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Estaciones migratorias: termina el sueño, inicia la pesadilla

Por Ma. Guadalupe Gómez Q.

Las condiciones de sufrimiento que padecen las miles de mujeres que cada año llegan a nuestro territorio en calidad de migrantes indocumentadas no terminan cuando las autoridades mexicanas las detienen y recluyen en las Estaciones Migratorias de Tapachula, Chiapas, o Iztapalapa, en la Ciudad de México.

Por el contrario: la detención no sólo termina abruptamente con su viaje a lo que consideran una mejor forma de vida, sino que las introduce en lo que varias consideran «una pesadilla», muchas veces compartida con sus hijas o hijos que las acompañan, y que finalizará con la deportación a sus países de origen.

Violencia psicológica, verbal y sexual, hacinamiento, racionamiento y mala calidad de la comida, discriminación, separación de su familia, ausencia de atención médica (incluso para aquellas que están embarazadas), condiciones insalubres y ausencia de intérpretes de su idioma, son sólo algunas de las quejas que ha recabado la organización Sin Fronteras en las estaciones migratorias de Tapachula e Iztapalapa.

Las malas condiciones en que se encuentran ahí alojadas las mujeres migrantes, motivo de múltiples denuncias periodísticas, son monitoradas desde 1998 por la organización Sin Fronteras, organización especializada en el tema migratorio y población refugiada.

Producto de ese trabajo es el documento «Situación de los derechos humanos de la población migrante en las estaciones migratorias de la Ciudad de México y de Tapachula, Chiapas», 2005-2006, presentado ayer.

Estas Estaciones forman parte de una estructura operativa del Instituto Nacional de Migración (INM), perteneciente a la Secretaría de Gobernación, que tiene como fin realizar la verificación del estatus migratorio de las personas extranjeras que se encuentran en territorio mexicano y su eventual detención y deportación.

Un número creciente de mujeres, muchas veces acompañadas de sus hijas e hijos, son llevadas a la Estaciones Migratorias, debido a la «feminización de la migración».

Este fenómeno migratorio implica que cada día más mujeres, acompañadas en muchas ocasiones por hijas e hijos, dejen su país para trasladarse a otro en busca de trabajo, mejores oportunidades de vida o simplemente como estrategia para sobrevivir ante peligros, como la guerra u otras formas de violencia.

Pero también la «feminización de la migración» eleva el índice de abusos contra las mujeres, pues el trato que reciben de quienes las detienen y trasladan, agentes del INM, policías o funcionarios, responde a los prejuicios sexistas o machistas.

A esto se suma que las mujeres migrantes indocumentadas son consideradas criminales, debido a que la Ley General de Población considera un delito internarse indocumentadamente al país, con lo cual el maltrato y la arbitraria actuación de servidores públicos quedan ante sus ojos «justificados».

LOS AGRAVIOS

Dice el detallado Informe de Sin Fronteras que en la Estación Iztapalapa, durante 2005, a 18 mujeres los funcionarios les hicieron firmar su declaración sin haberla leído.

Y lo mismo ocurrió a 70 mujeres el año pasado; a 54 niñas, niños y adolescentes; y a sólo 2 hombres.

En 2005, 10 mujeres, así como una adolescente, recibieron trato intimidatorio previo y posterior a su declaración.

Durante las declaraciones rendidas en Iztapalapa en 2005 y 2006, dice Sin Fronteras no contaron con un intérprete 9 mujeres y 8 niñas, niños y adolescentes.

Otra violación cometida en Iztapalapa fue la detención arbitraria, que dijeron haber sufrido 9 mujeres, durante 2005.

SIN INFORMACIÓN

Una violación recurrente en las estaciones de Iztapalapa y Tapachula, durante 2005 y 2006, fue que no se proporcionó información del derecho a la protección consular.

De ello se quejaron 158 mujeres; 112 niñas, niños y adolescentes, así como 9 hombres.

Durante los dos años que registra el informe, y en las dos estaciones analizadas, violaron el derecho a la información sobre sus procesos y sus derechos de: 165 mujeres; 287 niñas, niños y adolescentes, así como de 37 hombres.

VIOLENCIA

«Algunas mujeres manifestaron haber recibido insinuaciones sexuales por parte de la policía que las aseguró, violentando su integridad psicológica y personal. En Tapachula un adolescente manifestó haber sufrido violación sexual por parte de la policía auxiliar», dice el reporte de Sin Fronteras.

La violencia psicológica, verbal y sexual ejercida por funcionarios públicos, y registrada por SF, sucedió en 8 ocasiones contra mujeres; en 20 contra niñas, niños y adolescentes, y en 12 contra hombres.

SEPARACIÓN

Las mujeres migran acompañadas de sus pequeñas hijas e hijos con el fin de no romper el vínculo con ellos, para tener la seguridad de que estarán bien y de que lograrán alcanzar el sueño de una mejor vida.

No siempre es así, pues son incontables las ocasiones en que Sin Fronteras y otros organismos de derechos humanos y hasta la prensa han documentado la separación de las madres y sus hijas e hijos.

Indica el documento de SF que algunas de las personas que viajan en familia reportan haber sido separadas a pesar de que la normatividad que establece «cuidar el interés superior de la niñez y la unidad familiar».

De ello dan cuenta mujeres y adolescentes en el monitoreo de SF.

También son discriminadas personas centroamericanas, debido a su procedencia extranjera, sobre todo en Iztapalapa. De ello hicieron diversas denuncias a SF durante mayo, septiembre y octubre de 2005.

MALTRATO

Recibieron trato indigno o malos tratos en la atención médica, durante los dos años del informe en la Estación Iztapalapa, más de una docena de mujeres. Y tres de ellas dicen que recibieron atención médica deficiente.

En la Estación Tapachula destaca el hecho de que tanto mujeres, como menores de edad y hombres refieran que se les restringe el acceso al agua potable para beber.

Mientras que en Iztapalapa, mujeres y niñas dicen que limitan su horario y número de alimentos.

En esa misma estación, las mujeres son quienes más denuncian la ausencia de condiciones para el aseo e higiene personal. Y en ambas estaciones, dicen que no hay condiciones dignas y humanas en los dormitorios, comedor y patio.

A esto se suma el hacinamiento, situación que caracteriza prácticamente a todas las estaciones migratorias.

Sin Fronteras reporta que en Iztapalapa, las mujeres centroamericanas, cuya permanencia en la estación es catalogada como corta estancia, dormían en los pasillos, ya que las autoridades otorgan la preferencia para ocupar dormitorios y utilizar las regaderas a las mujeres que por su nacionalidad permanecen más tiempo aseguradas. Lo cual «refleja discriminación».

Mientras tanto, en Tapachula, Chiapas, los colchones se encuentran en mal estado pues son muy delgados y tienen mal olor, según el reporte de los menores de edad quienes, ante esta situación, prefieren dormir en el piso, revela el documento.

Ahí, la comida es de mala calidad, a los adolescentes no se les proporciona alimentos básicos como la leche y pocas veces reciben fruta, subraya el informe.

En Iztapalapa, una mujer señaló haber sido obligada a ingerir alimentos que no deseaba comer, a pesar de argumentar ayuno debido a su religión, lo que significa, en este caso que su derecho a la libertad de culto fue violentado.

Ante este panorama, violatorio de múltiples legislaciones y tratados nacionales e internacionales, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), Sin Fronteras recomienda el respeto a todas esas normas y «brindar los instrumentos necesarios para realizar quejas y sugerencias», así como «responder a las mismas».

07/GG/CV

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