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Gobernadora

Por Cecilia Lavalle

Cualquiera diría que es una mujer conservadora: viste con discretos trajes sastres, zapatos de tacón bajo, aretes pequeños, collar pegado al cuello. Cualquiera diría que su principal virtud es la moderación: cabello lacio bien peinado, sin maquillaje en el rostro excepto lápiz labial. Cualquiera diría que le gusta pasar desapercibida: habla pausada y tranquilamente, apenas gesticula.

Y, no obstante, es una insumisa, es una política de tiempo completo, es una mujer que ha militado en las filas de la izquierda toda su vida, y se acaba de convertir en la primera mujer gobernadora de su estado. Se llama Amalia García y es la gobernadora electa de Zacatecas.

Con su triunfo el domingo pasado, Amalia suma varios logros. No sólo será la primera mujer que gobierne los destinos de Zacatecas, es también la primera mujer militante de izquierda que gana una gubernatura en elecciones, y la primera mujer en llegar a una gubernatura en esta época en la que los órganos electorales no dependen del estado. No creo que eso le afecte mayormente, ser pionera es parte de su vida; fue la primera mujer en dirigir un partido político: el de la Revolución Mexicana (PRD).

Hubo quien dijo, claro, que nunca ganaría. Hubo quien hizo cuanto pudo para que no ganara. Falsamente se le acusó de ser lesbiana (como si la orientación sexual, por otra parte, nos hiciera mejores o peores personas), también se le acusó de no ser zacatecana, y seguramente más de uno la mandó a la cocina –sitio del que, sostienen muchos, nunca debimos salir las mujeres.

Hay quien dice que quien ganó la elección fue Ricardo Monreal, gobernador saliente. Hay quien dice que Monreal será el rey tras el trono. Hay quien dice que ni siquiera le va a permitir nombrar a su gabinete. Hay también quien dice que quienes dicen lo anterior no conocen a Amalia. Y a juzgar por su trayectoria les doy a estos últimos la razón.

Amalia es una mujer acostumbrada a nadar contracorriente; es más, me atrevería a decir que es en esas aguas donde está su elemento, donde sale lo mejor de sí misma. Para empezar, cualquier mujer que se dedique a la política intuye que navegará por aguas inciertas y turbulentas, pero si alguna certeza tiene, es que nadará contracorriente, especialmente dentro de su propio partido, sea cual sea.

Pero Amalia incluso se la puso más difícil. Comenzó su carrera política militando en las filas del Partido Comunista, en una década en la que ser de izquierda le podía costar a uno la vida, y de hecho a muchos jóvenes les costó: 1970. Y que conste que podía haberse iniciado en la política en el entonces invencible Partido Revolucionario Institucional (PRI), en el que su padre militó hasta el final de su existencia.

Fue también senadora y diputada en legislaturas en que las mujeres fueron minoría y las de izquierda minoría entre minorías. Decidió buscar la gubernatura a pesar de que en principio su madre no estaba de acuerdo («No hija, ya no necesitas más penas», según estupendo artículo de Ivonne Melgar, Reforma, julio 5). Se lanzó en pos de ese sueño a pesar de los desencuentros iniciales con Monreal y con su propio partido. Les digo, nadar a contracorriente es su especialidad.

En resumen, ni mandada a hacer para gobernar un estado con altos índices de pobreza y altísimos niveles de inmigración. Nada más para tener una idea, 1.5 millones de zacatecanos viven en Estados Unidos. Por ello, a primera vista parece que fueron las mujeres las que la llevaron a la gubernatura. En algún momento la actual gobernadora electa dijo que su estado cuenta con el padrón electoral con mayor número de mujeres en el país, debido a la migración.

Yo, por lo pronto, celebro que Amalia se convierta en la quinta mujer que gobierna algún estado en toda la historia política de México, y en la tercera de esas cinco que gobierna ganando elecciones en las urnas (las otras dos lo hicieron vía interinato). Y lo celebro aunque yo no sea zacatecana, ni milite en la izquierda, ni sea su amiga; es más, ni siquiera la conozco personalmente.

Me alegra su triunfo porque siento que con ella llega brisa fresca a un ambiente político que huele a podredumbre. Me alegra, porque espero que ella sea el ejemplo de una nueva forma de hacer política, una que no sea sinónimo de rapiña y mezquindad. Me alegra, porque es un ejemplo de las muchas políticas talentosas que tienen trayectoria para sustentar su acceso al poder, en tiempos en los que algunas creen que ser la esposa del gobernante en turno basta para ello. Me alegra, en fin, ser conciudadana de mujeres como ella. ¡Enhorabuena para Zacatecas!

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

*Articulista y periodista de Quintana Roo.

2004/BJ/GV/SM

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