Al hablar de feminicidio, surge siempre una pregunta que parece lógica: ¿las mujeres son seres humanos?, sin embargo, no lo es en la convivencia diaria entre ambos sexos, afirmó ayer la antropóloga y feminista Marcela Lagarde, al presentar el libro «Feminicidio», de la investigadora chilena Patsilí Toledo Vásquez, que define y visibiliza el fenómeno, mediante el análisis de la responsabilidad de los Estados, cuyo sistema judicial no tipifica el delito.
«Feminicidio» es una publicación auspiciada por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la Fundación Ford México.
«El feminicidio, señaló la doctora Lagarde, es un crimen de Estado porque las instituciones no garantizan los derechos humanos de las mujeres. Queda claro en el texto y en la vida cotidiana», afirmó ayer en la sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
«Como también queda claro, continuó, que aunque existan leyes que reconozcan a las mujeres como sujetos jurídicos, aún falta avanzar mucho en materia de legislación con perspectiva de género», aseveró Lagarde.
Al no aparecer siquiera la palabra «feminicidio» en algún diccionario, dijo, la existencia de todas y cada una de las cien millones de niñas y mujeres que han sido asesinadas en todo el mundo –de acuerdo con el último informe de Kofi Annan, secretario de la ONU–, se anula, desaparece. Como si jamás hubieran nacido, resaltó la antropóloga.
No obstante, señaló el deber que tiene la sociedad civil de continuar presionando a los gobiernos para que respondan a las familias de todas las mujeres que han perdido la vida como
consecuencia de la violencia de género.
Ejemplificó tal acción con la publicación de «Feminicidio» y con el caso Campo Algodonero, visibilizado en abril de este año debido a que el Estado mexicano fue juzgado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) por primera vez por ese delito.
Esmeralda Herrera Monreal, Claudia Ivette González y Laura Berenice Ramos Monárrez, son los nombres de tres de las ocho mujeres que fueron encontradas en el predio denominado Campo Algodonero en 2001.
Únicamente el caso de ellas tres fue aceptado por la CoIDH, después de que el patrón de violencia de género que se presenta en Chihuahua desde hace 15 años ha dejado más de 450 mujeres asesinadas, tan sólo en Ciudad Juárez.
La también ex diputada federal subrayó la importancia de trabajar más en análisis como el que realiza «Feminicidio», donde se profundiza en las relaciones de desigualdad con las que se construye el tejido social día con día.
Analizar, reflexionar y actuar con conciencia de la realidad misógina significaría, enfatizó, una transgresión social de miles de personas, no sólo de las feministas, quienes son las que más han luchado por articular redes para realizar cambios.
RECORDARLAS, LUCHAR, EXIGIR…
Por último, Lagarde expresó su indignación por la impunidad imperante en México y recordó el caso de la matanza de Acteal y otros más que son muestra de la violación de los derechos humanos que se viven diariamente en el territorio mexicano.
«Traigo aquí a Ernestina Ascencio, la anciana violada por militares, a Felícitas Martínez y Teresa Bautista, comunicadoras triquis asesinadas. A todas las que han sido secuestradas, torturadas y asesinadas por militares, policías, taxistas, parientes y parejas. A las 12 mil mujeres que, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, han sido víctimas de feminicidio en una década en nuestro país, para recordarlas, luchar y exigir justicia», sentenció.
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