Inicio En las clínicas les coartan el derecho a las mujeres de cómo parir

En las clínicas les coartan el derecho a las mujeres de cómo parir

Hace más de medio siglo, cuando los nacimientos ocurrían en las casas, Enriqueta Contreras Contreras se convirtió en partera. Ayudó a tantas niñas y niños a nacer, que no tiene una cifra exacta. La mayoría del tiempo ofreció sus servicios sin un pago de por medio, pero desde hace 20 años empezó a recibir un reconocimiento que la ha hecho viajar por el mundo.

Decidió dejar de ejercer la partería cuando se convenció del impacto negativo que tienen los programas asistenciales del Gobierno Federal entre la población, sobre todo entre las indígenas y pobres.

«El 85 por ciento de las mujeres prefieren ir con las parteras», dice sin dudarlo, pero «por la bicocada de una moneda falsa» del programa Oportunidades «las obligan a ir a una clínica», en lugar de que parte de ese recurso se utilice en la enseñanza de las parteras.

La mañana avanza. Ernestina, a quien la conocen como doña Queta y a quienes ha ayudado a nacer, o les ha compartido sus enseñanzas le llaman madre, acepta charlar en el corredor del patio de su casa -en un municipio conurbado a la ciudad de Oaxaca.

Su casa ha sido acondicionada para tener ahí mismo una farmacia con medicamentos que prepara a base de hierbas, un espacio de sanación y el temascal, esa especie de horno en el que las personas se introducen para beneficiarse de la combinación de vapores, calor y hierbas.

«Estamos tristes porque muchas mujeres quisiera parir aquí, pero ya no pueden. Con las parteras la mujer decide cómo va a parir y en las clínicas les coartan ese derecho. A medida que ha avanzado la ciencia, han vuelto a la mujer como un objeto, le han puesto un signo de pesos y convirtieron el embarazo en una grave enfermedad. Ahora la gente por decencia pregunta cuánto te debo pero hace tiempo no se cobraba, todo era el trueque».

Habla con una combinación de fuerza y coraje; recuerda que a los tres años su padre murió; a los seis su madre, por no mantener a sus siete hijos, la dio a cuidar con otra familia; a los nueve se fue a vivir a la ciudad de Oaxaca y a los 17 años volvió a su comunidad, Benito Juárez en la Sierra de Oaxaca, para casarse «a la fuerza» con Benjamín, un hombre mayor con quien tuvo seis hijos.

La necesidad la llevó a convertirse en partera y aplicar los conocimientos que aprendió de mirar a escondidas cómo su abuela Marcelina aplicaba hierbas y traía niñas y niños al mundo.

«Mi hermana estaba embarazada, vivía en su rancho y un día que la visité empezó con los dolores de parto, le preparé sus hierbas, le sugerí que se hincara y como a la hora y media nació su sobrino».

El cordón umbilical lo cortó pero lo dejó tan largo como creyó que debía, «se lo amarré y enrollé al bebé en una cobija, por la noche llegó mi mamá, no le dije que ya parido mi hermana pero como escuchó al bebé se enteró, fue a verlo y le miró amontonado el pedazo de la tripa, ella me dijo cuánto se debía cortar».

Ese logro que Enriqueta consiguió a los 18 años se empezó a propagar, y otras mujeres confiaron en ella para que sus hijas e hijos nacieran. Con poca instrucción escolarizada, se convirtió en asistente de primeros auxilios de la Cruz Roja, y después en promotora de salud del Instituto Nacional Indigenista.

Bastó que en un encuentro de parteras, organizado en 1989 en El Paso, Texas, Estados Unidos, demostrara qué sabía hacer para que la Alianza de Parteras Norteamericanas la invitaran a las reuniones que organizaban, y los otros viajes alrededor del mundo vinieron después.

A cada lugar que la invitan para hablar de la partería y la medicina tradicional, Doña Queta habla sin guión de por medio y María Margarita Návar, una antropóloga estadounidense que conoció en 1998, le sirve de intérprete si los asistentes no hablan ni entienden español o zapoteco.

Ha sido precisamente Margarita Návar quien escribió y financió la publicación de 500 ejemplares de «Mujer zapoteca de las nubes», la primera biografía de Enriqueta Contreras, y uno de los primeros documentos que aparecen sobre una partera tradicional que heredó la sabiduría de los curanderos de la etnia zapoteca.

El libro se presenta hoy viernes, a las 18:00, en el Jardín Etnobotánico de la ciudad de Oaxaca, dos días antes de que Enriqueta Contreras cumpla 74 años, tiempo que ha vivido conectada con la Madre Tierra y el Universo y en una lucha porque la medicina alópata, e incluso las autoridades, reconozcan la valía de la medicina tradicional.

Sin un halo de egocentrismo, ella habla dignamente de sí misma y resalta que nunca ha visto morir a un bebé o a una mujer en sus manos. Tampoco ha necesitado llevar a una parturienta a un hospital, pero quisiera que si otra partera lo requiere, eso fuera posible porque en verdad existe una coordinación entre médicos y parteras, como la que hay entre ella y uno de sus hijos que hoy es médico internista, «a veces me manda pacientes a mí porque no tienen dinero o porque sabe que se pueden curar con hierbas».

La actitud de las autoridades hacia las parteras, le provoca enojo pero también tristeza.
«Año tras años nos utilizan, nos escogen a unas cuántas para poner nuestra cara de idiotas en una reunión, y que el Gobierno ponga la fachada de que hay parteras en Oaxaca, pero no nos apoya».

Los 50 años que ha ayudado a mujeres con el nacimiento de sus hijos y el conocimiento en la medicina tradicional, le han valido a doña Queta para que su nombre sea un referente en la partería. Sin embargo ella no se siente única, calcula que hay como 3 mil o hasta 4 mil parteras que en su mayoría no se les reconoce su trabajo.

10/NA/LR

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