Inicio Entre lágrimas y emociones padres e hijos reunidos después de 20 años

Entre lágrimas y emociones padres e hijos reunidos después de 20 años

Por la Redacción

Después de más de dos décadas de tener perdidos a sus hijos, como resultado de 36 años de guerra civil guatemalteca, dos familias indígenas fueron reunidas con sus hijos extraviados, gracias al programa de Casa Alianza y la Liga de Salud Mental, «Pro búsqueda, todos por el reencuentro».

Julia Choc López tenía apenas dos años de edad cuando ella, sus hermanos y su padre fueron capturados por los militares respaldados por las Patrullas Civiles, en la comunidad rural de Guacamayas, Uspantan, en el aislado departamento de Quinche, el 25 de mayo de 1982.

Después de algunos años de búsqueda, el padre de Julia, quien había perdido las esperanzas, dio a su hija por muerta, después de haber perdido a muchos miembros de su familia por las matanzas militares.

Más de 200 mil personas fueron asesinadas en la sangrienta guerra de Guatemala. De acuerdo con la Comisión de Clarificación Histórica (Comisión de la Verdad), 92 por ciento de los asesinatos fueron cometidos por los militares, seis por ciento por la insurgencia armada. La mayoría de las víctimas fueron personas indígenas.

Durante la guerra, muchos niños y niñas fueron arrebatados de sus padres, dados o vendidos a familias militares y orfanatos, o fueron negociados en adopciones internacionales.

En los últimos 18 meses, Casa Alianza , pro derechos de la niñez y defensora de los derechos humanos, junto con el programa de la Liga de Salud Mental guatemalteca, iniciaron la búsqueda de los niños y niñas desprendidos de su familia durante la guerra.

En medio de las lágrimas, Julia -quien ahora tiene 22 años- y su padre Tomás de 54 años se fundieron en un abrazo en una aislada comunidad Guatemalteca. «Julia estuvo muerta y hoy nace de nuevo», dijo Tomás espontáneamente a su traductor al español, entre sollozo y lágrimas.

Julia recordó cómo ella había sido entregada a una familia indígena kekchies en una aldea aledaña. Esa familia ayudó al ejército guatemalteco en su campaña de «tierra calcinada» respaldada por la CIA. «Ellos me golpearon y me trataron muy mal», admitió.

Julia se enteró cuando tenía siete años que la familia con la que ella estaba no era la familia a la que ella pertenecía. «Yo soñaba con encontrar mi familia», indicó Julia.

El padre de Julia le entregó a su hija un pendiente pequeño que le había pertenecido a su verdadera madre, como un símbolo de que su familia se reunía de nuevo y le pidió rezar por los muertos.

Casa Alianza está en el proceso de tratar de encontrar a más de 100 familias y a sus hijos, quienes fueron separados durante la guerra.

Después de más de 20 años, muchos todavía no quieren creer que miembros de sus familias están muertos a pesar de la enorme cifra de inocentes asesinados, miles de ellos durante la dictadura de dos años del General Ríos Montt –presidente del Congreso de Guatemala, quien todavía no ha sido enjuiciado por estos hechos–, a principios de los años ochenta.

El pequeño José López Ordóñez tenía apenas ocho años cuando se soltó de la mano de su madre al huir con todo el pueblo de la lluvia de balas, al mismo tiempo que el ejército atacaba su pacífico pueblo del Cotzol, Nebaj, esa mañana de primavera en 1982.

Su madre, Feliciana Raymundo, nunca ha perdido la esperanza de encontrarlo. Ella vino a Casa Alianza en 1999 y pidió ayuda del programa «Pro búsqueda, todos por el reencuentro». Después de 19 años, y un largo año de búsqueda por parte de Casa Alianza y de la Liga de Salud Mental, José fue encontrado con un nombre diferente en un pequeño pueblo extremadamente aislado, a un día de camino desde Nebaj.

«Por qué tú no me buscaste», un muchacho de 27 años con lágrimas y enojo le preguntó a su madre después de 19 años de estar con el corazón roto cuando ellos finalmente se abrazaron en su reciente reunificación, sin saber que su madre había pasado años peleando para sobrevivir en las montañas, huyendo de persecuciones del ejército y buscando por su hijo. Un sacerdote Mmya realizó una ceremonia en la que madre e hijo se estrechaban, reconciliaban, abrazaban, lloraban.

«Yo sé ahora que no fue culpa de mi madre», confesó José al final de un día lleno de emociones. «Esto es porque nosotros estábamos en guerra», dijo él, entendiendo lo acontecido.

Casa Alianza y la Liga de Salud Mental están cerca de reunir a 15 niños perdidos con sus familias. Sin embargo, al mismo tiempo que el éxito, comienza la demanda por parte de las familias que durante 20 años continúan con la búsqueda de sus hijos desaparecidos.

       
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