Inicio Ganaron mujeres de Oaxaca derecho a opinar, pero siguen en la miseria

Ganaron mujeres de Oaxaca derecho a opinar, pero siguen en la miseria

Por Soledad Jarquín Edgar

Hasta hace unos años las mujeres de esta comunidad no podían salir de sus casas, «siempre pegadas al marido», no hablaban con nadie y las niñas no tenían derecho a jugar en la calle, hoy hemos avanzado pero la gente sigue pobre y la migración es la única alternativa, asegura Carmen Vásquez Méndez.

Promotora de salud desde hace varios años, la mayor ilusión de Carmen es lograr que las mujeres realmente cambien, que se cuiden, que no tengan tantos hijos, «no le hace que digan que no tengo trabajo y que por eso ando organizando pláticas y talleres», asegura.

Ella, como la mayoría de las mujeres de la comunidad, ha sido jornalera agrícola. Desde muy chica viajó una y otra vez a los campos de Sinaloa y después a Guanajuato, ahí aprendió que las mujeres sufren mucho, especialmente las embarazadas porque el trabajo es muy pesado y en la casa se necesita el dinero que ganan, como el de los niños y las niñas.

En esta comunidad casi desértica de Ejutla, ubicada a una hora con 45 minutos de la capital oaxaqueña, el zapoteca predomina entre las coatlanes, que activas participan en la reunión de trabajo con los funcionarios del Congreso de Estados Unidos y representantes de organismos no gubernamentales que apoyan el financiamiento del Fondo de Población de Naciones Unidas.

Luego de explicar las actividades que realiza como promotora de salud en el programa «Paso a Paso Cuida el Embarazo» que realizan de manera conjunta con la Casa de la Mujer «Rosario Castellanos» y el Programa de Jornaleros Agrícolas de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Carmen explica a cimacnoticias que las cosas han mejorado pero no como debían ser.

«Las mujeres se casan muy jóvenes, las piden desde los 14 o 15 años, luego tienen un hijo tras otro. Uno piensa que se llenan de hijos porque no saben cuidarse, pero tienen información, sólo que hay muchos obstáculos e inconvenientes, el más grande inconveniente es que los hijos e hijas sirven para trabajar en los campos agrícolas y reciben igual pago que los adultos, así juntan más dinero para la casa».

De acuerdo con la promotora de salud son pocas las mujeres que utilizan algún método anticonceptivo, creo que sólo el cinco por ciento de las mujeres acepta y el examen para prevenir el cáncer cérvico uterino, se lo han hecho sólo la quinta parte de las mujeres con vida sexual activa.

El machismo, explicó Carmen ante los representantes estadounidenses, sigue prevaleciendo. Los hombres son de mentalidad atrasada, «no van a las pláticas» aunque sabemos que sus esposas les dicen de qué se trató y por eso creemos que es más fácil trabajar con las mujeres.

UNA FAMILIA COMPLICADA

A su vez, la coordinadora regional del Programa Jornaleros Agrícolas, Fany Marisol Mendoza Soto, quien ha trabajado en la zona los últimos nueve años, explica que el crecimiento de las mujeres ha sido extraordinario. Hoy hacen sus propias gestiones, van a la cabecera distrital, buscan apoyos, se organizan, antes ni se les permitía hablar.

Sin embargo, agrega, la problemática familiar sigue recayendo en ellas. Si migran, ellas saben que sus hijos e hijas no van a seguir en la escuela, que si viajan o no enfermos, que si llevan o no suficiente comida para los tres días de camino…

La funcionaria de Sedesol, añade que en el caso de las mujeres jóvenes la planeación familiar tiene sus resultados, saben que tienen que cuidarse, pero si se mete el marido, la suegra o el suegro no tenemos ninguna oportunidad para mejorar o cuidar su salud.

Expone que es común que el suegro intervenga y les dice a las promotoras de salud que «las dejen tener los hijos que ellas quieran», otro problema es que se casan muy jóvenes a los 14 o 15 años, por eso cuando llegan a los 20 tienen cinco hijos.

Originaria de la región, Fany Marisol indica que el reto más importante es aprender a escuchar a las mujeres, buscar soluciones a sus problemas, porque de otra manera no tendría caso nuestro trabajo.

MIGRAR O HACER PETATES

Martha tiene 26 años, su figura delgada y más alta la hace sobresalir entre el grupo de mujeres de faldas hasta la mitad de la pierna y rebozos negros que envuelven la cabeza y cubren la espalda.

Al igual que la gran mayoría de las mujeres coatlanes, Martha es jornalera agrícola, desde niña salió a Sinaloa, luego a Sonora y también a Baja California, hoy se va con el marido y los hijos. «De ahí regresé embarazada del último», dice señalando al pequeño que tiene en sus brazos.

Tenía cuatro hijos pero uno se murió apenas, cuando completó el año, ¿quién sabe de qué? Sólo sé que de enfermedad, dice mientras se aferra al pequeño.

«Tenemos que salir, no podemos quedarnos, aquí sólo podemos hacer petates, pero eso no sirve para vivir, necesitamos trabajo aquí en nuestra comunidad», dice Teresa, quien además confieza que «de tanto migrar no pudo estudiar más que hasta el segundo año de primaria».

Hoy sabemos que tenemos que cuidar nuestro cuerpo, planear cuántos hijos vamos a tener, aquí hay mujeres que tienen seis, ocho y hasta 10, «hay quienes se operan y sólo tienen como yo tres o cuatro hijos», afirma.

En el viejo corredor del palacio municipal de este poblado, reseco y castigado por los rayos del sol, Carmen Vásquez Méndez, señala que es necesario tener mejores programas de trabajo, crear empleos para que la gente no tenga que irse.

Explica que el 70 por ciento de los habitantes –unos dos mil 700, según el presidente municipal, Pedro Martínez Vásquez- salen cada año rumbo a los campos agrícolas del norte del país y los más jóvenes no terminan la telesecundaria porque «nada más están pensando en pasar al otro lado».

Por eso el pueblo no avanza y la gente regresa enferma del estómago, con problemas en la piel porque las avionetas fumigan con la gente trabajando «ni siquiera les avisan», lamenta.

Frente a Peter Purdy, presidente del Comité de Estados Unidos para Fondo de Población de Naciones Unidas y otros funcionarios, una mujer interrumpe el diálogo y pregunta ¿Y ustedes nos van a ayudar o a qué vienieron? Otra propone ¿Oiga que no habrá manera de que nos traigan despensas o algo para trabajar? Una más señala ¿No habrá manera que no cobren las despensas de kilo de ayuda?

La respuesta es simple: sí los vamos a ayudar, nos vamos a llevar sus propuestas y los vamos a ayudar.

SJ/MEL

       
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