Inicio En vilo, sobrevivencia de pobladores de Nuevo Necaxa, conocida como «la cuna electricista»

En vilo, sobrevivencia de pobladores de Nuevo Necaxa, conocida como «la cuna electricista»

Por Guadalupe Cruz Jaimes/enviada

En la llamada «cuna electricista» las trabajadoras de Luz y Fuerza del Centro (LyFC), quienes representan 16 por ciento de 600 electricistas activos, permanecen firmes, en guardia, en defensa de lacompañía construida por las manos de sus abuelos y sus padres.

Para alrededor de cien mujeres electricistas, 84 trabajadoras de administración y oficinas y el resto del área de comedor, el cierre de LyFC no sólo extinguió su fuente de trabajo, también les arrebató el legado de sus familiares, el futuro de sus hijas e hijos y en síntesis la vida de su pueblo, Nuevo Necaxa, Puebla.

Esta comunidad, que pertenece al municipio de Juan Galindo, agoniza, debido a que las y los electricistas, únicas personas con empleos formales en la región, junto con 900 jubiladas y jubilados, sustentaban con sus ingresos, la economía de Nuevo Necaxa. «Nuestro pueblo se está muriendo y eso no lo vamos a permitir», afirma, aguerrida, Angélica Espinoza, trabajadora del comedor de la empresa.

Este mes, la planta hidroeléctrica de esta comunidad, la más antigua en México y América Latina, cumple 106 años de existencia. En estos años, el gremio electricistas y sus familias llegaron a conformar 80 por ciento de los 10 mil habitantes de la comunidad.

El resto de las mujeres y los hombres, así como habitantes de pueblos vecinos, se dedican al comercio o brindan servicios, que subsisten de la derrama económica de las trabajadoras y trabajadores de LyFC.

«Tuve que despedir a la señora que me ayudaba a hacer el quehacer en mi casa, dos veces por semana», lamenta Angélica, quien añade que las trabajadoras del hogar en la región son mujeres indígenas «muy necesitadas». La mayoría de ellas también quedaron sin empleo tras el decreto «calderonista».

Las electricistas poblanas, quienes en su mayoría trabajaban en el área de oficinas, donde se ocupaban 109 personas, de las que 84 son mujeres, desde el cierre de la empresa permanecen firmes en la decisión de no liquidarse y de seguir en la lucha por el legado de sus padres y abuelos.

Después de ocho semanas sin recibir su salario, que va de 130 a 250 pesos diarios, para sobrevivir, además de los 200 pesos que reciben cada catorcena de parte de algunas personas jubiladas, ellas realizan manualidades, postres y productos que cosechan, como el café y que preparan, como el mole.

La desolación no tiene cabida entre las «Smeitas» de la división Necaxa, «nos damos ánimo», dicen. A pesar de que las preocupaciones crecen conforme avanzan los días de resistencia.

«Hasta ahorita hemos podido cubrir lo básico, comemos en las guardias, les llevamos a nuestras hijas, hijos, pero mañana que se queden sin tenis, sin zapatos, ¿que les voy a dar?», menciona Rosalinda González, de 38 años, madre soltera de dos menores de edad.

Además de comprarles el calzado y la vestimenta que en un corto plazo necesitarán, se desvanece la posibilidad de que estudien, ya que en Necaxa, no hay preparatorias públicas y para cursar la universidad, las y los jóvenes deben migrar a Hidalgo, Puebla o la Ciudad de México.

Reunida con decenas de sus compañeras de oficinas y del área de comedor, frente a la entrada de la Subestación El Salto, donde se ubica una de las tres guardias de trabajadoras y trabajadores de LyFC, Rosalinda menciona que hasta el 11 de octubre, tenían un trabajo estable, ahorraban para tener una vejez apacible; ahora, refiere: «no tenemos más que la confianza de que ganaremos esta lucha y de que nos devuelvan nuestro empleo».

Las electricistas, junto con otros seis grupos de trabajadores, realizan guardias durante todo el día, en turnos rotativos de 8 horas, en la Subestación El Salto, Planta hidroeléctrica Necaxa, Escuela de Capacitación de LyFC, con el propósito de evitar que los elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP) saqueen las instalaciones de la empresa.

Además de vigilar las inmediaciones, alrededor de 5 trabajadoras cocinan para que coman entre 70 y 100 electricistas que permanecen en las guardias. Los alimentos que preparan provienen de las despensas que les envía el SME, desde la Ciudad de México, así como del apoyo económico y en especie que les da la comunidad pues aunque no sean familias electricistas, también guardan la esperanza de que las y los trabajadores de la compañía sean recontratados, para que la economía de su pueblo se levante, así lo refirió Azucena Pérez, propietaria de una pollería, ubicada en el mercado de Necaxa.

Y es que tras el cierre de la paraestatal, Azucena vende sólo el 20 por ciento de lo que vendía antes. «Ahora la gente se lleva las piezas contadas, ya no compran el pollo entero».

Sus ventas descendieron tanto que al igual que otras comerciantes despidió a una de sus dos empleadas de la pollería y le bajó el sueldo de 100 a 80 pesos a la joven que laboraba en su casa.

En tanto, Vianey López Cruz, madre de dos niños, de 4 y 8 años de edad, vive una situación «angustiante»: «trabajo aquí en la pollería dos días a la semana, la señora me paga cien pesos, trabajaba los otros tres días en otro puesto, pero por lo mismo de las ventas, ya sólo me ocupan dos».

Su esposo recién había ingresado a LyFC, ahora está desempleado. Vianey es quien costea los gastos de su casa, con 400 pesos semanales.

Ante esta situación la petición de las electricistas y de la comunidad de Necaxa es constante: la restitución de sus trabajos y el respeto a sus derechos laborales.

09/GCJ/LGL

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