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Formación obligatoria: ¿personas o intereses?

Por Teresa Mollá Castells*

Esta semana apareció en diversos medios de comunicación la siguiente noticia: «los estudiantes de secundaria recibirán educación financiera en sus clases: el programa, desarrollado por el Banco de España, la CNMV y el Ministerio de Educación, ayudará a los estudiantes a conocer cuestiones como qué es una hipoteca, los tipos de interés o las cuentas corrientes.»

De inmediato pensé en toda la polémica suscitada con la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y sencillamente algo no cuadraba.

Algunos personajes del panorama político y, sobre todo eclesiástico, llevan meses con la campaña de insumisión a la impartición de esta asignatura en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) e incluso hay llegado a las manifestaciones en las calles y a acciones legales en contra de la propia asignatura. Como si el hecho de formar en ciudadanía fuera algo que molestara a esa gente.

Pero al mismo tiempo aplauden iniciativas como la aparecida esta semana y que indiqué antes. Y esto me lleva a preguntarme si lo que desea alguna parte de la sociedad es una formación interesada en lugar de una educación integral para nuestra infancia y juventud.

Y digo esto porque mirando la curricula de las diferentes autonomías que tienen las competencias educativas transferidas, nos encontramos con que, por ejemplo, sólo Castilla-La Mancha incluye en las que corresponden a primaria y secundaria la novena competencia: «Competencia emocional».

Y surge la duda de los objetivos de la formación obligatoria: ¿Queremos formar personas que sepan afrontar con responsabilidad sus emociones o, por el contrario, preferimos preparar a nuestra juventud sólo para que sepan de temas económicos sin darles la oportunidad de saber de la importancia del mundo emocional con el que van a tener que convivir toda su vida?

Me preocupa que nos esté importando tan poco la formación en valores de nuestra juventud. Me preocupa que los temas económicos estén ganando la batalla a la ciudadanía y a la formación sentimental y emocional. Me preocupa, también, la falta de implicación de los diferentes gobiernos autónomos que, en su mayoría, miran hacia otro lado, sin importarles su responsabilidad en la formación integral de personas. Asimismo, me preocupa que a los gestores políticos pueda importarles más cómo enseñar a nuestros adolescentes a comprar una hipoteca o entender el funcionamiento de la bolsa, que el conocimiento de su propio mundo interior para saber cómo afrontar la búsqueda de su propia felicidad, que debería ser el fin último de cada persona.

Además, la batalla político-religiosa emprendida contra la única asignatura que, de forma transversal, podría incluir temas como la formación afectivo-sexual, ciudadanía, etcétera, me hace pensar que a determinados poderes no les interesa la formación en valores de personas y lo único que quieren es que la formación incluya temas sólo productivos.

Esta tarde me comentaba una compañera que sólo algunas administraciones aisladas, como la diputación foral de Guipúzcoa, han apostado por formar a sus jóvenes de manera integral y es que sin esa implicación de los poderes públicos no será posible que nuestros jóvenes de hoy se eduquen en todos los aspectos de su vida. Parece que a algunos sectores sociales les molesta que se pueda dar formación en temas tan importantes como los socioemocionales, que van a estar presentes a lo largo de toda la vida. ¿Por qué tanto temor? Francamente lo encuentro irracional, puesto que en la medida que nos vamos formando, vamos adquiriendo herramientas para que nuestro camino vital sea menos duro y menos irracional que lo que lo ha venido siendo a lo largo de los siglos.

Sólo puedo entenderlo desde la necesidad de que algunos, los poderosos, y entre ellos los de faldas largas y negras, puedan seguir manipulando al conjunto de seres que, sin demasiadas herramientas sobre sus propias vidas, siguen siendo vulnerables y, sobre todo y es lo que más les interesa, fácilmente manipulables para sus intereses últimos, ente los cuales se encuentra el mantenimiento de sus propios privilegios.

Esperemos que al igual que Castilla-La Mancha y Guipúzcoa, el resto de comunidades autónomas apuesten de forma contundente por la formación integral de las personas y no sólo por una formación que interesa, sobre todo, a los poderes socio-económicos-religiosos, que lo único que pretenden es que nada cambie y que todo siga igual.

*Feminista de Ontinyent.
[email protected]

09/TMC/LG

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