Inicio En los 60 y 70, estrategia de terror dirigida a mujeres

En los 60 y 70, estrategia de terror dirigida a mujeres

Por Adriana Rodríguez González

La década de los sesenta y setenta representó una época llena de cambios, especialmente para las mujeres que buscaron dejar el papel tradicional asignado a su género por las armas y se unieron a grupos guerrilleros como la Liga Comunista 23 de Septiembre, el grupo de los Guajiros, el grupo de Diego Lucero, entre otros.

Pero en esa lucha, la represión tuvo particulares repercusiones para las familias de estas mujeres: «La represión más brutal se ejerció en las familias comunes, en niñas, niños, adultos mayores, padres y madres trabajadoras. Yo creo que también hubo una estrategia de terror y represión dirigida específicamente a las mujeres», señaló Citlalli Esparza González al participar en el Segundo Encuentro Nacional de Mujeres Ex Guerrilleras realizado en Mazatlán, Sinaloa.

Las militantes realizaron las mismas actividades que sus compañeros o esposos, recuerda Esparza González. Recibíamos, dice, un trato igualitario desde la capacitación logística y organizativa. Y durante el embarazo y la crianza de hijas e hijos, ellas estaban en casas de seguridad. Además, se daba por hecho que eran ellas quienes cuidaban a las y los heridos cuando se quedaban en las casas de seguridad.

Existía también angustia porque la represión se dirigía a las madres de las y los militantes, incluso fueron hostigadas para logar la captura de las y los hijos combatientes. «Y no es que los compañeros combatientes no les preocuparan sus hijas, hijos o sus madres, sino que simplemente en la construcción de nuestra identidad de género, el hombre ha sido educado más para ser individual, fuerte, práctico y «objetivo», dijo Citlalli Esparza.

«Las mujeres, en cambio, nacemos para ser educadas hacia los otros. Aprender a cuidar, a criar, alimentar o curar en las familias es por tradición una actividad de las mujeres… nuestra lucha es para lograr la preservación de la especie en el ámbito de lo privado… o por lo menos esa es la educación que nosotras, en la década de los setentas, intentamos desactivar, y que en buena medida sólo pudimos modificar parcialmente», señaló Citlalli.

Durante el Encuentro, las ex guerrilleras resaltaron el trato respetuoso de los compañeros. En una sola cama dormían mujeres y hombres con la seguridad de que nadie aprovecharía la situación, dicen.

Sin embargo, recuerda Citlalli, un chiste de mal gusto refleja con claridad la falta de valor que se ha dado desde la izquierda al trabajo político de las mujeres. Se dice, y se dijo muchas veces que desde el Partido Comunista Mexicano hasta las organizaciones de izquierda más radicales, la «cooptación política de las mujeres se realizaba por la vía vaginal».

Se decía, recuerda Citlalli, que «primero te seducen y luego te embarcan en un proyecto del que apenas estás un poco consiente de lo que implica… y como las mujeres somos guerreras por naturaleza, nos embarcamos como kamikazes en la aventura, sólo por el amor a nuestros hombres».

No dudo que alguien haya actuado así y ese sacrificio me parece de los más respetable, afirmó, pero en mi caso, como en el de muchas otras amigas y compañeras de lucha que he conocido a lo largo de mi vida, lo hicimos por convicción, porque de manera profunda entendimos que era necesario cambiar las cosas para ofrecer un futuro mejor a nosotras y a nuestros hijos, agregó.

Muchas de las integrantes de grupos guerrilleros, en su mayoría estudiantes de la UNAM que participaron en el movimiento del 68, vivieron una serie de operativos en sus facultades y escuelas, además de la muerte y desaparición de compañeros. Algunas otras mujeres, familiares de guerrilleros, vivieron también la represión, fueron víctimas de secuestro y acudieron a la cárcel para seguir apoyando a sus padres, hermanos o parejas sentimentales.

En las cárceles, mujeres y niñas que visitaban a sus familiares fueron sometidas a revisión no sólo de la ropa, sino del cuerpo, de los senos y de la vagina para ingresar a la visita. Muchas de estas mujeres comenzaron a contribuir económicamente en sus hogares, tras la detención de los hombres de la familia y, por consiguiente, la desaparición del ingreso económico.

Además del apuro económico, sufrieron acoso policíaco y judicial durante mucho tiempo y temor constante de que un día llegaran a sus hogares y algún pariente estuviera desaparecido o lastimado.

Al dejar los grupos guerrilleros por seguridad o por deseos de continuar con sus carreras, estas mujeres comenzaron con una gran lucha al convertirse en madres solteras, pues, señaló Citlalli, los derechos de la mujer no eran tan difundidos como en la actualidad, además era todavía muy mal visto que viviesen solas, con niños y además participaran en movimientos sociales.

08/AR/GG/CV

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