Inicio Golpes, insultos y abusos sufren niñas en servicio doméstico

Golpes, insultos y abusos sufren niñas en servicio doméstico

Para las niñas que trabajan en el servicio doméstico no es raro vivir una jornada con maltratos: cachetadas, patadas, empujones, pellizcos, jalones de cabellos por parte de los adultos y otras niñas y niños de la casa donde se emplean.

Pero no sólo eso, aun se registran violencias mayores, ya que son golpeadas con objetos, usualmente con los palos de las escobas. Y van más allá, también son castigadas y reciben quemaduras de cigarros, o con planchas calientes u otras herramientas más «creativas».

Las niñas aprenden a estar lejos de los hombres de esas familias. E incluso de los hombres de sus propios hogares. Pero es difícil mantener la distancia. Ellos se dirigen a las niñas con vocabulario grosero, que las denigra. Las manosean e incluso las abusan sexualmente. Algunas quedan embarazadas y hasta las obligan a abortar. A otras las corren de sus empleos.

La experta en la Eliminación de Todas las formas de Discriminación y Violencia contra las Niñas, Busakorn Suriyasarn, narra lo anterior y añade: la violación de los derechos humanos de las niñas en el trabajo doméstico infantil no sólo da cuenta del exceso de su jornada laboral, sino de graves abusos que van de lo verbal, emocional, físico, sexual, el no pago salarial, sin comida ni seguro médico.

En síntesis, «es una horrible fotografía de la moderna esclavitud que experimentan muchas niñas», dice.

Una niña en el trabajo doméstico con frecuencia vive una vida que no es la suya. La presión económica de su familia le quita sus derechos de seguridad, pues usualmente es la primera en ser sacrificada para la supervivencia de la familia, debido a la tradicional creencia de que las niñas son prescindibles y una carga económica para la familia.

Si no se casa o se compromete a temprana edad, es enviada a trabajar como sirvienta, como «pettite bonne», a otra casa para mantener a la familia, los gastos de escuela des hermanos o para pagar las deudas familiares.

Los padres de las niñas, indica Suriyasarn, consideran los quehaceres domésticos como una preparación para la vida matrimonial, tanto dentro de sus propios hogares como en otros. No hay diferencia.

Además, de acuerdo con investigaciones de Suriyasarn, los empleadores tratan a las niñas como si fueran de su propiedad. De tal suerte que las niñas trabajan, comen, duermen y visten como los patrones lo indiquen.

En cualquiera de las casas que las niñas trabajan, les cambian el nombre, les ponen sobrenombres y las insultan.

Y en estas circunstancias están también los niños empleados en el servicio doméstico, recuerda Suriyasarn, sólo que las diferencias son muchas: los niños también son explotados, pero ganan más y trabajan menos horas. No realizan las tareas de las niñas sino más bien las más «apropiadas» para los hombres. Los niños trabajan ocho horas o menos y las niñas entre 12 y 15 horas diarias.

Además las niñas tienden a continuar con el trabajo doméstico en su edad adulta, en tanto los niños usualmente dejan esos trabajos de servidumbre.

Las diferencias escolares son muy claras: ellos tienen hasta el doble de estudios que ellas.

Así, apunta la investigadora, las niñas pasan a ser «ciudadanas de segunda clase», inferiores. Y cuando las adoptan, como los casos de Turquía, África y Asia de Sur, la mayoría de las niñas pasan a formar parte del servicio doméstico.

El trabajo doméstico, por sus terribles características, llamó la atención de autoridades y organismos desde 1936, año en que se realizó la Conferencia Internacional del Trabajo, donde se cuestionó el trabajo doméstico adulto.

Pero fue hasta 1995, más de medio siglo después, cuando se tomaron acciones en la OIT con el Programa de la Eliminación del Trabajo Infantil. A partir de entonces, la UNICEF y Anti Esclavitud Internacional empezaron a elaborar estudios sobre el trabajo doméstico infantil, en colaboración con organizaciones no gubernamentales y gobiernos, que han repercutido en el conocimiento del problema y en medidas para combatirlo.

Se ha legislado sobre el tema a nivel mundial, y se han implementado más de 80 acciones desde 1995 en África, Asia, Latinoamérica y Arabia Saudita.

Suriyasarn exhorta a continuar con los esfuerzos, sobre todo indica la necesidad de que 30 naciones de los 178 que integran la OIT ratifiquen la Convención de la Edad Mínima No. 138.

Por otra parte, la comunidad internacional necesita proveer de financiamiento institucional para las campañas de la igualdad de género y el empoderamiento de las niñas.

Urge también penalizar el tráfico de las niñas y hacer del trabajo doméstico un «trabajo reconocido»: dotar a las niñas de certificados de entrenamiento profesional doméstico en cocina, educación nutricional, utilización de productos de limpieza seguros, inteligentes compras de víveres, cuidado infantil y adulto.

Otras medidas, dice la investigadora, son realizar un efectivo monitoreo, un sistema de inspección nacional sobre abusos y violaciones, así como contar con serios castigos para los violadores de las normas y leyes.

De igual manera, promover el respeto a las niñas y niños, sus derechos humanos de trabajadores. Darles contratos de empleo y estipular el mínimo de edad para trabajar.

La investigadora concluye diciendo que las niñas en el servicio doméstico son el grupo más grande y vulnerable, su niñez es crítica y requiere de protección. El servicio doméstico las excluye del sistema escolar.

En suma, la discriminación y la violencia en contra de las niñas tienen sus causas en la desigualdad de género. Por eso se las tiene que proteger, dice, y proveer de oportunidades y trato de igualdad.

La violación de los derechos de las niñas no debe ser tolerada y tienen que ser seriamente castigada, en cualquier lugar del mundo que se presente.

07/LPB/GT/GG

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