Inicio Fiestas musulmanas; convivir, descansar y comer de más

Fiestas musulmanas; convivir, descansar y comer de más

Por Miriam Ruiz

Del Islam, las imágenes que nos llegan, ya sea por el cristianismo o por la lucha antiterrorista, suelen reflejar lo más dogmático y fundamentalista.

Pero la cotidianeidad de las fiestas musulmanas no son distintas de las celebraciones en América Latina, son una ocasión para convivir, descansar y comer de más.

En la casa de Normalla Bte Ibrahim, pequeña productora de caucho y representante de las mujeres ante un organismo estatal en Kampong Tengah, Malasia, tanto ella como su hermana, Sham han guisado durante dos días platillos y postres a base de arroz, carne de pollo, res y muchas especias.

Se preparan para recibir a quien se acerque a su puerta y celebrar el fin del Ramadan, la más importante celebración islámica, en este país del sur de Asia que, junto con el vecino Indonesia, reúne al mayor número de musulmanes en el planeta, un total de 219.5 millones.

Después del Ramadan, que mandata un mes de ayuno casi total en agosto, hay mucho movimiento en Kampong Tengah, un pueblo a dos horas de la ultramoderna capital Kuala Lumpur.

Las casas de teca o de tabicón bien pintado van al lado de la carretera donde pasan las motocicletas, que conducen mujeres con el tradicional Baju Kurong (vestido largo de dos piezas) y Tudong (con el que cubren la cabeza); o sólo con el Kurong, o sólo con el Tudong; ropas festivas, sorprendentemente cómodas y frescas para este lugar, el corazón de la producción del aceite de coco. O van solo con unos pants y una cola de caballo.

La celebración dura tres días y las personas van de casa en casa. Como en nuestra navidad; es «época de olvidar y perdonar». Como en nuestras colonias y pueblos, las mujeres mayores sirven a los varones el agua, los alimentos y los calzan.

Las mujeres más jóvenes entregan a sus parejas los hijos pequeños para que los cuiden un rato. Como en nuestros países, nadie promovería los linchamientos, los azotes o la crueldad hacia las mujeres y mucho menos las mujeres mismas, quienes cada día reconocen sus derechos y pugnan por transformar y mantener su cultura a un tiempo.

Entre tantas visitas, los temas religiosos no aparecen, aunque algunos habitantes sigan rigurosamente el mandato de orar cinco veces al día. Apenas se habla de política, aún después de la amenaza de un pastor cristiano en Florida sobre quemar el Corán.

Se habla de las novedades de parientes y amistades: quién se casó, quien se murió, quién se graduó o quien viajó. Las palabras facebook, bluetooth y Discovery Channel salpican la conversación de esta comunidad oficialmente rural.

Las televisiones están prendidas en medio de la visita y las niñas anuncian pasta de dientes cubiertas de pies a cabeza mientras otras chicas en faldas muy cortas anuncian chocolate y no hay fenómeno hollywoodense desconocido para las y los jóvenes, pese al fuerte control estatal de los medios.

Malasia, con un 60 por ciento de población musulmana y un gobierno cercano al Islam, es un crisol de culturas por sus habitantes de origen chino e hindú, donde una extraña mezcla de leyes permite esa convivencia intercultural con cierta paz.

Mientras que la población de origen chino, hindú y otros inmigrantes se rigen únicamente por la ley federal, las personas musulmanas deben acatar también las disposiciones de la sharia a la hora de casarse o hasta en la prohibición de beber alcohol, que ha sido recientemente castigada con azotes públicos.

Pero este conservadurismo oficial no marca el día de la reunión para el compromiso de boda de la hija de Normalla, que a sus 28 años trabaja en la oficina de inmigración y como fotógrafa por su cuenta.

Ese día, nuevamente es ocasión para cocinar y la prometida está nerviosa, pero no porque la vayan a vender o siquiera a pedir, como en este lado del mundo. Es sólo una ocasión para que las futuras consuegras y consuegros se conozcan detallen la logística de la ceremonia: número de invitados, sede del evento etc…

Como en nuestros países latinoamericanos, las jerarquías religiosas pugnan por el regreso de un mundo de obediencia femenina que quizá nunca existió, y promueven actos brutales contra la población femenina, pero en la vida diaria, las comunidades se educan y transforman para que las jóvenes tengan mejor educación, presencia en el mundo público y una vida propia.

10/MR/LR/LGL

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