Inicio «Estoy lista para la Corte Interamericana»: Tita Radilla

«Estoy lista para la Corte Interamericana»: Tita Radilla

Por Nancy Betán Santana

«No soy distinta, soy igual a todas las mujeres de mi comunidad, donde luchan por su familia, por sus hijos, para darles educación. Sólo que a mí me tocó luchar por la justicia para mi padre Rosendo Radilla, desaparecido en la guerra sucia. Dicen que soy una luchadora social, pero yo no quiero ser distinta».

Tita Radilla Martínez y su piel morena resaltan en blancura de la habitación en la que habla, mueve las manos sobre la mesa y sus ojos se pierden mientras afirma: «Estoy lista, lista para la Corte».

Mañana, en Costa Rica, dará su testimonio sobre el caso de desaparición forzada de su padre, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), un proceso en busca de justicia que le ha costado 17 años de prisas, de olvidos repentinos. Su madre, Victoria, no soportó tener siempre las camisas limpias para quien nunca regresaba, y en 1984 murió «de tristeza», dicen sus hijos, una década después de que su esposo desapareció.

Rosendo Radilla Pacheco, líder comunitario del municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, fue detenido por soldados y desaparecido durante la guerra sucia, por manifestarse en contra del sistema represivo y violento de 1os sesentas y setentas, a través de sus corridos.

Victoria no podrá estar mañana en la audiencia pública 12.511 en Costa Rica, donde México será juzgado por la desaparición forzada de su marido. No verá dónde paró el esfuerzo que inició al interponer la primera denuncia en 1976, el cual fue seguido sin descanso por su hija Tita, hasta conducirla a atestiguar frente a la Corte en torno a la impunidad imperante en nuestro país, dice, y las afectaciones sufridas por sus diez hermanas y su hermano, desde el momento en que les fue arrebatado su padre.

«Yo diré lo que viví, el trabajo que he realizado. La necesidad de la familia de saber la verdad».

CAMINO CONTRA LA IMPUNIDAD

Menuda y dispuesta, Tita conserva ese dejo de timidez que la hace agachar un poco la cabeza ante las miradas de extraños, sin embargo, continúa hablando. Relata con calma lo que ahora, antes de tomar el vuelo a Costa Rica, duele menos: «Antes de 1992 mi madre y mis hermanas estuvimos tratando de localizar a mi padre, sin lograrlo.

Ya en 1992, cuando fui nombrada presidenta del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de la Costa Grande de Guerrero, y luego en 1996 vicepresidenta de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México (Afadem), empecé a luchar permanentemente y me dediqué de tiempo completo a la búsqueda».

Así, sin saber nada de leyes, todos los familiares de detenidos desparecidos que encabezaba Tita hacían lo que a su alcance estaba: marchas, mítines, plantones para exigir que las personas encargadas, las que sí conocían las leyes, hicieran su trabajo.

Poco después de creada la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en 1990, Tita y su hermana Andrea hicieron la denuncia correspondiente ante ese órgano. Después, en 1992, interpusieron otra en la Procuraduría General de Justicia del Estado de Guerrero, posteriormente, en 1999 presentaron una más ante la autoridad municipal de Atoyac de Álvarez, donde fueron rechazadas. Tita y sus familiares tuvieron que declararse en huelga de hambre para ser recibidos.

Para ese entonces, Tita se hallaba sumergida en una especie de letargo que la ayudaba a sobrellevar la negligencia de las autoridades. La angustia se había convertido en una prisa permanente que le ocultaba todos los demás sucesos a su alrededor si no tenían relación con la búsqueda del paradero de su padre. El día en que su esposo le dijo cuántos días sus hijos habían faltado a la escuela, recuperó la noción del tiempo. «La memoria», asegura ella.

No obstante, continuó el camino de denuncias, las visitas a instituciones en el Distrito Federal, en las cuales, fue discriminada, no sólo por su apariencia, sino también por ser mujer. Algo que no había experimentado nunca, ni siquiera en el núcleo familiar. Pues, aunque pertenece a una comunidad rural, sus padres siempre mantuvieron una relación basada en el respeto. Y ella, al igual que sus hermanas y hermano, fue motivada por su padre a estudiar y prepararse durante el tiempo que vivió junto a él.

Logró el apoyo de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH), la cual ha sido para ella un verdadero respaldo, tanto económico, como humano, asegura. Así, vislumbró por fin la posibilidad de justicia al llevar el caso de la desaparición forzada de su padre a la CoIDH.

No sin antes insistir, en 2001, a la Fiscalía Especial para la Atención de Hechos Probablemente Constitutivos de Delitos Federales Cometidos Directa o Indirectamente por Servidores Públicos en contra de Personas Vinculadas con Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), creada en ese mismo año, que investigara el paradero de su padre. Lo cual no hizo y Tita envió el caso en noviembre a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

EL CASO EN LA CIDH, LUEGO EN LA CoIDH

El 12 de octubre de 2005, la Comisión admitió el caso y se remitió a la Corte para que México fuera juzgado por primera vez por una de las más de mil 200 desapariciones forzadas cometidas a nivel nacional por orden del Estado durante los 30 años que duró la etapa más cruda de la guerra sucia.

Uno de los lemas de Tita surge de su garganta, y por primera vez mira directamente el rostro de quien le habla a través de sus lentes antiguos: «Cuando la gente es tomada en cuenta, respeta. Cuando la gente es respetada, respeta».

Pese a que su voz no cambia el tono suave y paulatino, su boca muestra la determinación y retorna al día de las excavaciones que ella y los demás miembros de Afadem gestionaron para buscar los restos humanos de sus seres queridos en el ex cuartel militar de Atoyac de Álvarez, al cual, según testigos, su padre fue llevado y donde también, actualmente, se halla la pequeña oficina de Afadem donde labora por las tardes.

Las excavaciones se realizaron del 7 al 27 de julio del año pasado en tan sólo el uno por ciento del terreno que ocupaba el ex cuartel, ante la sorpresa de las autoridades oficiales, quienes aseguraban no hacerlas por el caos que traería consigo el arrebato de los familiares que buscarían violentamente entre la tierra cualquier indicio óseo. Esto no sucedió, como tampoco algún hallazgo determinante.

En marzo de 2008, la Corte aceptó el caso. Contrariamente a los argumentos del Estado, se comprobó a través de la información documental que Tita y su familia reunieron a lo largo de 20 años con ayuda de la gente de Atoyac de Álvarez que no había voluntad institucional ni política para dar resolución a los casos más de 300 casos reportados por Afadem, entre ellos el de la desaparición forzada de Rosendo Radilla.

Mañana, Tita Radilla Martínez revivirá en Costa Rica a través de su testimonio cada pausa, cada rechazo y cada momento sobrevivido sin su padre. Siempre supo del riesgo que corría al emprender una tras otra, las acciones para dar con algún indicio que contribuyera a la localización de Rosendo. Pero esto dejó de importarle desde el instante en que éste se despidió de ella el día que partió a Chilpancingo para ya no volver.

«Cuídate mucho mi niña, tú que estás embarazada. No creo que nos veamos en un buen tiempo porque la represión allá está muy fuerte, pero yo pronto me estaré comunicando para que no se preocupen», recuerda Tita ensimismada, ahogada en un llanto quedo que aparta de sus mejillas lentamente. Lentamente, Tita recuerda, recuerda con su cuerpo el de su padre que se va siempre; que se fue una vez, y aún no termina de irse.

Mañana, testificará Tita, la sexta de sus hijas, la mayor de quienes se quedaron en Atoyac cuando la mitad tuvo que trasladarse a otra localidad del país. Tita, quien acompañaba a su padre a ordeñar vacas, a vender carne. Tita, la que aprendió de Rosendo Radilla Pacheco, a jamás darse por vencida.

«Las víctimas de la desaparición forzada no desistimos. No podemos. Nuestro único deseo; lo que nos despierta por la mañana y no nos permite dormir en la noche es la necesidad. La necesidad de saber el destino que se les dio a nuestros padres, esposos, tíos, hermanos, primos e hijos. Nuestra necesidad de conocer la verdad».

09/NBS/GG

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