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Empoderadas y vulnerables*

Por Bettina Cetto

Todo empezó un buen día de octubre de 2003, cuando varias mujeres políticas deciden celebrar de manera singular los cincuenta años del voto femenino en nuestro país. Va a ser una celebración muy especial, diferente, comenta animada una de las organizadoras del festejo que programan para el día 22 a las doce en el Claustro de Sor Juana. Se juntan en varias ocasiones para dar forma al acto y al mensaje. Entre que se reúnen en Los Pinos y en San Ángel -en la casa que fuera de Lupe Rivera Marín y que, a la sazón era de Rosario Robles- conforman un grupo de 21 mujeres, distintas (bastante) en su formación ideológica pero luchadoras, emprendedoras, notables todas ellas. Constituyen, por así llamarlo, el comité organizador. Planean el evento para unas 600 asistentes, y también la publicación de un libro que vería la luz para el Día de la Mujer del 2004.(1)

Junto a la mitad de la pareja presidencial y a la ex jefa de gobierno del Distrito Federal, sobresale en el grupo otra estrella femenina del proscenio nacional que comparte el haber llegado alto en el poder y gozar de tremenda influencia: la coordinadora parlamentaria del tricolor. Ellas tres destacan ¾no porque las demás no sean carismáticas o famosas¾ por el hecho de representar a las tres principales fuerzas políticas del país. Sus actos llamarían al atento ¾y bien podía preverse que feroz— escrutinio.

Rosario Robles tuvo la alta investidura y responsabilidad del gobierno del Distrito Federal, además, claro de ser ex presidenta del PRD, defensora de los derechos de las mujeres, eficaz organizadora de las brigadas del sol, economista, sindicalista universitaria e impulsora del movimiento cardenista en 1988. En otras palabras, una mujer con trayectoria impresionante pero que a estas alturas ha dejado atrás la cúspide de sus logros.

Mientras tanto, Marta Sahagún, la consorte presidencial, va ascendiendo en sus índices de popularidad y presencia en el ámbito nacional (24 por ciento de la población votaría por ella, Reforma, 24 de mayo de 2004); en cada oportunidad que se le presenta, ni termina por confirmar su interés para postularse por el PAN como tampoco acaba por negarlo. Juega al tapado.

La tercera estrella de la corona, Elba Esther Gordillo, gran amiga de la pareja presidencial, entonces coordinadora parlamentaria y la figura política femenina de mayor influencia dentro del tricolor —donde están Beatriz Paredes, Dulce María Sauri, María de los Ángeles Moreno, Silvia Hernández (esperando mejores momentos)— es, en suma, «la mujer más poderosa de la historia mexicana», según el columnista Miguel Ángel Granados Chapa, y ella lo sabe.

Primer acto

Llegada la fecha del festejo, la puntualidad hace que aparezcan juntas en el Claustro, Rosario Robles y Marta Sahagún. La casualidad hace que aparezcan vestidas iguales con elegantísimo modelo rojo. El orden alfabético hace que se sienten juntas. Y yo, de observadora (feminista) me digo, pues sí, sin duda es una celebración diferente… me pregunto: y ahora, ¿qué?

¿Cuál es el mensaje?

Todas, independientemente de sus diferencias ideológicas, han coincidido durante este acto en un punto y lo han expresado sin tapujos: «Sí queremos el poder». Ese fue el mensaje.

Segundo acto

No tuvieron que transcurrir ni cien días para que las estrellas de la corona cayeran en desgracia. Las tres.

Conjeturas

A la luz de los eventos, aventuro algunas hipótesis (complementarias entre sí) a ver cuales le gustan, amable lector, lectora.

1) Las tres mujeres más poderosas en la escena política mexicana han pagado el costo por haber osado penetrar en un mundo hace poco sólo pensado para hombres.

2) Las mujeres empoderadas han aceptado las reglas del juego de la política (que establecieron los hombres), y han actuado en consecuencia.

3) No han sabido enfrentar las acusaciones con feminidad.

4) La experiencia femenina con el poder ha sido demasiado breve (reciente) —en términos comparativos— ante el poderío masculino de siglos. Entonces, al género femenino, ¿le falta oficio político?

5) Las mujeres, conforme van escalando en el poder, adoptan una serie de atributos machistas. No es que quieran hacerlo, se ven obligadas a ello, entonces, tenemos la paradoja de que hay mujeres muy fuertes en México que actúan como machines. Y eso, a pesar de haber sido feministas en muchos casos.

6) De los hombres políticos sabemos que pelean sucio, que tienen vidas privadas más o menos turbias y lo vemos normal. En cambio, a las mujeres políticas, les exigimos que tengan una vida privada intachable y que peleen limpio. Esto las pone en una posición de gran vulnerabilidad. Es más fácil golpear a una mujer que a un hombre. Las reglas del juego no son las mismas.

Son conjeturas las mías, que aquí me limito a plantear (desarrollarlas daría para llenar el TROPO). Pero estoy provocando, busco la discusión sobre algo que no ha sido abordado —hasta donde yo sé— y que considero bien merece ser analizado por nosotras. Son temas de cuestionamiento y de autocrítica para el movimiento feminista. Eso pienso yo.

Se busca

Independientemente de cual sea a lectura adecuada de los eventos, no tengo duda que los avatares que sufrieron Robles, Gordillo y Sahagún se deben a que el nombre del juego político actual es la descalificación en público (con fundamentos ciertos o inciertos), y que el ánimo crítico frente a sus acciones se acentúa por ser mujeres. Pero tampoco escondo mi desencanto ante la actuación de las tres estrellas del relato. En cuanto a la ex jefa de gobierno del Distrito Federal se refiere —por escoger a una— me siento triste. No, más que eso: me siento agraviada. Esperaba (como tantos y tantas) mucho de ella, no una espiral de desaciertos. Y una vez que iniciaron los cuestionamientos por acciones que nunca debieron ocurrir, quise escuchar de ella una respuesta femenina…no de macho negador. El colmo del desencanto fue leer una entrevista realizada a su hija Mariana —de veinte años— donde ella (Mariana) niega rotundamente conocer al Sr. Ahumada, demostrando sus buenas dotes para la simulación.

Entiendo que nuestra protagonista se haya enamorado pero, eso si es muy lamentable, se enamoró del tipo equivocado. No me digan que no podía investigarlo. Es que, en su posición, ella no podía darse licencia de enamorarse de cualquier gañán, aunque pareciera atractivo, espléndido, y la tratara como reina. Rosario parece haberse olvidado que ella era una figura pública de carácter excepcional. ¿O no sería consciente de ello? También cabe la posibilidad de que la animadversión compartida que le profesan Rosario y Ahumada al muy popular Peje de gobierno fuera factor de enorme peso en el flechazo de cupido.

Como a menudo ocurre, Rosario pagó un alto costo por enamorarse. Así es el mundo real. Cuando la mujer se enamora, y en especial cuando se casa, deja de hacer algo. Cede. Deja la carrera o descuida a los hijos. Como digo, claudica de algún modo o paga un costo muy alto. El asunto se complica cuando —como en este caso— hay una alta investidura de la cual la protagonista no pareció ser consciente, un compromiso con un partido político, una responsabilidad hacia las demás mujeres, una imagen que cuidar y preservar.

Bien dice por ahí la politóloga Denise Dresser: «Se busca perredista perdida. Pelo café, ojos castaños, lentes grandes, sonrisa abierta, entusiasmo contagioso, don de mando, visión de partido, compromiso con el país. Se busca política de principios. Sin maquillaje, sin pretensiones, sin aviones privados, sin casas caras, sin relaciones turbias, sin helicópteros, sin viajes a Cuba. Se busca a la Rosario Robles que México conoció y admiró. Fue vista por última vez hace unos años al frente del gobierno del Distrito Federal. Si tiene información sobre su paradero, comuníquese de inmediato con los ciudadanos que la recuerdan como alguna vez fue.»

El libro

Mientras tanto, se publicó el libro. Podríamos vaticinar que sus autoras—amigas y adversarias, rebeldes y negociadoras— no volverán a reunirse, y menos para planear celebraciones (no importa, ya llegarán otras que lo hagan). Pero han legado para la historia un documento que marca y explica ese instante. También echará luz sobre las conjeturas.

Notas: 1) Lovera, Sara y Yoloxóchitl Casas, compiladoras, El voto de las mujeres, Plaza Janés, México, 2004.

* Bettina Cetto (México). Radica en Cancún desde hace dieciocho años. Publica en diversos medios locales. Es economista (M.A. New School for Social Research, N.Y.), empresaria, activista, traductora (Programa de Formación de Traductores del Colmex). Madre de dos jovenazos.

*Publicado en la revista TROPO a la uña (la revista de la Casa del Escritor de Cancún) No. 34, año VI, agosto de 2004

2004/BC/LR/SM

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