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Escuelas mixtas generan debate en Ecuador

Por Raquel Rodas Morales

Todo comenzó sin anticipación. La petición de matrícula de ocho chicas tomó por sorpresa a las autoridades del más antiguo colegio fiscal masculino de Quito, el Mejía, autodenominado «Patrón Mejía».

Los directivos negaron la solicitud aduciendo que no estaban preparados para recibirlas. La inquietud sin embargo quedó planteada en el ánimo del Consejo Directivo, que retomó el asunto ocho meses más tarde.

También esta vez sorprendió la respuesta de los estudiantes que tomaron el plantel como medida de alerta a cualquier intento de volver mixto al Mejía. Otros colegios también se han pronunciado opuestos a dejar de lado la tradición de centros exclusivos para hombres o para mujeres.

Por varias ocasiones se ha intentado establecer la coeducación en Ecuador sin llegar a cambios definitivos. Es una larga polémica que parece no tener fin.

Después de una dura lucha ideológica y bélica con el Partido Conservador, el liberalismo se estableció en Ecuador en 1895 con el triunfo de Eloy Alfaro. El gobierno liberal abrió las puertas a la educación de las mujeres al oficializar la profesión de maestras que las mujeres venían desempeñando casi clandestinamente.

Lo hizo a través de la Escuela Normal para Señoritas. Pese a esta favorable predisposición mantuvo la educación segregada y con ese fin fundó dos escuelas normales separadas, una para hombres y otra para mujeres que se encargarían de la educación de las niños y de las niñas respectivamente.

El Presidente Alfaro dio primacía a la educación popular a través de la creación de escuelas y colegios fiscales. Los colegios sin embargo estaban destinados a los hombres. Las pocas mujeres «bien recomendadas» que se empeñaban en educarse más allá de la primaria debían buscar ingreso en los colegios masculinos.

MUJERES SIEMPRE CONTRA LA CORRIENTE

Así que en sus inicios los más importantes colegios del país devinieron en mixtos por la presencia de unas cuantas audaces jovencitas que desafiaron los prejuicios y las burlas de sus compañeros varones.

Estas chicas generalmente se impusieron por su capacidad y fueron al final respetadas por maestros y condiscípulos. Décadas más tarde, el presidente Velasco Ibarra ( 1944-1946) creó los primeros colegios femeninos y la coeducación prácticamente desapareció en el país.

Los pedagogos desde sus cátedras y órganos de comunicación incentivaban hacia la práctica de la coeducación sin mayores resultados.

Sólo la crisis económica, con la consecuente disminución del gasto social, obligó al Estado, a partir de los años 60 del siglo anterior, a crear colegios mixtos. Los antiguos colegios creados en la capitales provinciales mantuvieron su condición de «segregados».

En 1989 el ministro socialdemócrata, Alfredo Vera, trató de instituir la coeducación obligatoria y fue vencido por la crítica desde la Iglesia Católica y los medios conservadores. En la Asamblea Constituyente de 1998 en la que participó Vera se introdujo en el artículo 67 una tímida recomendación de «propiciar la coeducación».

La polémica ha vuelto a tener vigencia en estos días. En el ínterin varios colegios religiosos han optado por la modalidad coeducativa y son los fiscales, especialmente los masculinos donde se genera la mayor resistencia.

¿Qué se alega? Los argumentos que se esgrimen van desde los académicos a los circunstanciales pasando obviamente por los morales.

SU PRESENCIA INQUIETA A LOS HOMBRES, DICEN

Aún se piensa que el ingreso de las mujeres en los colegios de hombres bajaría el nivel académico, porque su presencia inquieta a los chicos y disminuye su concentración; se dice que daría lugar a promiscuidad y embarazos prematuros; que los planteles no están preparados para recibir a las mujeres.

En el fondo subyace la idea de que los jóvenes deben ser educados para «ser hombres en la extensión de la palabra» lejos de cualquier ingerencia femenina y las mujeres «ocupar el sitio que les corresponde» Esto es, subsiste el peso de los estereotipos sobre las conciencias de estudiantes, ciertos profesores y padres de familia.

Hay que anotar que algunos de estos colegios hasta hace muy poquito tiempo no admitían mujeres como profesoras. Ellas estaban ubicadas en labores de secretarías y en las áreas de servicios.

El asunto de la coeducación ha llegado a los medios masivos de comunicación y se vislumbra como un tema que debe ser ventilado a nivel nacional.

Diversas voces calificadas avalan el cambio hacia un desarrollo escolar coeducativo acorde con los principios de equidad, que son parte de los derechos de mujeres y hombres.

Más allá de cualquier mandato oficial, el país parece requerir más bien de una toma de conciencia al amparo del mandato constitucional que reconoce la igualdad de las personas ante la ley, sin discriminación por razón de sexo o otra condición étnica o social.

RRM/MEL

       
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