En la India, las mujeres víctimas de violación no tienen un futuro promisorio. Junto con perder «su honor», son prácticamente aisladas de la sociedad porque ya no son consideradas personas respetables. La mayoría de ellas nunca conseguirá contraer matrimonio y menos participar activamente de la vida social.
Lo más grave es que la legislación de ese país considera minimizada la falta si el violador ofrece matrimonio a su víctima. Fue el caso de Yayanti Gardia, una joven mujer india que en febrero pasado sufrió una agresión sexual.
El culpable cumplía su condena en la cárcel, al este de la India, hasta que su familia propuso a los padres de la joven pactar un matrimonio entre ambos, «para solucionar las cosas».
Y así fue como este domingo, víctima y agresor contrajeron nupcias dentro del mismo recinto penitenciario. Un trámite que no está permitido, pero que en este caso fue autorizado por el director de la penitenciaría por considerarlo «un paso hacia la rehabilitación del preso», mientras que probablemente a los ojos de los padres de la víctima, esta era la única solución de reinsertar socialmente a su hija, ahora casada.
Las familias acordaron el casamiento y la víctima sólo acató la decisión. Se trata de una antigua práctica cultural que encuentra asidero en la necesidad familiar de «instalar» lo mejor posible a sus hijas, según difunde el portal de Mujereshoy.
Porque aunque las mujeres indias han conseguido en las últimas décadas llegar a los más altos cargos de la política y el mundo empresarial, su situación familiar, en la mayoría de los casos, suele ser de dependencia total del marido y de su familia.
2004/GV/SM
