Inicio En seis municipios de Oaxaca ocurre casi el 50 por ciento de Muerte Materna

En seis municipios de Oaxaca ocurre casi el 50 por ciento de Muerte Materna

En Oaxaca la mortalidad materna sigue ocurriendo entre las mujeres más pobres.

De los 136 decesos que en los últimos nueve años se registraron en los 58 municipios con menor índice de desarrollo humano, casi el 50 por ciento se concentran en seis municipios: San Agustín Loxicha, Santa Cruz Zenzontepec, Santiago Amoltepec, San José Tenango, Santa María Chilchotla y Santo Domingo de Morelos.

Ahí, se combinan varios factores que ponen en riesgo la vida de una embarazada: la falta de igualdad de la mujer con los hombres –tanto en la capacidad de decisión como en el poder adquisitivo-, la nula o baja escolaridad, ser monolingüe, los malos caminos y las deficiencias en la atención médica.

En el municipio de San Agustín Loxicha, ubicado a 180 kilómetros de Oaxaca, todos los años se registra de una a cuatro muertes de mujeres embarazadas o dentro de los 42 días después del parto. La mayoría de ellas tenía baja o nula escolaridad, sólo hablaban zapoteco, no tuvieron acceso a los servicios de salud o recibieron un diagnóstico tardío.

El 3 de mayo de 2009, Inés Ruiz Almaraz murió en su casa por una hemorragia obstétrica. Ella vivía con sus cinco hijos en la comunidad de La Sirena Miramar, a unos 15 kilómetros de distancia de la cabecera municipal, pero a hora y media de camino en vehículo y casi tres horas a pie.

«Se dejó morir porque tenía miedo que llegara su esposo y la fuera a matar, se embarazó y su marido estaba ‘en el Norte’. Ni fue al doctor ni nada, dejó cinco niños, la niña se quedó con la abuela materna y los cuatro niños con la abuela paterna», cuentan familiares cercanos.

Dos meses antes, Angelina López Silva murió en el quinto mes de su tercer embarazo. Walberto Valencia, su esposo, recuerda que «de repente, un martes, como a las 4:00 de la mañana empezó con crisis, empezó a convulsionar», a causa de la epilepsia que padecía.

«Cuando reaccionó la llevé al centro de salud y ahí le detectaron que era asma. Se la llevaron a Miahuatlán (a 80 kilómetros de distancia), murió en el camino, por lo mismo que la ambulancia no llevaba oxigeno», relata parcamente un hombre que insiste en que su mujer no entra en las estadísticas de muerte materna porque «fue por otra cosa».

Para el regidor de Salud y encargado de la presidencia municipal, Jesús Pérez García, la muerte materna tiene que ver con la cultura, con los celos de los maridos, con el miedo a la cesárea, a que las mujeres, no están acostumbradas a viajar en vehículos y menos uno cerrado como la ambulancia, y no quieren ir a la clínica».

LAS PARTERAS

En un pequeño cuarto alargado, levantado con madera y lámina sobre unas tablas y un petate que simulan una mesa de exploración, Emelia se recuesta y la partera, Estela Ramírez Valencia, que s

Ramírez Valencia, aprendió a los 19 años de edad a traer a las niñas y niños al mundo cuando por la urgencia de evitar la muerte de su vecina le extrajo la placenta de la matriz. En sus 41 años de partera, ni una mujer, ni un recién nacido han muerto en sus manos, y hoy es una partera certificada.

«Apenas hace un año empezaron a dar el tamiz y las vacunas a mis pacientes, porque los doctores rechazaban a las mujeres y bebés que se atendieran con parteras», dice mientras la espera otra paciente.

La humedad en los ojos de Emelia expresan el dolor de las contracciones que su boca no nombra, cuenta en zapoteco que tiene 28 años de edad, y que este es su quinto parto. Que en el centro de salud la refirieron al hospital de Miahuatlán porque debió dar a luz desde hace 9 días.

«Es un parto normal», dice Estela y el centímetro de dilatación en el cuello uterino de Emelia le hace calcular que el nacimiento será en 24 horas.

El problema, opina, es que «los doctores no les tienen paciencia a las mujeres, en la clínica las regañan bien feo porque tienen muchos hijos y hay algunas que no hablan español».

MEDICINA ALOPATA Y LA TRADICIONAL

No en todo el municipio ocurre una lucha entre la medicina tradicional y la alópata. En la agencia de Santa Cruz, a 16 kilómetros de Oaxaca, la enfermera del centro de salud, Olivia Valencia Santiago, dice que muchas «mujeres paren en sus casas, la mayoría con el partero, a veces le tienen más confianza, pero él se coordina bien con nosotros».

Además, «hay casas que están lejísimos, se camina más de una hora, hay veces que vienen por nosotros y ya vamos hasta sus casas».

Esa disposición que hay ahora del personal médico de Santa Cruz la necesitó María Antonio Antonio hace cinco años, la noche del parto, cuando su esposo, Venustiano Silvestre Hernández acudió por la doctora a la clínica pero la encontró cerrada y «tampoco dio tiempo», ni había medios para trasladarla.

«Empezó con los dolores a las cinco de la tarde, tres horas después nació la niña pero después empezó con más dolor y sin doctora qué iba yo a hacer», se pregunta Venustiano en un español atropellado, quien recuerda que llegar a la cabecera municipal implicaba caminar más de tres horas y María no tenía fuerzas ni para pararse.

Terminó por morir por hipertensión materna.

10/NA/LR/LGL

Este Web utiliza cookies propias y de terceros para ofrecerle una mejor experiencia y servicio. Al navegar o utilizar nuestros servicios el usuario acepta el uso que hacemos de las cookies. Sin embargo, el usuario tiene la opción de impedir la generación de cookies y la eliminación de las mismas mediante la selección de la correspondiente opción en su Navegador. En caso de bloquear el uso de cookies en su navegador es posible que algunos servicios o funcionalidades de la página Web no estén disponibles. Acepto Leer más

-
00:00
00:00
Update Required Flash plugin
-
00:00
00:00
Ir al contenido