, Madrazo y López Obrador y todos los demás dejarán de pensar que nos tragamos el cuento de que nos incluyen en sus discursos y propuestas porque dicen «las y los» o «mexicanas y mexicanos»?

Este domingo amanecía muy poco optimista en relación a quién podría ser el próximo presidente de México. Desperté un tanto desesperanzada de que verdaderamente algo podría cambiar las cosas en este país que, reitero, quiero profundamente, porque me enseñaron a amarlo desde mi casa; amor que creció en la escuela y que confirmé siendo adulta, cuando supe que este país necesitaba mucho más que discursos y, sí, muchas pero muchas respuestas.

Y es que qué candidato podría convencerme si de los tres que tienen «posibilidades» de acuerdo con las encuestas -otra parte del marketing de las campañas- ni siquiera nos han incluido de fondo, no sólo en la forma.

Los candidatos ya iniciaron sus campañas políticas y la noticia para mí es la misma: las mujeres, todas las mujeres de este país, por pequeñas o mayores, por indígenas o no indígenas, por ricas o por pobres, no estamos incluidas en sus propuestas. Simplemente se olvidaron de nosotras.

Esta exclusión de las mujeres va más allá de no ser nombradas ni tomadas en cuenta. Ahora mismo, cuando están por definirse las candidaturas para las y los aspirantes al Senado o al Congreso de la Unión, se sigue haciendo menos a las mujeres que podrían tener un buen papel o que podrían hacer la diferencia y escribir una historia distinta, una historia de inclusión social real y no sólo de palabra.

El proceso electoral ya empezó y lo hizo bajo el grave estigma de la incredulidad ciudadana, donde las mujeres, más de la mitad de la población, más de la mitad de quienes elegirán, no son un tema importante para los presidenciables. Agradeceré sus comentarios:

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06/SJ/YT

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